El avaro

Hay actores cuya presencia al frente de cualquier pel¨ªcula funciona hasta tal punto como garant¨ªa de un placer previsible que es f¨¢cil subestimar la casi inapreciable letra peque?a que distingue algunos de sus trabajos. La figura de Dany Boon es homologable a una marca infalible dispuesta a no defraudar nunca a sus clientes: una marca que habla de comedia popular, escasamente problem¨¢tica, que se dirigir¨¢ como un cohete, a trav¨¦s de un encadenado de gags vaciados de toda connotaci¨®n desestabilizadora, hacia un final que caer¨¢ como un b¨¢lsamo sobre plateas pobladas de espectadores que, cuando entran a una sala, lo ¨²ltimo que buscan es buscarse problemas. Boon se ha especializado en el retrato del tipo com¨²n sin atisbo de sofisticaci¨®n, a menudo con escasas luces, pero siempre con un coraz¨®n que no le cabe en el pecho. En Manual de un taca?o, encarna a un miserable que antepone su excelencia en el arte de la racaner¨ªa a cualquier tipo de interacci¨®n social. Nadie querr¨ªa tener a este cicatero Fran?ois Gautier como vecino o pariente, pero, al mismo tiempo, uno intuye que utilizar su figura como axioma ¨Cy m¨¢s con el rostro de Boon- solo puede desencadenar un previsible arco dram¨¢tico de redenci¨®n. Pues bien, el modo en que Manual de un taca?o cumple con esa ley y, al mismo tiempo, sabe c¨®mo traicionarla es lo que redime a este proyecto en su integridad.

Despu¨¦s del lev¨ªsimo flirteo con el g¨¦nero que hab¨ªa mantenido en el pr¨®logo de la colectiva Los infieles (2012), el hasta ahora director de thrillers Fred Cavay¨¦ empieza a dibujar su primera comedia con el trazo agresivo y marcadamente caricaturesco de una historieta sat¨ªrica francesa, menos preocupada por la verosimilitud que por la contundencia del gag. Por el camino hay gui?os cin¨¦filos entre lo afortunado ¨Cla fractura del recuerdo de Pretty Woman (1990)- y lo mec¨¢nico ¨CEl resplandor (1980)- y algunas secuencias h¨¢biles ¨Cla cena rom¨¢ntica en la marisquer¨ªa-, pero lo realmente remarcable es ese ep¨ªlogo en el que se intuye que el sentimentalismo no ha salvado a Fran?ois Gautier: simplemente lo ha atrapado en una imagen.