¡®Cappuccino¡¯ y terror
Lo banal se infiltra en los momentos trascendentes en estos d¨ªas que a veces parecen ya los del Juicio Final
En El eclipse, la pel¨ªcula de Michelangelo Antonioni de 1962, Monica Vitti visita la Bolsa de Roma y su novio, Alain Delon, le se?ala a un se?or que justo en aquel momento acaba de perder una fortuna, 50 millones de liras. Intrigada, decide seguir a ese hombre y ve que pide un refresco en un bar, aunque no llega ni a probarlo, entrar luego en una cafeter¨ªa y pedir un agua mineral que deja casi intacta mientras escribe algo en un trocito de papel que acaba dejando en la mesa. Imaginamos que en el papelito hay un mont¨®n de cifras fren¨¦ticas o melanc¨®licas. Vitti se acerca m¨¢s y ve que ha ...
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En El eclipse, la pel¨ªcula de Michelangelo Antonioni de 1962, Monica Vitti visita la Bolsa de Roma y su novio, Alain Delon, le se?ala a un se?or que justo en aquel momento acaba de perder una fortuna, 50 millones de liras. Intrigada, decide seguir a ese hombre y ve que pide un refresco en un bar, aunque no llega ni a probarlo, entrar luego en una cafeter¨ªa y pedir un agua mineral que deja casi intacta mientras escribe algo en un trocito de papel que acaba dejando en la mesa. Imaginamos que en el papelito hay un mont¨®n de cifras fren¨¦ticas o melanc¨®licas. Vitti se acerca m¨¢s y ve que ha dejado a medio hacer el dibujo de una flor¡ El hombre arruinado ya no vuelve a aparecer en la pel¨ªcula, pero no cabe duda de que Antonioni nos ha revelado algo sobre su temperamento y por extensi¨®n sobre cierto tipo de conducta humana bajo presi¨®n: una reacci¨®n trivial cuando el momento ped¨ªa desesperaci¨®n. El caso es que de ese hombre, del que ya no sabremos nunca nada m¨¢s, lo que con el tiempo vamos a recordar ser¨¢ ese dibujo que asumir¨¢ nada menos que el sentido de toda su existencia.
Es lo banal infiltr¨¢ndose en los momentos trascendentes. Yo esta misma ma?ana, en la cocina, he vivido esa irrupci¨®n de lo trivial en la tragedia. Son d¨ªas que a veces parecen ya los del Juicio Final. Y quiz¨¢s eso ha reforzado mi malestar por tener que agacharme para recoger del suelo un sobre de Nescaf¨¦ cappuccino, mi gasolina para sobrellevar la reclusi¨®n. Quiz¨¢s este cutre descenso al suelo de la cocina, he pensado, sea lo ¨²nico que vaya a quedar de m¨ª. Estaba influenciado en ese momento ¨Cmejor que lo explique¨C por el recuerdo del daguerrotipo del Boulevard du Temple, la primera fotograf¨ªa en la que aparece una figura humana. La l¨¢mina de plata representa el Boulevard du Temple fotografiado por Daguerre desde la ventana de su estudio en una hora punta. Sin duda, el bulevar estaba a esas horas abarrotado de gente y de coches y, sin embargo, dado que los aparatos de la ¨¦poca exig¨ªan un tiempo de exposici¨®n extremadamente largo, de toda esa masa en movimiento no se ve absolutamente nada, excepto un peque?o mont¨ªculo negro sobre la acera, en la parte inferior izquierda de la foto. Se trata de la silueta de un hombre que en ese largo momento se estaba haciendo lustrar las botas y que, por tanto, permaneci¨® inm¨®vil durante suficiente tiempo, con la pierna apenas levantada para apoyar el pie sobre la caja del limpiabotas.
?Qui¨¦n fue el primero que vio en ese daguerrotipo la imagen m¨¢s apropiada del Juicio Final? La masa de los humanos ¨Cla humanidad entera¨C est¨¢ presente, pero no se ve, porque el juicio concierne a una sola persona, a una sola vida. ?Y de qu¨¦ manera ha sido captada y va a ser juzgada esa sola vida? En un momento bien banal. ?En el gesto de hacerse lustrar los zapatos! Un gesto que de golpe asume nada menos que el sentido de toda una existencia¡ ?No es en verdad terror¨ªfico? Es probable. Pero es que, encima, uno intuye que tambi¨¦n son apocal¨ªpticos los zapatos, que tienen forma de cafetera; horripilantes, vamos.