Cuando el sol sali¨® por fin en el Este
Muchas voces de la Europa Oriental viv¨ªan en el exilio aquel 9 de noviembre. Otras se hab¨ªan forjado en la clandestinidad. El derrumbe de las dictaduras liber¨® la escritura
Los a?os noventa acababan de estrenarse y Sof¨ªa y otras ciudades de Bulgaria eran un hervidero de actos y manifestaciones. Los b¨²lgaros, cuenta el escritor Georgi Gospodinov, llevaban a?os cargados de ¡°electricidad est¨¢tica¡±. Y empezaban a liberarla. Para ¨¦l, como para muchos, salir a la calle para protestar, para reunirse, para hacerse o¨ªr era algo tan nuevo que asustaba. Hac¨ªa s¨®lo unos meses que los escombros del muro de Berl¨ªn hab¨ªan alcanzado Sof¨ªa, precipitando, un d¨ªa despu¨¦s, la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista del ya tocado Todor Zhivkov. Y esa sensaci¨®n de libertad en un pa¨ªs que hab¨ªa vivido 35 a?os de dictadura era algo in¨¦dito. ¡°Me recuerdo en una de mis primeras manifestaciones, intentando levantar los brazos para animar. Nunca lo hab¨ªa hecho y apenas pod¨ªa separarlos del cuerpo. Ten¨ªa miedo. Mientras alzaba la mano y luego el codo, poco a poco, no dejaba de mirar alrededor por si alguien me estaba haciendo una fotograf¨ªa o espiando¡±, cuenta. Novelista, poeta y columnista, Gospodinov (Yambol, 1968), uno de los autores b¨²lgaros m¨¢s conocidos de su generaci¨®n, apunta que ese destape no s¨®lo se produjo en las calles, tambi¨¦n en la cultura, que empez¨® a tratar de sanar las cicatrices de la censura y el totalitarismo.
Lo hizo de distintas formas. Apoyado en una de las columnas de entrada del Museo de la Literatura Rumana de Iasi (noreste de Rumania), el novelista, poeta y dramaturgo Dan Lungu habla de las diferencias entre la literatura de los pa¨ªses que vivieron ese revolucionario oto?o. Polonia, Rumania, Bulgaria, Hungr¨ªa, Checoslovaquia¡ ¡°No existe un g¨¦nero llamado?escritura de Europa del Este¡±, incide. ¡°Estamos hablando de varios Estados, de varias generaciones de autores, de diferentes culturas y g¨¦neros; aunque s¨ª hay un denominador com¨²n: todos descubrimos la libertad de estilo casi a la vez. Y surgi¨® una literatura reconstruida despu¨¦s de la libertad¡±, dice. Lungu (Soy un vejestorio comunista), que ha reunido en Iasi, en el Festival Internacional de Literatura y Traducci¨®n (Filit), a numerosos autores del Este ¡ªdesde Gospodinov y Norman Manea hasta la premio Nobel rumana Herta M¨¹ller¡ª, explica que, tras a?os de met¨¢foras y c¨ªrculos para eludir la asfixiante censura, muchos autores abrazaron un lenguaje directo. Incluso ¨¢spero; descarnado.
Para algunos esa?liberaci¨®n, el desnudo, lleg¨® tras el Muro. Hace 25 a?os. Otros no necesitaron ese punto de inflexi¨®n, se hab¨ªan curtido en las publicaciones clandestinas. O lo hab¨ªan alcanzado, de lleno, fuera. Muchas de las grandes voces de la cultura de Europa Oriental hab¨ªan tenido que exiliarse. El polaco Adam Zagajewski (Lw¨®w, actualmente L¡¯viv, Ucrania; 1945) abandon¨® su pa¨ªs en 1982, perseguido por el r¨¦gimen militar del general Wojciech Jaruzelski. Relata que el d¨ªa que cay¨® el Muro estaba en Par¨ªs. ¡°Fue bastante memorable. Mi mujer y yo est¨¢bamos cenando con algunos amigos, entre los que estaban el conocido poeta americano C. K. Williams y el fil¨®sofo franco-b¨²lgaro Tzvetan Todorov. La televisi¨®n nos arruin¨® la cena: no pod¨ªamos apartar los ojos de la pantalla. Ah¨ª vimos en directo, entre la confusi¨®n y la alegr¨ªa, c¨®mo el s¨ªmbolo sombr¨ªo de la divisi¨®n del mundo se hund¨ªa, vimos gente feliz cruzando la l¨ªnea m¨¢gica que hasta entonces hab¨ªa sido sin¨®nimo de la pena de muerte. Y de repente esto, alegr¨ªa, champ¨¢n. Inolvidable¡±, rememora.
