Cristino de Vera: ¡°En el franquismo solo hab¨ªa dolor sin tiempo¡±
El pintor tinerfe?o cumplir¨¢ 90 a?os en diciembre y vive en Madrid desde su juventud, cuando calentaba su cuerpo, o se refrescaba, ante los lienzos del Greco en el Museo del Prado
Habla con Dios y con la pintura, con los lienzos en los que dibuja, con la voz amarilla de sus pinceles, con ese aire de Greco que lo acompa?a en los que ¨¦l considera que son los ¨²ltimos a?os de su edad y de su vida. Pero, cuando ten¨ªa cuarenta, ya hablaba as¨ª, y as¨ª se conduc¨ªa, como un hombre al final del trayecto, o con miedo, siempre el miedo, de no terminarlo. Es su manera de buscar la paz. Lo hace tambi¨¦n desde que era un muchacho, y ahora, el pr¨®ximo 16 de diciembre, ...
Habla con Dios y con la pintura, con los lienzos en los que dibuja, con la voz amarilla de sus pinceles, con ese aire de Greco que lo acompa?a en los que ¨¦l considera que son los ¨²ltimos a?os de su edad y de su vida. Pero, cuando ten¨ªa cuarenta, ya hablaba as¨ª, y as¨ª se conduc¨ªa, como un hombre al final del trayecto, o con miedo, siempre el miedo, de no terminarlo. Es su manera de buscar la paz. Lo hace tambi¨¦n desde que era un muchacho, y ahora, el pr¨®ximo 16 de diciembre, Cristino de Vera, nacido en Santa Cruz de Tenerife, cumplir¨¢ 90 a?os y vive en Madrid desde su juventud, cuando calentaba su cuerpo, o se refrescaba, ante los lienzos del Greco en el Museo del Prado. Es como una figura de sus cuadros, su cara es como su esp¨ªritu, estilizada, sus ojos asombrados, sus ropajes oscuros como la vestimenta de los ¨¢rboles que pinta. Sigue teniendo ante s¨ª esas llanuras simb¨®licas, machadianas, esas ventanas que ¨¦l ha llenado de misterio tambi¨¦n cont¨¢ndolas. Es un hombre ins¨®lito, que durante algunos tiempos de su vida interrump¨ªa a transe¨²ntes o taquilleras para preguntarles por la felicidad, por sus incertidumbres o por sus recuerdos. A las taquilleras les dec¨ªa: ¡°?Qu¨¦ recuerda usted al final del d¨ªa?¡±. Y ellas le respond¨ªan: ¡°Bocas, bocas, fila doce, fila trece, bocas, bocas¡±. En los pasos de peatones preguntaba a los viandantes: ¡°?Es usted feliz?¡±, y ellos hu¨ªan como del tiempo. Es un hombre ins¨®lito que le debe la paz que trata de encontrar, sobre todo a su esposa, Aurora Ciriza, que nos asiste en esta entrevista, hecha por cuestionario y luego animada por su propia voz en su casa, al final de pasillo que parece el trayecto infinito de uno de sus cuadros. Hablamos, entre otras cosas, de Dios, de Juan de la Cruz o del tiempo, y de su generaci¨®n, que es tambi¨¦n la de Antonio L¨®pez o de Grand¨ªo, nacida al arte y a la vida en pleno franquismo, donde ¡°solo hab¨ªa dolor sin tiempo¡±. En sus silencios, y tambi¨¦n en sus palabras, habla un m¨ªstico.
Pregunta. Su pintura retrata el alma, el tiempo, lo que no se puede atrapar. ?De todo lo que ve, de todo lo que ha visto, qu¨¦ queda en su alma?
Respuesta. El reflejo de Juan de la Cruz. Los amaneceres y ponientes del mundo visible y la soledad del silencio de los desiertos de la tierra. Tiene una sabidur¨ªa, una m¨ªstica y una armon¨ªa que supera el entendimiento humano.
P. Vive desde hace muchos a?os en Madrid, y ha buscado otros cielos, que ha pintado. ?Hay im¨¢genes imborrables que no haya podido pintar?
R. S¨ª, la m¨¢s imborrable es la de Dios, el creador del universo.
P. Su generaci¨®n conoci¨® muchos modos de ser de la ciudadan¨ªa, pues naci¨® bajo el clima del franquismo, en Tenerife y en Madrid. ?C¨®mo era ese periodo?
R. En esa ¨¦poca solo hab¨ªa dolor sin tiempo.
P. ?Y esta ¨¦poca? ?De qu¨¦ color ser¨ªa esta ¨¦poca?
R. Habr¨ªa que enfrentar nuestro pobre y limitado lenguaje con la caligraf¨ªa divina que convierte todo en un silencio del m¨¢s grande desierto, que es la soledad profunda.
P. Es usted un pintor, y tambi¨¦n es un poeta. Escribe tambi¨¦n pintando, de cierta manera. ?Qu¨¦ no se puede decir en lo que escribe o dice?
R. Yo no s¨¦ hablar de m¨ª mismo, solo soy un poco de aire que quiere purificarse y dejo hablar a los dem¨¢s de mi mismo. Y espero que sean generosos.
P. ?Cu¨¢l ser¨ªa su propia met¨¢fora del tiempo?
R. Dijeron que el tiempo era el aliado de Dios, algo de su silencio, de la profunda noche oscura con los astros brillando, y viendo las estrellas se ve que el tiempo es infinito. Y todo silencio de cielos estrellados es el eco de la infinita paz del desierto donde tantos buscadores fueron a buscar el eco, la voz, la explicaci¨®n de c¨®mo puede el tiempo, con la ayuda de todos los misterios de la tierra, llevarnos a buscar, a mendigar, el eco de la voz del Dios de la misericordia. Siempre la muda armon¨ªa del silencio, siempre la belleza de las cosas que nos rodean y purifican nuestra alma.
P. Este es un tiempo muy concreto, la pandemia. ?Le ha dado miedo? ?Qu¨¦ sentimientos se han despertado en usted en medio de la ciudad quieta que ha sido Madrid?
R. Yo siempre tengo miedo. Como dijo san Francisco de As¨ªs, la hermana muerte¡ Cuando llegue a ese umbral de misterio, silencio y oscuridad, la hermana muerte, como ¨¦l dijo¡, solo en ese momento te podr¨ªa contestar, con mi cansado esp¨ªritu, a tu pregunta.
P. ?Cu¨¢les ser¨ªan sus preguntas ahora, adem¨¢s, a s¨ª mismo?
R. Yo solo le he preguntado a Dios, el escondido, al Buda, si viviese, o a Jes¨²s el pacificador, el hombre m¨¢s bueno que con su voz de dolor y sabidur¨ªa solo hablaba rezando con su padre que estaba en los cielos. Tus preguntas ya las contest¨® el Buda a trav¨¦s del zen y del silencio que acaricia su aire, o la armon¨ªa de Juan Sebasti¨¢n Bach en Aire, y el dolor desgarrado de san Juan de la Cruz en La noche oscura del alma... No las puede contestar un viejo pintor que ya est¨¢ en las puertas de la hermana muerte con la vejez a cuestas.