En Sof¨ªa con Danila Stoy¨¢nova
La raz¨®n de la ca¨ªda del comunismo no es la que dicen los historiadores. El comunismo cay¨® porque era triste
Cuando hace escasos d¨ªas aterric¨¦ en el aeropuerto de Sof¨ªa pens¨¦ en Bob Dylan. Siempre pienso en Dylan cuando viajo a lugares que no conozco, pienso en si habr¨¢ actuado tambi¨¦n en la ciudad a la que llego. Me qued¨¦ mirando las casas, los pisos. Como es mi costumbre, me sent¨ª b¨²lgaro. Hijo y nieto de b¨²lgaros. Me imagin¨¦ viviendo en un piso de las circunvalaciones que ve¨ªa mientras me llevaban a mi hotel. No era mala vida. Dos habitaciones, sal¨®n amplio, cocina y un cuarto de ba?o. Luminoso. Dada mi edad, mi piso me lo dio el Estado. La ¨¦poca sovi¨¦tica revolotea en el urbanismo.
La raz¨®...
Cuando hace escasos d¨ªas aterric¨¦ en el aeropuerto de Sof¨ªa pens¨¦ en Bob Dylan. Siempre pienso en Dylan cuando viajo a lugares que no conozco, pienso en si habr¨¢ actuado tambi¨¦n en la ciudad a la que llego. Me qued¨¦ mirando las casas, los pisos. Como es mi costumbre, me sent¨ª b¨²lgaro. Hijo y nieto de b¨²lgaros. Me imagin¨¦ viviendo en un piso de las circunvalaciones que ve¨ªa mientras me llevaban a mi hotel. No era mala vida. Dos habitaciones, sal¨®n amplio, cocina y un cuarto de ba?o. Luminoso. Dada mi edad, mi piso me lo dio el Estado. La ¨¦poca sovi¨¦tica revolotea en el urbanismo.
La raz¨®n de la ca¨ªda del comunismo no es la que dicen los historiadores. El comunismo cay¨® porque era triste. Ahora esa tristeza se ha transformado en nostalgia. Claro que si te dan a elegir entre morirte de hambre o de tristeza, pues eliges no morir de hambre. Porque si hay algo m¨¢s triste que la pura tristeza es el hambre. Si supiera hacer sonetos le har¨ªa uno al monte Vitosha, que domina la ciudad con elegancia y dulzura, como si fuese un ¨¢ngel.
Pregunto aqu¨ª y all¨¢ nombres de escritores b¨²lgaros. ?Por qu¨¦ no est¨¢n traducidos al espa?ol? Me esfuerzo en aprenderme palabras b¨²lgaras. Compruebo que Jesucristo est¨¢ en todas las iglesias que visito. Es el Elvis Presley de la Edad Media y del Renacimiento. Visito la bell¨ªsima iglesia ortodoxa de Boyana, donde contemplo los retratos del zar Constantino I y de la zarina Irina. Me los quedo mirando. El zar tiene una sonrisa bondadosa, pero no me f¨ªo un pelo.
Una amiga me regala el libro de una poeta b¨²lgara llamada Danila Stoy¨¢nova. Y est¨¢ traducida al espa?ol, en una edici¨®n de Diliana Ivanova y Juan Antonio Bernier. En la cubierta aparece el rostro juvenil, casi adolescente, con el pelo muy corto, de Danila. Lleva una camiseta negra y sonr¨ªe en la foto. Muri¨® de leucemia a los 23 a?os. Naci¨® en Sof¨ªa en el a?o 1961 y se march¨® de este mundo en Par¨ªs, en 1984. Vivi¨® un a?o menos que James Dean.
Me entrevistan en una cadena de televisi¨®n. Una periodista b¨²lgara me pregunta qu¨¦ est¨¢ pasando en Espa?a con el virus, por qu¨¦ las cifras son tan terribles. Me pienso dos respuestas: A) Espa?a, como Israel, es el pueblo elegido, da igual si por Dios o por el Anticristo, con tal de ser elegido por una fuerza sobrenatural. B) El virus se ha enamorado perdidamente de los espa?oles. Sin embargo, contesto esto: estamos progresando adecuadamente, codo con codo, y venceremos sin dejar a nadie atr¨¢s.
Mi traductora al b¨²lgaro me dice que ya no sabe cu¨¢ndo volver¨¢ a Espa?a. Y yo le digo que pronto. Llevo en mi mano los poemas de Danila Stoy¨¢nova y leo un verso que dice ¡°no soporto ver tus manos sobre el hielo¡±.
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