¡®American Gods¡¯, la nueva sirena de Bryan Fuller
La apabullante adaptaci¨®n de la novela de Neil Gaiman atrapa y seduce
American Gods no enga?a a nadie. Ya solo sus t¨ªtulos de cr¨¦dito iniciales con la formaci¨®n de ese totem de creencias y pasiones son una declaraci¨®n de lo que est¨¢ por venir: exageraci¨®n, exceso, elementos brillantes, violencia, neones que no puedes dejar de mirar, tensi¨®n, la sensaci¨®n de que poca bondad se va a ver, ensimismamiento, trucos de magia tramposos y curiosidad. Exactamente lo mismo que pasaba con Hannibal, anterior trabajo de Bryan Fuller (creador tambi¨¦n de Criando malvas).
La serie de Starz (en Espa?a se ve en Amazon) es una apuesta visual y sonora demoledora basada en la novela de Neil Gaiman. Los primeros minutos son un calco de un libro que cuando se lee, da la sensaci¨®n de que ser¨ªa mejor verlo en pantalla. Y as¨ª es. Mejora. Esta lucha entre dioses antiguos contra los modernos (Internet, los medios de comunicaci¨®n, la televisi¨®n...) es barroca, cargante y muy efectista. Lleva el sello Fuller, y el del productor Michael Green, lo que quiere decir que tiene tambi¨¦n en su banda sonora a Brian Reitzell (ex Red Hot Chilli Peppers) con su inquietante e inclasificable m¨²sica. Y que tiene a un buen director detr¨¢s del inicio de la serie: David Slade (autor de aquella peque?a joya llamada Hard Candy). A?adan a la f¨®rmula nombres como los siempres estupendos actores Ian McShane (Swearengen en Deadwood), Gillian Anderson (fant¨¢stica su primera aparici¨®n a lo Lucille Ball), Orlando Jones (ojo a su imponente mon¨®logo que da pie al segundo cap¨ªtulo) o Peter Stormare.
Despu¨¦s de dos cap¨ªtulos emitidos (de ocho), queda la sensaci¨®n de que todo es un l¨ªo, de que no est¨¢ nada claro al cien por cien, no se sabe bien quien es un dios y quien un cualquiera, y de que igual hay m¨¢s envoltorio que contenido, pero importa poco. American Gods es otra sirena en el mar de Fuller: canta bonito, te engatusa, vas hacia ella a veces sin saber bien por qu¨¦, te atrapa, no te suelta y cuando te quieres dar cuenta, ya es demasiado tarde. Aunque la belleza de la sirena sea tan grotesca como lo es American Gods.
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