Zagajewski (Dos ciudades, Deseo, Tierra de fuego), considerado como uno de los grandes poetas contempor¨¢neos, apunta que lo ocurrido aquel 9 de noviembre no afect¨® a su escritura. El Muro, dice, cay¨® para distintas personas en distintos momentos. Para ¨¦l se hab¨ªa derrumbado mucho antes. ¡°En los a?os setenta me consider¨¦ un escritor, un poeta que luch¨® contra la realidad pol¨ªtica de su pa¨ªs. El Muro ten¨ªa que deshacerse y se deshizo a trav¨¦s del aprendizaje y de la participaci¨®n en las publicaciones clandestinas. Y a principios de los ochenta, la brutalidad del periodo de la ley marcial en Polonia tuvo el efecto de retirar la m¨¢scara. Cuando me instal¨¦ en Par¨ªs ten¨ªa la sensaci¨®n de que el Muro era s¨®lo un fantasma. Al menos en el sentido intelectual, el comunismo estaba muerto mucho antes de aquella cena arruinada por la televisi¨®n¡±, sostiene.
Hac¨ªa s¨®lo unos meses que los escombros del muro de Berl¨ªn hab¨ªan alcanzado Sof¨ªa, precipitando, un d¨ªa despu¨¦s, la ca¨ªda del r¨¦gimen?
La rumana Herta M¨¹ller (Ni¡¯chidorf, 1953) tambi¨¦n se forj¨® en boletines clandestinos antes de publicar, en 1982, su primer volumen ¡ªmutilado por la censura¡ª en una Rumania enloquecida por la lupa constante de la polic¨ªa de inteligencia de Nicolae Ceausescu, la Securitate. Cinco a?os despu¨¦s, la escritora, perteneciente a la minor¨ªa german¨®fona, tuvo que salir del pa¨ªs ante el acoso del r¨¦gimen. Fue a Alemania. Y all¨ª, en Berl¨ªn, estaba aquel mes de noviembre de 1989, al caer el Muro. Cuenta la premio Nobel (2009) que cuando lleg¨® estaba tan destrozada que no pod¨ªa haber escrito de otra cosa que de lo vivido durante tres d¨¦cadas de represi¨®n. ¡°Sobre todo los primeros a?os, cuando yo sab¨ªa que el r¨¦gimen de Ceausescu a¨²n estaba en el poder y que decenas de personas que conoc¨ªa y amaba no hab¨ªan logrado escapar. No pod¨ªa escribir sobre cualquier cosa. Era eso o no escribir en absoluto¡±, dice en una conferencia en el Teatro Nacional de Iasi. Alumbr¨® ¡®En tierras bajas o El hombre es un gran fais¨¢n en el mundo, entre otros, en los que, de manera l¨ªrica y seca, retrata la sociedad bajo la dictadura de Ceausescu.
