Santiago Alba Rico: ¡°Espa?a es una naci¨®n sin hacer, no tiene a¨²n bandera¡±
El escritor y fil¨®sofo publica ¡®Espa?a¡¯ un ensayo en el que repasa a trav¨¦s de la historia del pa¨ªs los antagonismos que le llevaron, incluso, a renegar de Cervantes y Gald¨®s
El dise?o de la portada de Espa?a, el nuevo ensayo de Santiago Alba Rico, es un bander¨ªn amarillo sobre un fondo que, con permiso de Pantone, se parece al rojo. Simboliza alg¨²n momento futuro en el que los espa?oles, conf¨ªa el fil¨®sofo y escritor, ¡°sacar¨¢n a la calle banales banderines de colores y no banderas afiladas y excluyentes¡±. Cuando llegue ese d¨ªa, tal vez el pa¨ªs sea una naci¨®n completa. Por el momento, ¡°Espa?a es una naci¨®n sin hacer¡±, ¡°no tiene a¨²n bandera¡±, dice Alba Rico en conversaci¨®n telef¨®nica ...
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El dise?o de la portada de Espa?a, el nuevo ensayo de Santiago Alba Rico, es un bander¨ªn amarillo sobre un fondo que, con permiso de Pantone, se parece al rojo. Simboliza alg¨²n momento futuro en el que los espa?oles, conf¨ªa el fil¨®sofo y escritor, ¡°sacar¨¢n a la calle banales banderines de colores y no banderas afiladas y excluyentes¡±. Cuando llegue ese d¨ªa, tal vez el pa¨ªs sea una naci¨®n completa. Por el momento, ¡°Espa?a es una naci¨®n sin hacer¡±, ¡°no tiene a¨²n bandera¡±, dice Alba Rico en conversaci¨®n telef¨®nica desde su casa en T¨²nez.
Las banderas, los escritores, los paisajes y las deudas hist¨®ricas que siguen sin pagarse en Espa?a recorren las m¨¢s de 300 p¨¢ginas del libro (editado por Lengua de Trapo) para tratar de explicar, a trav¨¦s de varios momentos de la historia, un pa¨ªs marcado por sus antagonismos. Alba Rico (Madrid, 61 a?os) comienza por s¨ª mismo. Recuerda una juventud en la que su generaci¨®n reneg¨® de Cervantes, de Gald¨®s, incluso de algunos ¨¢rboles y campos. ¡°Ser espa?ol nos imped¨ªa acceder a placeres mundanos e intelectuales¡±, dice en el libro. ¡°Los m¨¢s tontos, discretos y pobres se libraron de la imbecilidad de nuestra generaci¨®n, digo con cierto tono de humor en mi libro¡±, recuerda para reconocerse en cierto esnobismo. ¡°?ramos miembros de una clase media con acceso a estudios y con cierta vocaci¨®n intelectual. Hab¨ªa un elemento elitista, aunque de un elitismo atormentado y rebelde¡±.
En ese rechazo a Gald¨®s, del que se confiesa arrepentido, hay un reflejo de las consecuencias del franquismo. La dictadura se convierte en sus p¨¢ginas en una especie de origen de unos cuantos males de Espa?a. No es el ¨²nico punto de partida cuando tumba al pa¨ªs en el div¨¢n de psicoan¨¢lisis en busca de respuestas: los reyes cat¨®licos, las guerras intergerm¨¢nicas, Am¨¦rico Castro, Ortega y Gasset, Unamuno, Al-?ndalus¡ Un recorrido con el que lanza una conclusi¨®n: ¡°El problema m¨¢s grave no es el antagonismo espa?ol, reside en la tentativa de imponer la unidad desde proyectos religiosos, partidistas o clasistas¡±.
Cuando el fil¨®sofo mira a los balcones adornados con banderas, analiza las que ondearon en las manifestaciones convocadas por Vox en mitad de la pandemia del coronavirus o las que usan los republicanos en los actos electorales de IU y Podemos y no ve una batalla. ¡°No nos peleamos por los mismos s¨ªmbolos¡±, asegura, ¡°la rojigualda ha sido secuestrada por la derecha y la ultraderecha, que la usan de manera afilada para intereses partidistas y para rememorar lo peor de la historia de Espa?a. La republicana, por mucho que me conmueva, ha quedado fuera de juego desde hace tiempo¡±.
Ni siquiera esta crisis pand¨¦mica ha permitido que se resignifique, aunque Alba Rico haya visto ¡°luci¨¦rnagas de cambio por todas partes¡±. Son esos miles de personas que en mitad de la pandemia intentaron, explica, ondear banderas para reivindicar, por ejemplo, a los sanitarios que siguen en primera l¨ªnea luchando contra la covid-19. ¡°Frente a ellas ha habido un discurso desde la derecha, siempre dominado por Vox, que ha impedido que esos reto?os de esperanza cristalizaran en un nuevo sujeto colectivo¡±.
