El cuentista de las favelas
Geovani Martins publica en Espa?a ¡®El sol en la cabeza¡¯, un libro de relatos inspirado en sus experiencias en uno de los barrios m¨¢s pobres de R¨ªo de Janeiro, donde a¨²n vive
El brasile?o Geovani Martins supo que era pobre a los 11 a?os, cuando se mud¨® de una favela de R¨ªo de Janeiro a otra. Eran solo 50 kil¨®metros desde tierra dentro hacia la costa, pero aquello le abri¨® la puerta a un universo distinto. Su madre, do?a Neide, decidi¨® que se mudaban a Vidigal porque desde Bang¨² ella tardaba m¨¢s de cinco horas diarias en ir y venir en autob¨²s al hotel de la playa de Ipanema donde trabajaba como limpiadora. ¡°Hasta entonces nunca hab¨ªa pensado que era pobre. Eso de ricos y pobres eran cosas de la televisi¨®n. En mi barrio todos viv¨ªamos en condiciones parecidas. Aqu¨ª vi que exist¨ªan los ricos de verdad¡±, explica este escritor de 28 a?os en el sal¨®n de su casa ¡ªante una vista de R¨ªo de Janeiro que corta la respiraci¨®n¡ª en un piso de Vidigal, donde a¨²n vive aunque ahora emancipado.
Las favelas como esta, encaramadas a las colinas de la ciudad, ofrecen una vista privilegiada a una de las bah¨ªas m¨¢s espectaculares del planeta y a la desigualdad social. Los ultrarricos viven abajo, a pie de playa, a poco m¨¢s de un kil¨®metro. Martins traza en su primera obra, El sol en la cabeza, que ha publicado este mes en espa?ol Alfaguara, un minucioso retrato de la vida de sus colegas, de sus vecinos, del Brasil de la periferia. Gracias al exitoso debut literario empieza a ser aceptado en lugares donde antes no le quer¨ªan o, en el mejor de los casos, era invisible: ¡°Es extra?o porque soy el mismo, hijo de la misma madre¡±.
Esta primera obra es un libro corto de 13 cuentos escritos con la pericia y la paciencia de un orfebre que sumerge al lector, tambi¨¦n al brasile?o, en una galaxia desconocida que a menudo queda a la vuelta de la esquina. Ha logrado vender 50.000 ejemplares en Brasil, adem¨¢s de publicar en un pu?ado de pa¨ªses como Estados Unidos, Alemania o incluso China. Martins describe lo cotidiano, el placer de ir a la playa a fumar marihuana con los colegas, el acoso policial, el pavor de los ricos o c¨®mo el en¨¦simo enfrentamiento a tiros entre narcos y polic¨ªas convierte en reh¨¦n al barrio entero. Cuando el lector espera angustia, asesinatos, drama, se topa con algo de eso pero envuelto en un relato de dignidad, resistencia y esperanza.
Mudarse a una favela cercana al centro de R¨ªo le abri¨® a Martins las puertas a librer¨ªas, bibliotecas, teatros, conciertos¡ Un mundo cultural vibrante donde adquiri¨® los mimbres de una escritura con un gran dominio de los muchos registros de la lengua. Aunque abandon¨® la escuela a los 17 a?os sin la educaci¨®n b¨¢sica, su madre le aficion¨® a leer. En cuanto se corri¨® la voz, empezaron a llegarle libros regalados por sus vecinos o sus patrones. Se curti¨® en talleres de escritura en favelas. Una afici¨®n que sus colegas ve¨ªan extra?a. ¡°Pero siempre me respetaron. Me tra¨ªan historias, empec¨¦ a ganar muchos olheiros [ojeadores]¡±, dice, llam¨¢ndolos como a los cr¨ªos que alertan a los traficantes de drogas de que viene la polic¨ªa.
Un hogar para 11 millones de brasile?os
Favela es una de las palabras del portugu¨¦s brasile?o m¨¢s conocida fuera de sus fronteras. Tiene su origen en una planta que dio nombre al que se considera el primero de estos asentamientos urbanos que nacen y crecen de manera desordenada y mal comunicados. La favela original, ubicada en el morro de la Providencia de R¨ªo de Janeiro, a¨²n existe. Fue fundada a principios del XX por los veteranos de la guerra de Canudos. Los negros liberados tras la abolici¨®n de la esclavitud en 1888 est¨¢n tambi¨¦n entre los moradores originales. Hoy son el hogar de 11 millones de brasile?os. La favela de la Providencia es el hogar de miles de familias pobres, un conjunto de viviendas precarias con graves problemas de saneamiento arracimadas de tal manera que por muchas calles pasa solo una persona. Tiene muchos templos evang¨¦licos, alg¨²n restaurante y una buena vista. Queda cerca de la Estaci¨®n Central de Brasil, donde transcurre la pel¨ªcula de Walter Salles.
