El ayudante de John Lennon
A?ejos documentos que circulan por el mercado de coleccionistas revelan detalles insospechados de la vida de grandes figuras
Con creciente frecuencia, salen a la superficie manuscritos, cartas, postales, garabatos de las estrellas. En general, se trata de papeles que han entrado en el circuito de las casas de subastas, empresas interesadas en publicitar sus lotes e inflar su ¡°importancia hist¨®rica¡±. Un d¨ªa es el contrato privado por el que Bob Dylan se compromete a pagar todos los gastos de montar una casa propia para su mujer de entonces, Sara. O la factura de una guitarra comprada por Hendrix.
Otro d¨ªa se difunde la lista de tareas que John Lennon encarga a ...
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Con creciente frecuencia, salen a la superficie manuscritos, cartas, postales, garabatos de las estrellas. En general, se trata de papeles que han entrado en el circuito de las casas de subastas, empresas interesadas en publicitar sus lotes e inflar su ¡°importancia hist¨®rica¡±. Un d¨ªa es el contrato privado por el que Bob Dylan se compromete a pagar todos los gastos de montar una casa propia para su mujer de entonces, Sara. O la factura de una guitarra comprada por Hendrix.
Otro d¨ªa se difunde la lista de tareas que John Lennon encarga a Frederic Seaman, su asistente, el 22 de mayo de 1980. Ha provocado mucha rechifla, dado que incluye detalladas instrucciones para la pr¨®xima visita del t¨¦cnico de la televisi¨®n por cable, la urgencia por localizar determinados libros, la orden de tener siempre llenos los dep¨®sitos de sus coches, la necesidad de comprar mermelada o cambiar el colch¨®n de su hijo Sean.
Se transmite la idea de que Lennon era un divo, incapaz de las tareas m¨ªnimas que resolver¨ªa cualquier ¡°persona normal¡±. Urge puntualizarlo. Puede que John no se fiara de s¨ª mismo: habitualmente afable, hab¨ªa abierto la puerta de su apartamento a intrusos que, durante sus a?os de silencio, se colaban subrepticiamente en el edificio Dakota. Fuera de all¨ª, estaba m¨¢s alerta: desarroll¨® t¨¦cnicas para moverse por las calles de Manhattan con la m¨ªnima interferencia, pero procuraba evitar pasarse por tiendas.
Asunto m¨¢s enojoso era el de las tareas dom¨¦sticas. El acuerdo por el que Yoko aceptaba el retorno de John Lennon al lecho conyugal desemboc¨® en su conversi¨®n en ¡°amo de casa¡±, un supuesto triunfo feminista ejemplarizado por su fugaz dedicaci¨®n a cocer pan. En realidad, John contaba con suficientes empleados para no tener que esforzarse demasiado.
Contamos con el testimonio de su ama de llaves, la gallega Rosaura L¨®pez Lorenzo, que firm¨® un libro sin maldad, En casa de John Lennon (H¨¦rcules de Ediciones, 2005), donde relativizaba las habilidades culinarias del m¨²sico y su sentido pr¨¢ctico. An¨¦cdota: recibe Lennon un paquete de marihuana envuelto en un peri¨®dico (no pregunten, una costumbre de los camellos de all¨ª). Hace una bola con el papel y lo tira por el retrete. Se atasca la tuber¨ªa y termina pidiendo socorro a una Rosaura m¨¢s divertida que enfadada.
Seguramente conocen el dicho ¡°nadie es un h¨¦roe para su ayuda de c¨¢mara¡±, derivado de una observaci¨®n de Montaigne (¡°pocos hombres han sido admirados por sus criados¡±). Efectivamente, suele ocurrir. Aparte, Fred Seaman no era de fiar. El m¨¦todo Yoko para contratar personal consist¨ªa en pasar a cada candidato por un filtro astrol¨®gico y result¨® desastroso con Seaman, que secretamente tom¨® partido ante lo que percib¨ªa como abusos de Ono y humillaciones infligidas a John. Lo que no justifica las trapacer¨ªas del ayudante, que intent¨® comerciar con los ¡°diarios¡± del difunto (en realidad, anotaciones telegr¨¢ficas sobre c¨®mo hab¨ªa ido su d¨ªa). Denunciado, Seaman se comprometi¨® a devolver lo que se hab¨ªa llevado del Dakota. Evidentemente, se qued¨® con material. Todos lo hacen.