Winston Churchill y la Guerra Civil: una ¡°¨²lcera espa?ola¡± que hab¨ªa que cauterizar
Enrique Moradiellos ingresa en la Real Academia de la Historia con un discurso sobre la posici¨®n que mantuvo el estadista brit¨¢nico durante el conflicto
¡°Sangre, esfuerzo, sudor y l¨¢grimas¡±. La celeb¨¦rrima frase que pronunci¨® el primer ministro brit¨¢nico Winston Churchill (1874-1965) en el Parlamento de su pa¨ªs en mayo de 1940 para arengar a sus compatriotas en la guerra contra Hitler, no era nueva en su boca. Ya la hab¨ªa escrito en febrero de 1939, matizada, sin el ¡°esfuerzo¡±, para describir el horror de otro conflicto: la Guerra Civil espa?ola. El seguimiento y preocupaci¨®n del estadista ingl¨¦s por la evoluci¨®n de la contienda fratricida en ...
¡°Sangre, esfuerzo, sudor y l¨¢grimas¡±. La celeb¨¦rrima frase que pronunci¨® el primer ministro brit¨¢nico Winston Churchill (1874-1965) en el Parlamento de su pa¨ªs en mayo de 1940 para arengar a sus compatriotas en la guerra contra Hitler, no era nueva en su boca. Ya la hab¨ªa escrito en febrero de 1939, matizada, sin el ¡°esfuerzo¡±, para describir el horror de otro conflicto: la Guerra Civil espa?ola. El seguimiento y preocupaci¨®n del estadista ingl¨¦s por la evoluci¨®n de la contienda fratricida en Espa?a han sido el eje, este domingo, del discurso de ingreso de Enrique Moradiellos en la Real Academia de la Historia. ¡°Churchill cre¨ªa que hab¨ªa que cauterizar lo antes posible lo que llamaba la ¡®¨²lcera espa?ola¡¯ porque si las potencias europeas, especialmente Francia, entraban a ayudar a la Rep¨²blica, se provocar¨ªa otro Sarajevo, suceder¨ªa como en 1914 con la Primera Guerra Mundial¡±, declara por tel¨¦fono Moradiellos, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Extremadura y especialista en las relaciones hispano-brit¨¢nicas en el siglo XX, que ha desarrollado en obras como La perfidia de Albi¨®n. El gobierno brit¨¢nico y la guerra civil espa?ola (1996) o Franco frente a Churchill. Espa?a y Gran Breta?a en la Segunda Guerra Mundial (2005). Tambi¨¦n es autor de Don Juan Negr¨ªn. Una biograf¨ªa (2006) y Franco. Anatom¨ªa de un dictador (2018). En 2017 fue Premio Nacional de Historia por Historia m¨ªnima de la Guerra Civil espa?ola.
Para armar su discurso, titulado Quo Vadis, [?Ad¨®nde vas?], Hispania? Winston Churchill y la guerra civil espa?ola (1936-1939), Moradiellos (Oviedo, 60 a?os) ha buceado, entre otros archivos, en el privado de quien gobern¨® Reino Unido entre 1940 y 1945 y de 1951 a 1955, papeles custodiados en el Churchill College, en Cambridge. ¡°All¨ª est¨¢n las cartas en las que no se reprim¨ªa como cuando escribes como cargo p¨²blico, son las que, por ejemplo, enviaba a su mujer cuando estaba de viaje¡±, a?ade. De sus decenas de misivas sobre el asunto espa?ol, junto a sus seis discursos y 10 art¨ªculos period¨ªsticos en los tres a?os de contienda, Moradiellos destaca que Churchill estaba convencido de que la Guerra Civil ¡°ten¨ªa el potencial de desestabilizar el continente¡±, sobre todo por ser fronteriza con Portugal, tradicional aliado de Inglaterra y a la que habr¨ªa que ayudar si se ve¨ªa afectada, y con Francia, que pod¨ªa verse amenazada por tres frentes, Alemania, Italia y Espa?a. Por todo ello, se mostr¨® firme partidario de la neutralidad y de la no intervenci¨®n.
As¨ª lo explicita en otra misiva privada, de finales de julio de 1936, que envi¨® al socialista L¨¦on Blum, primer ministro franc¨¦s cuando estalla la Guerra Civil. En ella le asegura que ¡°si env¨ªa aviones y dem¨¢s¡± a la Rep¨²blica, como est¨¢n haciendo Alemania e Italia con Franco, en Inglaterra ¡°se alejar¨ªan de Francia¡± porque supondr¨ªa ponerse del lado sovi¨¦tico. ¡°Churchill pensaba que si Par¨ªs entraba en el conflicto, esa chispa no se quedar¨ªa ah¨ª y comenzar¨ªa una escalada peligros¨ªsima¡±.
