Italia revisa la memoria del ¨ªdolo Montanelli
La ola de protestas raciales socava el consenso en torno al legendario periodista, por su matrimonio con una ni?a africana
A Indro Montanelli (Fucecchio, 1909-Mil¨¢n, 2001) le gustaba jugar en campo contrario. Sarc¨¢stico, provocador, terminaba siempre enfrentado incluso a su propio p¨²blico. Aquella noche de 1969, durante la transmisi¨®n en la RAI de un cap¨ªtulo de La hora de la verdad, el monumental periodista y escritor desvel¨® un cap¨ªtulo de su vida que embarr¨® para siempre su nombre.
¡ªSe ve que eleg¨ª bien. Era una bell¨ªsima chica de 12 a?os¡ Perdonad, pero en ?frica es otra cosa. Se la compr¨¦ al padre. Era un animalito d¨®cil, ...
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A Indro Montanelli (Fucecchio, 1909-Mil¨¢n, 2001) le gustaba jugar en campo contrario. Sarc¨¢stico, provocador, terminaba siempre enfrentado incluso a su propio p¨²blico. Aquella noche de 1969, durante la transmisi¨®n en la RAI de un cap¨ªtulo de La hora de la verdad, el monumental periodista y escritor desvel¨® un cap¨ªtulo de su vida que embarr¨® para siempre su nombre.
¡ªSe ve que eleg¨ª bien. Era una bell¨ªsima chica de 12 a?os¡ Perdonad, pero en ?frica es otra cosa. Se la compr¨¦ al padre. Era un animalito d¨®cil, llegaba con el cesto en la cabeza donde me tra¨ªa la ropa limpia.
Le cost¨® 350 liras del a?o 1935 que entreg¨® al padre tras negociar el precio. Se llamaba Dest¨¤ y era una ni?a virgen. Montanelli, que entonces ten¨ªa 26 a?os, quiso que fuera as¨ª para no contraer ninguna enfermedad. Tambi¨¦n explic¨® luego que se limit¨® a seguir las costumbres y leyes del lugar. El legendario periodista comandaba el 20? batall¨®n eritreo en Abisinia (Etiop¨ªa). Se fue all¨ª fascinado por Benito Mussolini, en plena campa?a africana. Pero tambi¨¦n persiguiendo el aroma de las aventuras de Rudyard Kipling, a quien admiraba profundamente. Se hizo voluntario del ej¨¦rcito porque la agencia de noticias para la que trabajaba no quiso enviarle. Se cas¨® con ella, luego volvi¨® a Italia y regres¨® 15 a?os despu¨¦s para visitarla. Siempre dijo que la quer¨ªa. Sol¨ªa contar tambi¨¦n que Dest¨¤ tuvo tres hijos con un suboficial suyo que se cas¨® con ella tras pedirle a ¨¦l permiso. Al primog¨¦nito lo llamaron Indro. Nunca se avergonz¨® de ello.
El pasado fin de semana, en plena ola mundial de protestas contra el racismo, el monumento que recuerda a Montanelli en los jardines Cavour de Mil¨¢n ¡ªdonde fue tiroteado en 1974 por la Brigadas Rojas¡ª apareci¨® te?ido de rojo. El ep¨ªgrafe de ¡°periodista¡± que acompa?a a su nombre fue tachado y sustituido por las palabras ¡°racista y violador¡±. La derecha le defendi¨® en bloque. Salieron al paso Matteo Salvini y Giorgia Meloni. Militantes de Fratelli d¡¯Italia corrieron a limpiar la efigie y a reivindicar su figura. La izquierda matiz¨®, a?adi¨® coletillas, pero siempre subray¨® que Montanelli fue mucho m¨¢s que ese episodio. Italia, somete ahora a juicio a uno de sus ¨ªdolos.
El pasado fin de semana, en plena ola mundial de protestas contra el racismo, el monumento que recuerda a Montanelli en los jardines Cavour de Mil¨¢n ¡ªdonde fue tiroteado en 1974 por la Brigadas Rojas¡ª apareci¨® te?ido de rojo
La grieta que se abri¨® aquella noche en la televisi¨®n p¨²blica no era ning¨²n secreto. La conoc¨ªan todos sus allegados y la repiti¨® y escribi¨® el propio Montanelli muchas veces m¨¢s. Marco Travaglio, actual director de Il Fatto Quotidiano y uno de sus grandes disc¨ªpulos, tambi¨¦n la recuerda. ¡°Me la cont¨® una de las primeras veces que entr¨¦ en su despacho del Il Giornale¡±. En aquella oficina hab¨ªa un escritorio tallado por su abuelo, una Oivetti 22, un p¨®ster en la pared de una corrida de El Cordob¨¦s y los retratos de tres mujeres sobre la mesa. ¡°Eran las esposas que hab¨ªa tenido: Dest¨¤ [la ni?a eritrea], Maggie y Colette Rosselli. Le pregunt¨¦ qui¨¦n era aquella chica negra, y me cont¨® toda la historia¡±, recuerda Travaglio.
