Horacio
Hasta hace tres semanas, con la llegada del confinamiento domiciliario de millones de seres humanos, nadie hab¨ªa osado desdecir al ¡®carpe diem¡¯


El poeta romano Horacio, que naci¨® en el a?o 65 antes de Cristo y vivi¨® 56 a?os, escribi¨® un verso memorable que dec¨ªa as¨ª: ¡°carpe diem, quam minimun credula postero¡±. Su traducci¨®n es esta ¡°coge el d¨ªa, conf¨ªa lo m¨ªnimo en el futuro¡±. Este verso influy¨® de una manera abrumadora en la literatura posterior, desde Petrarca, Dante, Garcilaso, Cervantes, hasta Byron, Whitman, Hemingway o Constantino Kavafis. El carpe diem se convirti¨® en un s¨ªmbolo urgente del vitalismo.
Pienso en Horacio porque ahora nos ha sido hurtado el presente y se nos convoca, desde nuestras casas, en donde estamos encerrados, a la espera de un futuro que se aleja dos semanas m¨¢s en cada comparecencia de quienes nos gobiernan. El Covid-19 est¨¢ pulverizando a Horacio y a toda una tradici¨®n literaria, que amaba la vida. Si el carpe diem triunf¨® en todo el mundo (ahora me acuerdo tambi¨¦n de aquella c¨¦lebre pel¨ªcula El club de los poetas muertos) era porque recordaba que la vida es un acto presente. El gran novelista J. G. Ballard le dio otra vuelta moral al carpe diem horaciano y dijo que el pasado no existe, con lo cual ven¨ªa a decir que el futuro tampoco existe. Otra manera de darle la raz¨®n a Horacio.
Hasta hace tres semanas, con la llegada del confinamiento domiciliario de millones de seres humanos, nadie en la historia de la civilizaci¨®n occidental ni desde la filosof¨ªa, ni desde el arte, ni desde la literatura, hab¨ªa osado desdecir a Horacio. Si algo hemos sido todos en esta vida es horacianos. Toda la poes¨ªa espa?ola es horaciana. Horaciano fue G¨®ngora, lo fue Luis Cernuda, Gil de Biedma, y un largo etc¨¦tera, que llega hasta nuestros d¨ªas, en poetas como Gonz¨¢lez Iglesias o Aurora Luque, entre otros muchos. Si amas la vida, tienes que ser horaciano.
Solo el catolicismo, y ahora el confinamiento, retrasaban la urgencia de vivir la vida en su presente m¨¢s real, s¨®lido y necesario. Confinamiento y cristianismo se dan la mano en eso: nos prometen un futuro de liberaci¨®n, que no llega. ?Estoy exagerando? Claro que s¨ª, y eso espero, pero lo hago para que la gente que est¨¢ confinada no olvide que su renuncia al presente es renuncia a la grandeza de la vida y que lo que no est¨¢ viviendo hoy se perder¨¢ para siempre. Las guerras fueron infinitamente peores que el confinamiento, pero eran horacianas. Las guerras a¨²n intensificaban m¨¢s el carpe diem. Si pod¨ªas morir en cualquier momento, la entrega a las pasiones de la vida era ciega y absoluta.
Qu¨¦ raro enemigo le acaba de salir a Horacio con el coronavirus. Tendremos que convertir nuestros pisos en mansiones de fiestas, org¨ªas y vida inventada. Un mundo sin Horacio es un mundo muerto. El aplazamiento de la vida a un futuro mejor me recuerda a los totalitarismos. Hay que salvar a Horacio de esta horrible peste que niega el mayor don de los seres humanos: el gozo del tiempo presente.
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