Qu¨¦ fatiga la virtualidad, qu¨¦ inmenso tedio la ¨²ltima de Spielberg
En 'Ready, Player, One' un acelerado , interminable y vacuo viaje, plagado de referencias a mitol¨®gicas criaturas del cine y del c¨®mic, existe alg¨²n momento que me saca del letargo
Deben de convivir arm¨®nicamente m¨²ltiples personalidades en ese individuo proteico llamado Steven Spielberg, pero a veces debe de ser complicado que el productor y el artista tengan claro el trabajo, las aspiraciones y los resultados que le corresponden al uno y al otro. El primero sabe que estar al frente durante casi cincuenta a?os de la maquinaria m¨¢s poderosa e influyente de la historia del cine exige poseer un olfato infalible para detectar lo que precisa la taquilla, inventarse modas, minimizar los riesgos, no olvidar jam¨¢s la regla de oro del gran negocio. El segundo cuenta historias que le salen del cerebro y del coraz¨®n, anhela que sus creaciones sean perdurables, no utiliza caminos convencionales ni facilones para provocar un universo de sensaciones en los receptores. La capacidad de trabajo, la imaginaci¨®n y el conocimiento del marketingque acumula este hombre deben de ser espectaculares. Financiando proyectos ajenos y coloc¨¢ndose detr¨¢s de la c¨¢mara.
En esa producci¨®n ingente que lleva su firma hay pel¨ªculas del artista Spielberg que mantienen su fascinaci¨®n y su gozo despu¨¦s de haberlas revisado muchas veces en el curso del tiempo. Son El diablo sobre ruedas, Tibur¨®n, E.T. El extraterrestre, La lista de Schindler, Salvar al soldado Ryan, Munich, Lincoln, El puente de los esp¨ªas y Los archivos del Pent¨¢gono. Otras que respeto o contienen atractivo (lastradas por finales obligatoriamente felices) y algunas que me resultan indignas de alguien con tanto talento.
Pero est¨¢ claro que el visionario y el magnate Spielberg descubren anticipadamente lo que desea el gran p¨²blico, se inventan filones inagotables, revitalizan g¨¦neros, imponen gustos. Le ocurri¨® con el escualo asesino, los encuentros en la tercera fase, los poltergeist, los goonies, los dinosaurios, las aventuras de Indiana Jones, los Transformers, y ahora los videojuegos en Ready Player One. E imagino que ese olfato le permite ser m¨¢s rico que Craso, pero lo que me enamora en su cine son otras cosas, no su jefatura absoluta del mercado.
¡°No critiqu¨¦is aquello que no pod¨¦is comprender¡±, aconsejaba Bob Dylan en su canci¨®n sobre los tiempos cambiantes. La ¨²ltima pel¨ªcula de Spielberg est¨¢ protagonizada por los juegos de ordenador, las consolas, la realidad virtual. Nada de eso forma parte de mis distracciones ni de mis adicciones. Mi ignorancia sobre estos temas es absoluta, no conozco su mecanismo ni donde reside su presunta magia, pero despu¨¦s de asistir al exhaustivo homenaje que les hace Spielberg sigo sin constatar su encanto. Desconocer las claves de los videojuegos tal vez no me legitime para criticar la historia que narra Spielberg, pero s¨ª puedo quejarme del inmenso tedio que me procura una pel¨ªcula fren¨¦tica y llena de ruido, persecuciones y combates entre avatares. Y tampoco tiene el menor poder de conmoci¨®n la gente real, encabezada por un chaval melanc¨®lico y deprimido cuya v¨ªa de escape ante su realidad es participar en una carrera virtual cuyo premio es heredar la fortuna del fallecido due?o de una esplendorosa empresa inform¨¢tica.
En este acelerado, aparatoso, interminable y vacuo viaje, plagado de referencias mitol¨®gicas a criaturas del cine y del c¨®mic, existe alg¨²n momento feliz que me saca del letargo, como el ingenioso y elaborado tributo a personajes y situaciones de El resplandor. Poco m¨¢s. Ni siquiera te puedes consolar con la impresionante m¨²sica que siempre ha aportado el habitual John Williams al cine de Spielberg. Aqu¨ª lo ha sustituido por el olvidable Alan Silvestri. Y habr¨¢ muchos espectadores (l¨ªbreme el Alt¨ªsimo de considerarles friquis) que flipar¨¢n con el nuevo invento de Spielberg. C¨®mo envidio su ¨¦xtasis.
Babelia
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