El conducator rumano fue ajusticiado junto a su esposa, Elena, el d¨ªa de Navidad de 1989. Las im¨¢genes de sus cad¨¢veres dieron la vuelta al mundo. ¡°Fue como una tragedia medieval¡±, apunta Isma¨ªl Kadar¨¦ (El palacio de los sue?os). Y en una aislad¨ªsima Albania ¡ªlo estaba incluso dentro del bloque comunista¡ª, Berl¨ªn quedaba muy lejos. Ruman¨ªa no tanto, quiz¨¢ por las formas ¨CRumania fue la ¨²nica revoluci¨®n de aquel oto?o en la que hubo sangre--. Lo ocurrido con Ceausescu, aunque no fue un punto de inflexi¨®n para la literatura del pa¨ªs, s¨ª ¡°afect¨® mucho¡± al r¨¦gimen, remarca el autor de El gran invierno y Premio Pr¨ªncipe de Asturias en 2009. ¡°Pero la tragedia albanesa es m¨¢s espectacular que todo eso, m¨¢s teatral y terrible, porque est¨¢bamos rodeados de nuestros propios muros. Algunos cayeron, otros no¡±, comenta Kadar¨¦ (Gjirokastra, 1936) desde Tirana, donde pasa largas temporadas desde que se exili¨® a Par¨ªs en 1990. Entonces ya hab¨ªa muerto el tirano Enver Hoxha y el pa¨ªs sal¨ªa de su reclusi¨®n, pero Kadar¨¦, que hab¨ªa retratado la oscuridad del r¨¦gimen en varias de sus obras, cre¨ªa que el cambio no era real. Y sali¨® para contarlo.
El derrumbe del bloque comunista dio lugar a numerosas autobiograf¨ªas, poes¨ªa y novelas con reminiscencias del pasado reciente, apunta Lungu. Una forma, voluntaria o no ¡ªalgunos autores refieren esa intenci¨®n de cambio social; otros creen que no es su funci¨®n, sino que escriben de lo que conocen¡ª, de recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. ¡°Es una literatura que trabaja con la empat¨ªa, que cuenta las historias de las personas, h¨¦roes o no; fuertes o d¨¦biles¡±, apunta el b¨²lgaro Gospodinov (Una novela natural). ¡°En esta parte del mundo tenemos muchas historias bajo la alfombra, hemos vivido en una cultura del silencio que a¨²n permanece. Por eso es tan importante mostrar esas peque?as historias personales, incluso cotidianas, que no se contaron. Cualquiera puede comprenderlas, haya vivido lo mismo o no. S¨®lo las historias personales son universales¡±, sigue. Vidas, quiz¨¢, como la de su abuela, a la que recuerda leyendo en voz baja la censurada Biblia a la luz de una vela. Susurrando, susurrando, mientras recorr¨ªa sus renglones con el dedo.
Estamos hablando de varios Estados, de varias generaciones de autores, de diferentes culturas y g¨¦neros; aunque s¨ª hay un denominador com¨²n: todos descubrimos la libertad de estilo Dan Lungu
Pero la literatura de la zona no puede resumirse como un conjunto de obras de reacci¨®n, narraci¨®n o de recuerdo de la ¨¦poca del tel¨®n de acero. Es mucho m¨¢s. ¡°Si bien es cierto que durante a?os se habl¨® mucho sobre ese tiempo, ahora el mundo globalizado ha ampliado esas miradas¡±, dice la escritora y reportera polaca Malgorzata Rejmer (Varsovia, 1985), que ha viajado por Europa del Este para publicar una serie de libros que retratan la sociedad: Bucarest, Albania, Bosnia¡ Rejmer explica que su generaci¨®n ni siquiera ha construido ya su identidad en torno al Muro.
Ahora, analiza la consultora rumana Ioana Ioftide, que inicia su camino en la promoci¨®n cultural, se publica mucha ficci¨®n. Tambi¨¦n, indica Lungu, libros de historia: ¡°En Rumania, por primera vez, se est¨¢n publicando obras que analizan la d¨¦cada de los cincuenta, los a?os negros, uno de los periodos m¨¢s desconocidos de la dictadura comunista. Es triste que hayan tenido que pasar 25 a?os para poder hablar de ello, pero se ha hecho¡±.
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