¡®Cazafantasmas: M¨¢s all¨¢¡¯: estupendo regreso al esp¨ªritu juvenil de los ochenta

Chicos y chicas listos e inteligentes, pero no repelentes; sabios pero simp¨¢ticos; medianamente traviesos, aunque nunca gamberros; t¨ªmidos pero no tristes. Madres que, en ausencia del padre, cuidan de sus hijos con denodado esfuerzo y cari?o campechano. Esp¨ªritu dionisiaco. Ideas fant¨¢sticas para un mundo fant¨¢stico, que dec¨ªan textualmente en Gremlins. Ternura y cachondeo, aventura y jolgorio, educaci¨®n para la vida sin necesidad de sermones y a partir de la experiencia, incluso del error. Esperanza, divertimento y sustancia idealmente cafre. Efectos especiales al servicio de la histor...

Chicos y chicas listos e inteligentes, pero no repelentes; sabios pero simp¨¢ticos; medianamente traviesos, aunque nunca gamberros; t¨ªmidos pero no tristes. Madres que, en ausencia del padre, cuidan de sus hijos con denodado esfuerzo y cari?o campechano. Esp¨ªritu dionisiaco. Ideas fant¨¢sticas para un mundo fant¨¢stico, que dec¨ªan textualmente en Gremlins. Ternura y cachondeo, aventura y jolgorio, educaci¨®n para la vida sin necesidad de sermones y a partir de la experiencia, incluso del error. Esperanza, divertimento y sustancia idealmente cafre. Efectos especiales al servicio de la historia y de los personajes, que no historia y personajes al servicio de los efectos especiales. Alboroto seductor y ausencia de grandilocuencia. Traumas personales llevados con la sonrisa de que, a pesar de todo, la vida puede ser una fiesta.

El mejor cine juvenil de los a?os ochenta ha vuelto con Cazafantasmas: M¨¢s all¨¢, renacimiento en forma de secuela de la saga creada desde el guion por Harold Ramis y Dan Aykroyd, y desde la direcci¨®n por Ivan Reitman, con dos pel¨ªculas de 1984 y 1989 (la segunda, bastante m¨¢s discreta), y renacidas con una producci¨®n un tanto desigual de 2016. El art¨ªfice del nuevo banquete es Jason Reitman, hijo de Ivan, que mam¨® las cintas originales en su propia casa, y que adem¨¢s no es un cualquiera en la profesi¨®n sino el director de las excelentes Juno, Up in the air y Tully. La operaci¨®n de Reitman, en medio de sucesivos ¨¦mulos del para¨ªso del cine infantil y juvenil de aquella d¨¦cada, solo tiene un antecedente en cuanto al nivel alcanzado: la magn¨ªfica Super 8 (J. J. Abrams, 2008). A esa estirpe revitalizadora pertenece la nueva cazafantasmas, esta vez protagonizada por chavales ¡ªlos dos nietos del personaje de Ramis¡ª y no por adultos, aunque los protagonistas originales tengan puntual y emocionante presencia. Como si los chicos y chicas de Los Goonies y E.T., el extraterrestre se hubieran encontrado con los ectoplasmas verdes y con el m¨ªtico guardi¨¢n de la puerta, montados en el tuneado Cadillac Miller-Meteod y armados con el generador de protones. El resurgimiento de la comedia sobrenatural definitiva.

Reitman, junto a Gil Kenan, ha compuesto un guion fabuloso, sobre todo en sus dos tercios iniciales, los de la presentaci¨®n de personajes, aparici¨®n del conflicto y primeras experiencias con los fantasmas. Por supuesto que hay gui?os divertidos para conocedores de la d¨¦cada de los ochenta (jocosas apariciones de Cujo y de Chucky), y una cierta nostalgia del pasado, particularmente en la emocionante parte final alrededor de la figura del fallecido Ramis. Pero Cazafantasmas: M¨¢s all¨¢ (feo t¨ªtulo, por cierto) es una pel¨ªcula completamente aut¨®noma gracias a la fina calidad de sus di¨¢logos, a la fastuosa composici¨®n de las situaciones y al carisma juvenil de sus int¨¦rpretes. Mckenna Grace y Fynn Wolfhard son soberbios, y sus personajes est¨¢n trazados por manos talentosas, las que a¨²nan en un adolescente la perspicacia, la naturalidad y el encanto. Junto a ellos, los no menos simp¨¢ticos Carrie Coon y Paul Rudd, y el fabuloso descubrimiento del desternillante Logan Kim, heredero directo del Tap¨®n de Indiana Jones y el templo maldito y Los Goonies.

La fotograf¨ªa, el colorido, la textura y la banda sonora est¨¢n trazados en la l¨ªnea de lo que supusieron las producciones de Amblin Entertainment en los ochenta, pero sin que la pel¨ªcula se vea y se experimente como una copia gastada de estas, de algo que nunca volver¨¢. Aquellas piezas maestras de nuestra educaci¨®n sentimental son irrepetibles, porque ni ellos ni nosotros somos los mismos. Pero este nuevo acercamiento deber¨ªa ser una fiesta para los que entonces so?¨¢bamos cine, y para las nuevas generaciones que hayan heredado esa sensibilidad.