Vargas Llosa rompe el silencio sobre Garc¨ªa M¨¢rquez
El Nobel peruano conversa en la Complutense sobre los a?os felices con su amigo Ambos truncaron su relaci¨®n en 1976 tras un enfrentamiento
1967 no es solo el a?o en que se public¨® ¡®Cien a?os de soledad¡¯, tambi¨¦n es el a?o en que Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y Mario Vargas Llosa se conocieron personalmente en Caracas con motivo de la entrega al segundo del premio R¨®mulo Gallegos por ¡®La casa verde¡¯. La C¨¢tedra Vargas Llosa ha organizado esta semana un curso dentro de la programaci¨®n de verano de la Universidad Complutense en El Escorial para celebrar lo primero, pero resulta imposible olvidar lo segundo dado el peso literario de ambos escritores y, sobre todo, dada su ruptura en 1976 tras a?os de amistad, vecindad y complicidad.
Lo uno y lo otro sobrevolaron ayer el di¨¢logo que el Nobel peruano mantuvo con el ensayista colombiano Carlos Gran¨¦s, que empez¨® comparando el acto con una hipot¨¦tica charla de Camus sobre Sartre o de Tolst¨®i sobre Dostoievski, ¡°un tit¨¢n hablando de otro tit¨¢n que fue su contempor¨¢neo¡±. Vargas Llosa no solo es el titular de la c¨¢tedra que organiza el curso sino el autor de ¡®Historia de un deicidio¡¯, en palabras de Gerard Martin, bi¨®grafo de Garc¨ªa M¨¢rquez, ¡°uno de los homenajes m¨¢s generosos y notables de la historia de la literatura que un gran escritor haya dedicado nunca a otro¡±. M¨¢s a¨²n, el ¡°mejor libro individual¡± que se haya escrito acerca del autor de Aracataca seg¨²n el propio Martin, que trabaja actualmente en una biograf¨ªa del autor de ¡®La ciudad y los perros¡¯ y que ayer escuch¨® a su futuro biografiado desde la segunda fila.
Vargas Llosa ten¨ªa, pues, toda la autoridad del mundo para hablar de su colega y con esa autoridad lo hizo. Empez¨® retratando a Garc¨ªa M¨¢rquez ¨Cal que solo llam¨® Gabo para reproducir una conversaci¨®n en estilo directo- como alguien tan t¨ªmido y hura?o en p¨²blico como locuaz y divertido en privado. Luego subray¨® que m¨¢s que el hecho de haber sido criados ambos por los abuelos maternos o de haber tenido relaciones conflictivas con sus respectivos padres, los uni¨® la devoci¨®n por Faulkner, ¡°nuestro com¨²n denominador¡±. Y algo m¨¢s: el descubrimiento de ser latinoamericanos al llegar a Europa, algo imposible desde Bogot¨¢ o Lima.
No tard¨® en aparecer en la conversaci¨®n el acontecimiento pol¨ªtico que despert¨® ¡°la curiosidad del mundo por Am¨¦rica Latina y, de paso, por su literatura¡± y que con el tiempo se convertir¨ªa en un muro entre ambos: Cuba. Preguntado por el ¡®caso Padilla¡¯ -que dividi¨® pol¨ªticamente a los autores del boom en 1971, cuando el poeta fue acusado de ser agente de la CIA- Vargas Llosa desvel¨® que cuando se conocieron, los papeles estaban cambiados: ¡°Yo era muy entusiasta de la revoluci¨®n; Garc¨ªa M¨¢rquez, muy poco. Siempre fue discreto al respecto, pero ¨¦l ya hab¨ªa sido purgado por el Partido Comunista cuando trabajaba en Prensa Latina junto a su amigo Plinio Apuleyo¡±. ?Qu¨¦ pas¨® para que aquel discreto descre¨ªdo terminara haci¨¦ndose fotos con Fidel Castro? ¡°No lo s¨¦¡±, respondi¨®. ¡°Yo creo que ten¨ªa un sentido pr¨¢ctico de la vida y sab¨ªa que era mejor estar con Cuba que contra Cuba. As¨ª se libr¨® del ba?o de mugre que cay¨® sobre los que fuimos cr¨ªticos con la evoluci¨®n de la revoluci¨®n hacia el comunismo desde sus primeras posiciones, que eran m¨¢s socialistas y liberales¡±.
