La volc¨¢nica vida de Chavela Vargas: olvido, sexo, alcohol y balazos
Tras ser aplaudido en festivales, llega a las salas mexicanas un documental que bucea en la historia ¨ªntima de la artista m¨¢s all¨¢ del mito
Terror de las cantinas mexicanas, c¨®mplice tequilera de Jos¨¦ Alfredo durante parrandas interminables, la leyenda cuenta que Chavela Vargas abandon¨® el alcohol en los ochenta despu¨¦s de un trance cat¨¢rtico con unos chamanes. En realidad, fue el ultim¨¢tum de su pareja cuando la descubri¨®, ebria como siempre durante aquella ¨¦poca, ense?ando a su hijo de ocho a?os como se mataban ara?as a balazos de revolver.
¡°O dejas de beber o no nos vuelves a ver¡±, fueron las palabras de Alicia Elena P¨¦rez Duarte, representante y pareja durante los a?os m¨¢s oscuros de la volc¨¢nica artista costarricense, hija adoptiva de M¨¦xico y colosal heredera de su tradici¨®n ranchera. Desnudando el aura del mito, su dobleces, alegr¨ªas y amarguras, el documental Chavela se presenta este fin de semana en las salas mexicanas despu¨¦s de ser aplaudido en su periplo por festivales. Tambi¨¦n est¨¢ disponible en el portal online Filmin.
Las directoras, Catherine Gund y Daresha Kyi, arrancan en mitad de la partida. Con una entrevista en 1991, cuando la cantante acababa de regresar a los escenarios despu¨¦s de 12 a?os de vac¨ªo. ¡°La gente cre¨ªa que estaba muerta¡±, cuenta una de las promotoras de aquel primer nuevo concierto, que estuvo a punto de caerse antes de empezar. Las promotoras amenazaron con cancelar si Chavela osaba volver a beber un trago.
¡°El alcohol es la enfermedad de la soledad, del abandono, de estar rodeado de mucha gente pero al final, nada¡±, reconoc¨ªa ella misma ante la c¨¢mara. Soledad es una de las palabras que m¨¢s repiten en la cinta. Desde la semblanza de ¡°aquella ni?a triste, un poco sola, que no ten¨ªa el verdadero amor de sus padres¡±, quienes la consideraban rara, una ni?a-ni?o con manos grandes y cuerpo enjuto, que la escond¨ªan ¡°para que no la vieran las visitas¡± y que hasta el cura de San Jos¨¦ le prohib¨ªa la entrada en la iglesia.
De aquella claustrof¨®bica Costa Rica sali¨® huyendo a finales de los treinta. Con 17 a?os lleg¨® al M¨¦xico del cine de oro, con sus f¨¦rreos prototipos de machos bigotones y almibaradas dulcineas. ¡°M¨¦xico me ense?¨® a ser lo que soy, pero no con besos sino a patadas y a balazos. Me agarr¨® y me dijo te voy a hacer una mujer en tierra de hombres y te voy a ensa?ar a cantar¡±. O en palabras de otra de las voces del documental: ¡°en un mundo muy macho, muy mis¨®gino, donde una lesbiana no ten¨ªa lugar, Chavela tuvo que ser la m¨¢s fuerte, la m¨¢s macha, la m¨¢s borracha¡±.
Se construy¨® a s¨ª misma como un personaje a la contra de los roles de aquel mundo, como una especie de hero¨ªna anti-femenina: parca, altiva, amante imbatible con pantalones y poncho. De Frida Kahlo a Ava Gardner, de jovencitas estadounidenses en la playa de Acapulco a las esposas de los ministros que iban a verla en sus conciertos, ella misma fue cimentando su leyenda depredadora.
Su carrera mientras tanto, pese al apoyo de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, t¨®tem de la canci¨®n mexicana, no lograba dar el gran salto. ¡°Le daban lugares chiquitos, bohemios, nunca los grandes escenarios¡±, recuerda el hijo de Jim¨¦nez. Poco a poco se fue apartado de los focos. Recluida con su perro en su casa de Tepoztlan, una zona boscosa a las afueras de la capital mexicana, pasaba el d¨ªa bebiendo con quien se encontrase en su camino, viviendo casi de la caridad de los amigos.
Hasta que la sobriedad le devolvi¨® a los escenarios, y en uno de aquellos conciertos el encuentro con un productor espa?ol le abri¨® definitivamente las puertas del reconocimiento, la fama y el ¨¦xito internacional. Pedro Almod¨®var, amigo, padrino, ¡°mi marido en esta tierra¡±, la propulsa colocando sus canciones en sus pel¨ªculas. Par¨ªs tambi¨¦n se rinde a sus quejidos tras el famoso concierto en el Olimpia. Vuelve a casa y llena el Auditorio Nacional, el Palacio de Bellas Artes, los grandes recintos de la alta cultura mexicana. ¡°Es un orgullo cumplir este sue?o cuando ya casi estoy acabando¡±, cuenta a c¨¢mara. En 2012, con 92 a?os, decide volver a Madrid. Es verano y en aquel ¨²ltimo concierto se niega a sentarse durante las m¨¢s de dos horas de recital.
Sus amigos aseguran que su intenci¨®n era morir, literalmente, encima del escenario. No lo logr¨® porque el achaque vino despu¨¦s de cantar. La internaron. ¡°No me voy a morir en Espa?a. Daos prisa porque ¨¦sta ha estado rondando por aqu¨ª y ya me quiere llevar¡±, recuerdan sus allegados que dijo aquel d¨ªa. Apenas un mes despu¨¦s, ya en M¨¦xico, se apagaba el volc¨¢n.
Babelia
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