¡®El fin de la comedia¡¯, personal y natural

Richard Pryor era un deslenguado. Se sub¨ªa a un escenario con un micr¨®fono y de ah¨ª sal¨ªa una retah¨ªla de chistes, gestos y sonidos ¨²nicos, muchos de ellos lejos de la correcci¨®n pol¨ªtica actual, que influenciaron a muchos de los grandes c¨®micos que vinieron despu¨¦s, como Robin Williams o Eddie Murphy. Pero fuera de las tablas ten¨ªa cierto aire melanc¨®lico. Pryor igual queda ya un poco lejos para las ¨²ltimas generaciones, pero afortunadamente no para c¨®micos que han pasado de los 40, ¡°una edad en la que te empiezan a pasar mierdas¡±, y que le veneran y homenajean. Como Ignatius Farray, otro deslenguado sobre el escenario, otro melanc¨®lico cuando baja de ¨¦l. O as¨ª lo parece en su serie El fin de la comedia (reci¨¦n estrenada la segunda temporada en la plataforma online de Movistar + y a partir de junio en Comedy Central), coescrita con Ra¨²l Navarro y Miguel Esteban.

El fin de la comedia narra el surrealista d¨ªa a d¨ªa de Farray como ya lo hizo antes Louie C.K. en Louie. Las similitudes con la serie del c¨®mico estadounidense son muchas, y eso es bueno. Hay humor, pero tambi¨¦n ternura, situaciones surrealistas y momentos muy inc¨®modos. Y, como en Louie, lo que pod¨ªa haber sido solo una sucesi¨®n de gags mezclados con actuaciones en directo, en esta segunda temporada todo es m¨¢s maduro, personal y sincero. Farray no teme re¨ªrse de s¨ª mismo ni de sus 15 a?os de profesi¨®n, como hac¨ªa Pryor en sus actuaciones.

No hay carcajadas en El fin de la comedia. Todo lo estramb¨®tico que Farray es encima del escenario con sus mon¨®logos o en la Cadena Ser con La vida moderna se transforma en comedia con pausa, sutil, sin prisas. Farray demuestra que en los silencios tambi¨¦n hay comedia actuando de forma natural, siendo lo que parece que es ¨¦l mismo (igual no es as¨ª en la vida real), no el personaje deslenguado.

Con su segunda temporada, El fin de la comedia certifica que es una de las mejores series espa?olas de los ¨²ltimos a?os. Una hecha sin ataduras, sin depender de duraci¨®n, horarios o paros publicitarios. Y de propina, cuando hayan devorado los 12 cap¨ªtulos de ambas entregas, aprovechen para ver en Netflix, porque les entrar¨¢n ganas, para ver a Richard Pryor en su m¨ªtico?Live in Concert de 1979.