La charla tuvo un eminente cariz pol¨ªtico pero no dej¨® de lado la literatura, empezando por ¡®Cien a?os de soledad¡¯. ¡°Me deslumbr¨®¡±, dijo sonriente el escritor peruano. ¡°Tanto que corr¨ª a escribir un art¨ªculo titulado ¡®El Amad¨ªs en Am¨¦rica¡¯. Pens¨¦ que por fin Am¨¦rica Latina ten¨ªa su novela de caballer¨ªas, una narraci¨®n en la que primaba lo imaginario sin que desapareciera el sustrato real. Tiene adem¨¢s la virtud de pocas obras maestras: la capacidad de atraer a un lector exigente preocupado por el lenguaje y, a la vez, a un lector elemental que solo sigue la an¨¦cdota¡±. Vargas Llosa no solo escribi¨® sobre Garc¨ªa M¨¢rquez sino que ense?¨® su obra en cursos universitarios en Puerto Rico, Reino Unido y Espa?a. De aquellas notas termin¨® saliendo ¡®Historia de un deicidio¡¯, un estudio pionero en la obra de un autor que ¡°funcionaba como un poeta, a base de intuiciones, p¨¢lpitos e instintos, no como un intelectual que reelabora conceptualmente lo que hace; le molestaba la figura del intelectual, alguien como Octavio Paz, por ejemplo¡±. Si ¡®Cien a?os de soledad¡¯ es la mejor novela del autor colombiano seg¨²n su ex¨¦geta m¨¢s ilustre, ?cu¨¢l es ¡°la m¨¢s floja¡±? ¡°El oto?o del patriarca¡¯. Parece una caricatura de Garc¨ªa M¨¢rquez, la novela de alguien que se est¨¢ imitando a s¨ª mismo¡±.
Seg¨²n el autor de ¡®La fiesta del Chivo¡¯, autores como Juan Rulfo, Alejo Carpentier o el propio Garc¨ªa M¨¢rquez supieron extraer belleza de la ¡°fealdad¡± y el ¡°subdesarrollo¡± de Am¨¦rica Latina. ?Una Latinoam¨¦rica pr¨®spera producir¨¢ literatura tan imaginativa como esos escritores?, se pregunt¨®. ¡°No lo s¨¦, pero que nuestro continente se quede como est¨¢ para que produzca gran literatura, ?no!. Los pa¨ªses tienen la literatura que se merecen¡±.
Una hora despu¨¦s de comenzada la entrevista p¨²blica, Gran¨¦s lanz¨® con media sonrisa una de las preguntas m¨¢s esperadas: ?Volvieron a verse? ¡°No¡±, respondi¨® el entrevistado con una sonrisa entera. ¡°Entramos en terrenos peligrosos. Es hora de poner fin a esta conversaci¨®n¡±, a?adi¨® ir¨®nico. ?C¨®mo recibi¨® la noticia de su muerte? ¡°Con pena. Como la muerte de Cort¨¢zar o de Carlos Fuentes. No solo eran grandes escritores sino que fueron grandes amigos. Descubrir que soy el ¨²ltimo de esa generaci¨®n es algo triste¡±.
Una novela a cuatro manos
Mario Vargas Llosa dedic¨® dos a?os a estudiar la obra del autor de Cien a?os de soledad. El resultado fue Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez: Historia de un deicidio, un libro que primero present¨® como tesis doctoral -dirigida por Alonso Zamora Vicente- en la Universidad Complutense de Madrid en junio de 1971 y que meses m¨¢s tarde public¨® Carlos Barral, que lleg¨® a colocar en las librer¨ªas 20.000 ejemplares. La coincidencia en la misma cubierta de los nombres de los dos gigantes del boom llev¨® a muchos lectores a pensar, bromeaba el editor, que se trataba de una novela escrita a cuatro manos. No era tal, pero la idea no andaba muy errada: en 1967, el mismo a?o en que se conocieron personalmente despu¨¦s de una intensa correspondencia, Garc¨ªa M¨¢rquez propuso a Vargas Llosa que escribieran juntos una novela sobre la guerra colombiano-peruana de 1932.
"?Viva Colombia, abajo el Per¨²!" era el grito con el que romp¨ªa filas a diario durante su infancia el Gabo escolar. El Gabo maduro, sin embargo, anim¨® a su amigo a que cada uno investigara -"con la tranquila objetividad de un reportaje"- la parte b¨¦lica de sus respectivos pa¨ªses antes de ponerse manos a la obra. "La posibilidad de dinamitar la patrioter¨ªa convencional es sencillamente estupenda", le escribi¨® en abril del 67. Cuatro meses despu¨¦s se estrechaban la mano por primera vez en Venezuela. De all¨ª viajaron a Lima para participar en un coloquio en la universidad -una de las pocas conversaciones p¨²blicas de ambos escritores- y para bautizar al segundo hijo de Vargas Llosa, Gonzalo, que tuvo como padrinos a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y a su esposa, Mercedes Barcha. Poco tiempo despu¨¦s el novelista peruano y su familia se instalar¨ªan en Barcelona, no lejos de donde ya viv¨ªa el colombiano. Hasta su sonada ruptura en 1976, fueron u?a y carne, pero nunca llegaron a escribir aquella novela guerrera. Hoy ser¨ªa una rareza firmada por dos premios Nobel. Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez lo recibi¨® en 1982. Mario Vargas Llosa, en 2010. Historia de un deicidio solo volvi¨® a publicarse en 2006 y como parte de las obras completas del autor peruano, que nunca hasta entonces hab¨ªa autorizado su reedici¨®n.
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