Vivir en gay, en g¨¦nero, en disidencia
La cultura cubana reflej¨® las dificultades de ser homosexual durante el castrismo. Autores como Reinaldo Arenas lucharon por lograr el fin de la persecuci¨®n que ahora anuncia el Gobierno
A medida que los titulares de los diarios se alejan de la isla, afirman que Cuba est¨¢ diciendo adi¨®s al comunismo. Lo que, traducido, viene a decir que el Partido Comunista ha empezado a legislar un presente en el que ya ha dejado de colocar como estaci¨®n futura de la historia a la propia sociedad comunista que le serv¨ªa como meta.
Los titulares atienden, tambi¨¦n, al hecho de que la propiedad privada acaba de recibir la bienvenida en la nueva constituci¨®n cubana. Lo que significa que ese mismo Partido Comunista asume como norte a una actualidad global en la que capitalismo econ¨®mico y pluralismo pol¨ªtico ya no tienen por qu¨¦ navegar, precisamente, juntos. Y esos titulares rematan con la puerta que abre dicha reforma constitucional al matrimonio homosexual; un paso inimaginable en otros tiempos en los que la homosexualidad ¡ªsin siquiera matrimonio¡ª fue castigada sin miramientos.
Es f¨¢cil apreciar que todo esto es el colof¨®n de un sufrimiento largo, inaceptable e innecesario en el que los homosexuales fueron reprimidos cl¨ªnica y socialmente. Tambi¨¦n es un reconocimiento a los que desde la cultura lucharon por la normalizaci¨®n. Hablamos de creadores como Reinaldo Arenas, Virgilio Pi?era o Severo Sarduy, Carlos Alfonzo, N¨¦stor D¨ªaz de Villegas, Carlos D¨ªaz, Abilio Est¨¦vez o Legna Rodr¨ªguez Iglesias.
Pero que llegue tarde no implica que no haya motivos para celebrarlo, del mismo modo que el hecho de que el Estado, por fin, lo acepte no supone que tengamos que agradec¨¦rselo.
Es evidente que un nuevo realismo pol¨ªtico mueve las aguas de estas reformas que han decidido legislar sobre el papel aquello que en la calle hace rato que suced¨ªa de facto. En esa cuerda, no todo es atribuible a una operaci¨®n de maquillaje, por m¨¢s que el viejo Maybelline no falte en el asunto. Pensar que todo lo que ocurre en un Gobierno pasa porque este as¨ª lo quiere es, muchas veces, un cap¨ªtulo del culto a la personalidad que tanto rechazamos.
Mucho han tenido que empujar generaciones de cubanos para que esto, por fin, tenga una dignidad legislativa. Con esta medida se asumen ¡ªa gusto o a rega?adientes, por reparaci¨®n o por aceptaci¨®n¡ª las batallas de seis d¨¦cadas de cultura y pr¨¢ctica de diferencia sexual en Cuba (por contabilizar solo los a?os vividos desde el triunfo de la revoluci¨®n). En esas batallas est¨¢ la historia de la represi¨®n y, asimismo, del enfrentamiento a esa represi¨®n. Est¨¢ la imposici¨®n, pero tambi¨¦n la posici¨®n libertaria de miles de gentes heroicas que abrieron el camino.
Es cierto que todav¨ªa hoy no se legisla el pensar distinto, ni el informar distinto. Y es verdad, adem¨¢s, que la aceptaci¨®n de la propiedad privada implica una acumulaci¨®n rudimentaria de capital en la que uno puede poner un bar pero no una editorial. O lo que es lo mismo: que uno puede enmendarle los mojitos al Estado pero no sus ideas. Todo eso es tan innegable como preocupante, pero no conviene subestimar la importancia que puede acarrear esta nueva medida para las nuevas generaciones. A ellas tambi¨¦n conviene refrescarles la memoria. Sin olvidar un solo segundo los desastres del pasado, vale la pena distinguir entre lo que un Gobierno hace porque quiere y lo que hace porque no le queda otro remedio. Lo que hace motu proprio, por convicci¨®n, y lo que es llevado a legislar porque la sociedad ha presionado.
El posible matrimonio homosexual llega, en Cuba, en un momento de divorcio entre capitalismo y democracia. Algunos de los titulares mencionados lo celebran dentro de un paquete de medidas que nos llevan al primero, pero tal vez deber¨ªamos celebrarlo como un adelanto de esa democracia del ma?ana que la sociedad cubana est¨¢ dibujando, ahora mismo, por su cuenta.
Cuando Giangiacomo Feltrinelli estaba traduciendo fren¨¦ticamente el Diario del Che en Bolivia, quedo muy escaldado por la homofobia del poder cubano. ¡°Veo nubarrones¡±, apunt¨® entonces. Un repaso, durante el siglo pasado, a las Unidades Militares de Ayuda a la Producci¨®n (UMAP), en los sesenta, al Congreso de Educaci¨®n y Cultura, en los setenta, o a los Procesos de Profundizaci¨®n de la Conciencia que recibieron los ochenta, para confirmar que esto no iba de un quinquenio ni de un arrebato represivo pasajero.
Eso hace m¨¢s heroica, si cabe, la posici¨®n diferente de los nombres antes mencionados. A estos nombres, entre much¨ªsimos otros (tambi¨¦n a la popularizaci¨®n de la causa lograda por la pel¨ªcula Fresa y chocolate), es a quienes se les debe este momento de la constituci¨®n cubana. Si el Parlamento legisla hoy sobre esto, es porque ellos, ellas y ellxs (como quieran nombrarse en estos tiempos de reivindicaci¨®n) ya reivindicaron una Cuba que ha escrito, sin el amparo de ninguna ley, el acto de vivir en gay, en g¨¦nero y, en definitiva, en disidencia.
Iv¨¢n de la Nuez es ensayista y comisario de arte cubano.
Babelia
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