Montanelli, un toscano de pies a cabeza, c¨¢ustico, autor de m¨¢s de 30 libros y Premio Pr¨ªncipe de Asturias en 1996, fue siempre un verso suelto en Italia. Primero fue fascista (¡°m¨¢s que fascista era mussoliniano¡±, dijo). Luego reneg¨® de ello y en pleno r¨¦gimen tuvo que marcharse del pa¨ªs que adoraba tras escribir una cr¨®nica en Il Messaggero sobre la batalla de Santander (fue corresponsal en Espa?a durante la Guerra Civil), poco en sinton¨ªa con la ¨¦pica oficial del r¨¦gimen: ¡°El ¨²nico enemigo era el calor¡±, ironiz¨® sobre lo que se hab¨ªa considerado una gesta b¨¦lica. Fue expulsado del partido, de la profesi¨®n, fue detenido, condenado a muerte, escap¨® del pelot¨®n de fusilamiento por los pelos y se march¨® a Estonia. Cuando volvi¨®, escribi¨® decenas de libros, miles de art¨ªculos que se estudian con subrayador todav¨ªa la universidad, una Historia de Roma trepidante o una enciclop¨¦dica Historia de Italia que se convirti¨® en el paisaje habitual de los salones de las casas de toda la clase media de la ¨¦poca.
Montanelli fue tambi¨¦n la firma m¨¢s importante de Il Corriere della Sera durante m¨¢s de 30 a?os. Pero tambi¨¦n de ah¨ª se march¨® dando un portazo con un grupo de periodistas porque la l¨ªnea editorial vir¨®, para su gusto, demasiado a la izquierda. Fund¨® Il Giornale, un diario propiedad solo de sus lectores y de quienes lo escrib¨ªan que pilot¨®, escorado a la derecha liberal, durante m¨¢s de una d¨¦cada y le permiti¨® mostrar sus principios insobornables como director. ¡°Era un fuera de serie. Me transmiti¨® dos lecciones fundamentales. Primero: no hay que tener due?os, solo lectores. Y segundo: Escribe pensando en los que te leen, no en mandar mensajes cifrados a pol¨ªticos o en satisfacer tu ego o el de una tercera persona. S¨¦ simple, breve, algo divertido¡ la gente ya tiene suficientes problemas¡±, recuerda Travaglio, entonces joven redactor de aquel artefacto. Pero sucedi¨® algo que cambi¨® el esquema del pa¨ªs. Y la visi¨®n que ten¨ªa la izquierda de Montanelli
Silvio Berlusconi entr¨® en pol¨ªtica en 1993 y polariz¨® Italia. ¡°Nunca am¨¦ a Montanelli. Pero ah¨ª nos encontramos del mismo lado. En el antiberslusconismo entr¨® toda una parte del pa¨ªs unificada por aquella campa?a¡±, se?ala Norma Rangeri, actual directora del diario comunista Il Manifesto. La izquierda se reconcili¨® con una de sus bestias negras y le perdon¨® todos sus pecados aquel a?o. La puesta en escena de aquella nueva alianza se produjo en la fiesta del peri¨®dico L¡¯Unit¨¤ (diario del Partido Comunista fundado por Antonio Gramsci), cuando su entonces director, Walter Veltroni [luego fue alcalde de Roma], le invit¨® a participar en un debate. Fue hasta all¨ª esperando silbidos, como otras veces. Pero se march¨® con un atronador aplauso.
La vida esos d¨ªas en Italia ya solo se conceb¨ªa en contra o a favor del entonces presidente del AC Mil¨¢n y due?o de Mediaset y propietario de Il Giornale desde hac¨ªa 13 a?os. Montanelli hab¨ªa aceptado su dinero para relanzar el peri¨®dico cuando los n¨²meros no cuadraban. Il Cavaliere, que a?os m¨¢s tarde le ofrecer¨ªa sin ¨¦xito un lugar en su mausoleo de amigos y familia en la mansi¨®n de Arcore, se hab¨ªa ido verle a la cama del hospital despu¨¦s de haber sido tiroteado por las Brigadas Rojas y le convenci¨®. El periodista toler¨® durante todo ese tiempo a un editor con dudosos lazos y miembro ya de la turbia Logia mas¨®nica P2, pero puso fin a la historia cuando Berlusconi le pidi¨® que el peri¨®dico apoyase el lanzamiento de Forza Italia. Abandon¨® as¨ª el rotativo que hab¨ªa fundado con otro portazo.
Montanelli nunca acept¨® favores (al menos, profesionales). En 1991 rechaz¨® el cargo de senador vitalicio que le ofreci¨® el entonces presidente de la Rep¨²blica, Francesco Cossiga. Y lo mismo hizo tras su salida de Il Giornale. Poco despu¨¦s de aquella renuncia recibi¨® una llamada de Paolo Mieli, amigo y entonces director del Corriere della Sera (desde 1992 a 1997), su vieja casa period¨ªstica. ¡°Le ofrec¨ª mi cargo. La propiedad del peri¨®dico [Gianni Agnelli y el banquero Enrico Cuccia] estaba de acuerdo, claro¡±, recuerda el hoy articulista y l¨²cido ensayista. Montantelli prefiri¨® fundar La Voce, un nuevo diario. ¡°Cuando uno rechaza cosas as¨ª es que tiene un sentido de libertad muy alto. Yo esa valent¨ªa, esa independencia la conoc¨ª muy de cerca. Me pareci¨® que se dio cuenta de su error. Pero no quiero minimizar lo m¨¢s m¨ªnimo aquel episodio. De hecho, a m¨ª no parece mal que quede una mancha roja en la estatua¡±. Esas, justamente, son las ¨²nicas que han podido borrarse ya.