Cuando comenz¨® el conflicto espa?ol, Churchill ni siquiera estaba en el Gobierno de su partido, el conservador, por discrepancias con sus correligionarios. ¡°Era un pol¨ªtico veterano, al que se le consideraba amortizado, un arist¨®crata de la era victoriana, imperialista, con una forma de hablar que chocaba, un tanto anticuada; ideol¨®gicamente era un conservador dem¨®crata, liberal y probablemente agn¨®stico¡±, lo describe Moradiellos. ¡°Sin embargo, es alguien influyente en su partido y en el electorado a trav¨¦s de sus discursos y art¨ªculos de prensa. Era un dominador de la palabra hablada y escrita y consciente de la importancia de los medios de comunicaci¨®n¡±. Publicaba una columna quincenal en el vespertino conservador The Evening Standard, un peri¨®dico con una circulaci¨®n que rondaba el mill¨®n de ejemplares diarios. En uno de sus primeros art¨ªculos, Mantenerse fuera de Espa?a, abomina de las ¡°carnicer¨ªas de los violentos rojos¡± y de ¡°las igualmente sangrientas represalias¡± de los generales rebeldes, aunque en septiembre del 36, en una carta a su esposa desde Par¨ªs, deja clara su postura: ¡°Me alegro de que los nacionalistas espa?oles est¨¦n haciendo progresos. [¡] Mejor para la seguridad de todos si los comunistas son aplastados¡±.
¡°Churchill considera que, a menos que haya un ej¨¦rcito fuerte, en una democracia tan d¨¦bil como la espa?ola el poder lo acabar¨¢n tomando los comunistas, como hab¨ªa sucedido en Rusia¡±, explica el historiador. Dos meses despu¨¦s, en el Parlamento, culpa a Rusia y ¡°su propaganda e intrigas¡± del ¡°horror espa?ol¡±.
La Rep¨²blica, en manos de ¡°feroces sectas¡±
Sin embargo, Moradiellos indica que su posici¨®n var¨ªa con la llegada al Gobierno del socialista Juan Negr¨ªn, en mayo de 1937. Ello, unido a la creciente amenaza alemana en Europa, le hace abogar por una mediaci¨®n internacional que acabe con la matanza. En abril hab¨ªa publicado el art¨ªculo ?Pueden las grandes potencias traer la paz a Espa?a? En ¨¦l insiste en que el lado republicano estaba controlado por ¡°feroces sectas de comunistas, socialistas y anarquistas¡±. Ello motiv¨® que el embajador espa?ol en Londres, Pablo de Azc¨¢rate, le invitase a visitar el pa¨ªs para comprobar si ello era cierto, gesto que Churchill rechaz¨®. En un discurso en la C¨¢mara de los Comunes, en julio, sostiene: ¡°No es verdad que hubiera en Espa?a un Gobierno parlamentario constitucional v¨ªctima de una rebeli¨®n injustificada de la extrema derecha¡±.
La derrota de la Rep¨²blica parece inevitable, as¨ª que en abril de 1938, en otro art¨ªculo, aconseja a Madrid que busque ¡°los mejores t¨¦rminos¡± para una rendici¨®n, y prev¨¦ para la posguerra ¡°un largo periodo de dura represi¨®n y dolorosa pobreza¡±. En un escrito del 23 de febrero de 1939 hace un llamamiento al perd¨®n y pide que no se prolongue m¨¢s un conflicto que ha causado ¡°sangre, sudor y l¨¢grimas¡±. Adem¨¢s, recurre a un t¨®pico al comparar Espa?a con ¡°una plaza de toros que hab¨ªan utilizado las ideolog¨ªas fascista y comunista¡±.
Mejor para la seguridad de todos si los comunistas son aplastados¡±Winston Churchill
La relaci¨®n con el nuevo jefe del Estado espa?ol ser¨¢ tibia. El 20 de abril de 1940, semanas antes de ser nombrado primer ministro, Churchill advert¨ªa a Franco de que si Espa?a entraba ¡°en el juego salvaje de una convulsi¨®n mundial, se ver¨ªa privada de la recuperaci¨®n que tanto necesita¡±. A menos que acaeciera una r¨¢pida victoria de Hitler, ¡°Espa?a se condenar¨ªa a ser un desierto salvaje poblado por tiranos rugientes y trasnochados, en vez de disfrutar de una posici¨®n con clara ventaja¡±. ¡°Churchill estaba convencido de que darle a Franco a elegir entre acceder a cr¨¦ditos para alimentar un pa¨ªs hambriento o sufrir las consecuencias de otra guerra le mantendr¨ªa en su sitio¡±, concluye Moradiellos. Hab¨ªa comenzado en Europa otra era de sangre, sudor y l¨¢grimas en la que Churchill ser¨ªa uno de los art¨ªfices de la victoria aliada frente al nazismo.
Abrir la Academia al debate p¨²blico
El discurso de Enrique Moradiellos como miembro de la Real Academia de la Historia fue respondido por Juan Pablo Fusi, uno de los tres historiadores, junto a Carmen Sanz Ayán y Luis Antonio Ribot, que habían presentado su candidatura. Ya miembro de una institución con tres siglos de historia —comenzó como una reunión de eruditos en Madrid, en 1735—, a Moradiellos le gustaría que su presencia en ella sirva "para reforzar su dimensión internacional y promover su apertura al debate público”. Ello incluye “estar en los medios de comunicación, aunque sea para hablar sobre cuestiones delicadas, como las fosas de la Guerra Civil, pero hay que hacerlo, eso sí, siempre dando opiniones ponderadas”.