Las autoridades construyeron un telef¨¦rico hace unos a?os que, pasados el Mundial y los Juegos Ol¨ªmpicos, fue clausurado pese a las protestas de los vecinos, obligados de nuevo a subir a pie o en mototaxi a sus casas. Hasta entre las favelas tambi¨¦n hay clases: Vidigal, la m¨¢s chic, se hizo famosa en el a?o ol¨ªmpico entre los turistas.
Muchos de sus cuentos est¨¢n protagonizados por adolescentes favelados, escritos con una jerga del portugu¨¦s brasile?o muy enraizada en R¨ªo de Janeiro que distingue si son de esta o de aquella barriada. El autor exhibe un enorme dominio de la lengua. Sin duda, un desaf¨ªo para el traductor al espa?ol V¨ªctor V. ?beda. Ah¨ª est¨¢ tambi¨¦n el miedo, pero visto desde una perspectiva menos habitual: ¡°De pronto, ca¨ª en la cuenta de que yo era el motivo de su sobresalto, yo era la amenaza¡±, dice el protagonista de un cuento que aborda la brutal desigualdad y el instante en que el favelado deja de ser invisible para los vecinos de los barrios ricos. Retrata el racismo institucional que convierte al vecino de la periferia en sospechosos de oficio en cualquier tienda o en el paseo mar¨ªtimo. Otro de los personajes, clama: ¡°?He nacido y me he criado en esta mierda para que ahora venga un polic¨ªa a pedirme explicaciones?¡±. A lo largo del libro, dos constantes: la marihuana y esas mujeres que han criado solas a sus hijos.
Ser invitado en 2015 a la Flip, la gran feria literaria internacional de Brasil, le convirti¨® en un descubrimiento. ¡°All¨ª me di cuenta de que era negro porque era el ¨²nico. Todos eran blancos¡±. No solo eso. ¡°Me deslumbr¨® ser tratado como un igual¡± por el qui¨¦n es qui¨¦n de la cultura brasile?a. Porque incluso ahora, que ha triunfado, le recuerdan de d¨®nde viene. Cuenta que recientemente baj¨® a Ipanema a cobrar parte de los derechos de autor de una pel¨ªcula basada en El sol en la cabeza cuando se aproxim¨® a un hombre encorbatado a preguntar la hora. ¡°No tengo dinero¡¯, me dijo en cuanto me acerqu¨¦ a ¨¦l. Oye, que yo no estaba mal vestido¡±, insiste el escritor carioca, ataviado con un niki, pantal¨®n corto y chanclas. Deliberadamente, omite la raza de los protagonistas de sus cuentos harto de que a los negros de la literatura lo primero que los defina sea el color. La elecci¨®n de los actores para la pel¨ªcula le ha obligado a revelar la raza de sus personajes (en el libro se intuye que son negros).
Con m¨¢quina de escribir
La biograf¨ªa no es lo ¨²nico at¨ªpico en Martins. Tras un primer esbozo a mano, escribe sus relatos a m¨¢quina, en una vieja Remington 22 que su madre le trajo como una salvaci¨®n cuando el viejo ordenador de este nativo digital muri¨®. Ha abrazado la m¨¢quina para escribir ficci¨®n. Y explica: ¡°Porque me obliga a repensar cada palabra¡±. Las columnas del diario O Globo las escribe en el ordenador.
Es consciente de que es un privilegiado; porque vive de escribir, viaja por Brasil y el extranjero, gana dinero. Es esencial para ¨¦l no estar solo, que cada vez se escuchen m¨¢s voces de las favelas fuera de ellas, descubiertas entre otras cosas gracias a proyectos culturales. Pero sabe bien que fue clave salir de aquella favela tierra adentro rodeada de otras favelas, acercarse a las oportunidades que le brind¨® la cultura de R¨ªo. Estar acompa?ado le ¡°da cierta esperanza¡± porque, recalca, ¡°es una tristeza saber que hay muchos talentosos que no consiguen atravesar ciertas puertas, romper muros, que solo trabajan para sobrevivir, que tienen ya dos tres hijos, que acabaron en el crimen, presos¡¡±. E incide: ¡°Son gente sin perspectiva que conozco desde cr¨ªo¡±. Est¨¢n ah¨ª, a 50 kil¨®metros de una de las playas m¨¢s bellas del mundo. O arriba, en las colinas. En las periferias de Brasil.
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