La Espa?a con la cruz a cuestas
El trabajo del fot¨®grafo vasco Koldo Chamorro, que document¨® la liturgia cristiana con una mirada inquietante, llega al Museo L¨¢zaro Galdiano
La Espa?a tenebrosa del catolicismo, la de los pueblos que en el final del franquismo celebraban a?ejas ceremonias presididas por la cruz, liturgias que parec¨ªan llamadas a desaparecer con la modernizaci¨®n del pa¨ªs, fue objetivo del fot¨®grafo Koldo Chamorro (Vitoria, 1949-Pamplona, 2009) durante el ¨²ltimo cuarto del siglo XX. Los que lo conocieron definen a Chamorro como un hombre con un car¨¢cter extrovertido y, a la vez, dif¨ªcil, a veces ¨¢spero. Quiz¨¢s ello explique la rotunda mirada que proye...
La Espa?a tenebrosa del catolicismo, la de los pueblos que en el final del franquismo celebraban a?ejas ceremonias presididas por la cruz, liturgias que parec¨ªan llamadas a desaparecer con la modernizaci¨®n del pa¨ªs, fue objetivo del fot¨®grafo Koldo Chamorro (Vitoria, 1949-Pamplona, 2009) durante el ¨²ltimo cuarto del siglo XX. Los que lo conocieron definen a Chamorro como un hombre con un car¨¢cter extrovertido y, a la vez, dif¨ªcil, a veces ¨¢spero. Quiz¨¢s ello explique la rotunda mirada que proyect¨® en las 62 fotograf¨ªas que, con la cruz como hilo conductor, pueden verse en el Museo L¨¢zaro Galdiano, en Madrid, en la exposici¨®n El Santo Christo Ib¨¦rico, hasta el 20 de septiembre.
Procedente del Museo de Navarra, donde la interrumpi¨® el coronavirus, y enmarcada en la programaci¨®n de PHotoEspa?a, la muestra se compone de im¨¢genes que, en numerosas ocasiones, turban el sosiego, desestabilizan, son fotos para las que no encontramos una explicaci¨®n l¨®gica. ?Qu¨¦ hace esa mujer casi desnuda tirada a las puertas de un cementerio sevillano? ?Y ese ni?o tumbado sobre una mesa, en un cerro desde el que se ve, al fondo de un valle navarro, una gran cruz? El comisario de la exposici¨®n, el fot¨®grafo Clemente Bernad, ha explicado en la presentaci¨®n este lunes que ¡°Koldo Chamorro ten¨ªa una parte de escen¨®grafo, a veces preparaba las im¨¢genes, pero en otras no lo sabemos¡±. En cualquier caso, era un autor con predilecci¨®n por los aspectos ¡°perif¨¦ricos¡± de los ritos en definici¨®n del comisario.
Pese a instant¨¢neas que al contemplarlas parece que nos pasaran lija por la piel, Chamorro ten¨ªa un sentido de la est¨¦tica y la composici¨®n exquisitos, con las cruces recort¨¢ndose en elementos en diagonal. C¨®mo, si no, pudo tomar im¨¢genes con varias personas en distintos planos, gestos y posiciones. En una de ellas, para m¨¢s inri, el Cristo en procesi¨®n pasa justo delante de una casa con el n¨²mero 33 en su fachada. Las sombras son tambi¨¦n piedra angular de su fotograf¨ªa documental, como en una de sus enigm¨¢ticas tomas: la de la sombra de una cruz sobre el asfalto sin que haya rastro del cuerpo que la proyecta, cuando a su lado hay una moto y su sombra.
Chamorro desarroll¨® esta inquietante mirada sobre la religi¨®n en Espa?a, a veces corrosiva, en paralelo a otros trabajos, algunos a¨²n por descubrir, en una ¨¦poca, a comienzos de los setenta, cuando form¨® parte del grupo de fot¨®grafos que se dio en llamar Los cinco jinetes del apocalipsis. Junto a Cristina Garc¨ªa Rodero, Crist¨®bal Hara, Fernando Herr¨¢ez, con el que ten¨ªa gran amistad, y Ram¨®n Zabalza. Tambi¨¦n gravit¨® en torno a ese n¨²cleo un checo que se hab¨ªa exiliado de su pa¨ªs tras la Primavera de Praga, hoy un cl¨¢sico, Josef Koudelka. Al principio, iban juntos a retratar las fiestas y ritos de los pueblos m¨¢s rec¨®nditos, luego, la vida y sus distintos pareceres los distanci¨®.
Bernad ha subrayado que El Santo Christo Ib¨¦rico fue el proyecto en el que ¡°m¨¢s esfuerzo invirti¨® Koldo¡±. ¡°Era arriesgado dar esa visi¨®n de Espa?a al final de una dictadura y luego, con la movida, se quer¨ªa promocionar un pa¨ªs europeo, alejado de la Espa?a negra¡±. Un ejemplo de ese atrevimiento es el cad¨¢ver tendido en un hospital de un joven fallecido en accidente de motocicleta que, con los brazos en cruz y vaciado de ¨®rganos, llamaba su autor El Cristo donante. Un humor negro que asoma en algunos momentos del recorrido.
Nacido en Vitoria, Chamorro vivi¨® hasta los 16 a?os en Guinea Ecuatorial con su familia, un motivo para que, a la vuelta, no se sintiera muy arraigado. ¡°Soy un negro de piel blanca¡±, dec¨ªa. Estudi¨® Ingenier¨ªa de Telecomunicaciones y Marketing, pero, en 1974, gracias a una beca de arte para ampliar estudios en el extranjero, ¡°viaj¨® a los encuentros de Arl¨¦s y asisti¨® a talleres en los que decidi¨® que se iba a inclinar por la fotograf¨ªa¡±, a?ade Bernad. ¡°As¨ª, se dedic¨® profesionalmente, aceptaba encargos de todo tipo, pudo malvivir de la fotograf¨ªa¡±.
Un oficio que le permiti¨® viajar por medio mundo; trabaj¨® para peri¨®dicos y revistas, hizo fotograf¨ªa publicitaria, de moda, industrial, aunque lo que m¨¢s les gustaba eran sus trabajos personales. Sin embargo, el que hasta hoy siga muy olvidado -en vida no vio pr¨¢cticamente ning¨²n gran libro de su obra, pese a numerosas exposiciones-, con un ingente archivo por catalogar, se debe ¡°a que no dio a su trabajo la promoci¨®n que necesitaba, era feliz haciendo fotos, lo que ven¨ªa despu¨¦s le interesaba menos¡±. Adem¨¢s, el comisario apunta que cultiv¨® ¡°cierto malditismo¡± que propici¨® que fuera incomprendido.
Antes de morir, sin embargo, a Chamorro le dio tiempo a seleccionar junto a Bernad 1.400 im¨¢genes de sus cruces, de las que 108 se vieron en Pamplona y en el cat¨¢logo de la exposici¨®n. ¡°Un conjunto que est¨¢ estructurado en las distintas estaciones del viacrucis¡±. Una muestra m¨¢s de la compleja personalidad y obra de un autor ind¨®mito al que m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s de su fallecimiento, parece llegada la hora de ser reconocido como un gran maestro del blanco y negro.