En sus palabras aparece por un momento una esperanza que rezuma nostalgia de 2014. ¡°En Espa?a es imposible una escena como esa que vimos de Merkel arranc¨¢ndole la bandera a un compa?ero de partido en un acto partidista, record¨¢ndole que esa bandera no era la de un partido, sino la de todos los alemanes¡±, pone de ejemplo. ¡°De ah¨ª la dificultad de construir en Espa?a un patriotismo constitucional. Hubo una oportunidad quiz¨¢s en 2014, pero ahora soy menos optimista que entonces¡±.
Aquel a?o el movimiento del 15-M se tradujo en un partido pol¨ªtico. Podemos trat¨® de recoger un clamor popular de impugnaci¨®n de las instituciones. Alba Rico redact¨® los documentos que dieron origen a la formaci¨®n. Crey¨® en un proyecto que por primera vez se libraba de ¡°los pecados originales de la Transici¨®n¡±. Y lo hac¨ªa con una memoria, que al contrario de la de su generaci¨®n, no era la de los abuelos, ¡°no les importaba si el Rey fue nombrado por Franco o la continuidad entre los dos reg¨ªmenes, sino todas esas promesas democr¨¢ticas de una vida mejor que hab¨ªan heredado de la memoria de sus padres y que no se hab¨ªan hecho realidad¡±.
El problema con Podemos no es tanto su discurso inicial, sino el fracaso de ese discurso en parte por las campa?as feroces en su contra y en parte por la renuncia expl¨ªcita, a nivel organizativo y discursivo, del primer discurso
Aquella esperanza, como la que ha sentido ahora, se ha difuminado. ¡°Esa batalla, entre otras, se ha perdido¡±, remacha. ¡°El problema con Podemos no es tanto su discurso inicial, sino el fracaso de ese discurso en parte por las campa?as feroces en su contra y en parte por la renuncia expl¨ªcita, a nivel organizativo y discursivo, del primer discurso. Podemos ha acabado ocupando el lugar de IU y PCE¡±, explica. En el libro, Alba Rico dedica una parte a tratar la coherencia. Recuerda las palabras de Miguel de Unamuno que defiende su derecho a cambiar de opini¨®n, ¡°a no dejarse esclavizar por sus creencias pasadas¡±. Cuando en la conversaci¨®n trata de aplicarlo a los pol¨ªticos, se muestra contundente. ¡°No establecer¨ªa ning¨²n paralelismo entre la evoluci¨®n del pensamiento de un autor y un programa pol¨ªtico. Un partido, cuando llega al Gobierno, puede verse obligado a veces a no cumplir enteramente su programa. Pero en ese caso tiene que explicarlo¡±, asegura.
El gol de Iniesta
En Espa?a Alba Rico reivindica ¡°el di¨¢logo entre vivos y muertos¡±, que, asegura, no se ha producido: ¡°Por eso seguimos con 130.000 muertos en las cunetas y con una derecha que se resiste a reconocer el terror de la dictadura de Franco¡±. A esa conversaci¨®n f¨ªa el fil¨®sofo la construcci¨®n de ¡°un verdadero contrato social y una verdadera Constituci¨®n¡±. Mientras tanto, las ¨¦lites que identifica a ambos lados del tablero ideol¨®gico y partidista, se salen con la suya. Han conseguido que un acontecimiento hist¨®rico como la salida de Franco del Valle de los Ca¨ªdos quede matizado bajo ese recurso que aparece siempre que las v¨ªctimas del franquismo reclaman sus derechos: ¡°Hay otros temas m¨¢s importantes que resolver¡±.
¡°Es una estrategia tramposa acordada en los albores de la Transici¨®n entre las ¨¦lites que la gestionaron. La derecha no estaba dispuesta a ceder sus derechos de conquista; el PSOE estaba dispuesto a ceder cualquier principio con tal de llegar al poder. Unos y otros se pusieron de acuerdo para ¡®no abrir heridas¡¯ que siguen sangrando¡±, afirma.
Entre las costuras de la historia de Espa?a ¡ªy la suya¡ª, Alba Rico cuela un gol. El gol de Iniesta en el mundial de Sud¨¢frica de 2010 vuelve a iluminar de esperanza sus palabras. ¡°No es el gol de un guerrillero heroico que, a fuerza de coraje y pundonor, de m¨²sculos y virilidad, consigue invertir en el ¨²ltimo minuto una relaci¨®n de fuerzas desfavorable. Es el gol de un cuerpo sabio y delicado que consuma una elaborada jugada geom¨¦trica y colectiva. Es un gol contra la historia de Espa?a¡±, asegura derribando kilos de testosterona. Y es tambi¨¦n lo que el escritor denomina un mito compartido. ¡°A veces llego a temer que, como este es el ¨²nico mito que hemos construido en com¨²n, si a la selecci¨®n espa?ola le va mal, como ya empieza a ocurrir, los espa?oles se refugien de nuevo en el fatalismo de la confrontaci¨®n, en la esperanza del milagro, del caudillo, de la gesta heroica individual que invierta una relaci¨®n de fuerzas desfavorable¡±. Antes de que esto ocurra conf¨ªa en que Espa?a termine de hacerse reconociendo que ¡°est¨¢ sin hacer¡±.