Lara Moreno, escritora: ¡°La v¨ªctima nunca es perfecta. El que es perfecto es el agresor¡±
¡®La ciudad¡¯ es la ¨²ltima novela de la autora, tres historias de maltrato que disecciona con medidas milim¨¦tricas y devastadoras
Lara Moreno (Sevilla, 43 a?os) se sienta en la terraza del restaurante L¨²a de Madrid, pide una cerveza y mira, de reojo, la portada del libro que trae el periodista. Es La ciudad (Lumen, 2022) y ella es la autora. Su tercera novela, una historia de tres mujeres maltratadas (una espa?ola, una inmigrante cuidadora, una inmigrante explotada). La protagonista, Oliva, aut¨®noma en el mundo editorial, tiene una hija peque?a y mantiene una relaci¨®n con un activista de un partido de ...
Lara Moreno (Sevilla, 43 a?os) se sienta en la terraza del restaurante L¨²a de Madrid, pide una cerveza y mira, de reojo, la portada del libro que trae el periodista. Es La ciudad (Lumen, 2022) y ella es la autora. Su tercera novela, una historia de tres mujeres maltratadas (una espa?ola, una inmigrante cuidadora, una inmigrante explotada). La protagonista, Oliva, aut¨®noma en el mundo editorial, tiene una hija peque?a y mantiene una relaci¨®n con un activista de un partido de extrema izquierda; el libro arranca con una visita de la Polic¨ªa Nacional a su casa del barrio de La Latina por las llamadas de los vecinos ante el volumen de la bronca. Esa historia transcurre paralela a la de Damaris, una mujer colombiana, y Hor¨ªa, una mujer marroqu¨ª.
Pregunta. ?Las tres son personajes reales?
Respuesta. No. Son personajes que est¨¢n llenos de realidad. Una chica ecuatoriana me dijo hace unos d¨ªas que la historia de Damaris es casi de un modo exacto la historia de su t¨ªa cuando emigr¨® a Espa?a. Ocurre que t¨² y yo podemos identificarnos much¨ªsimo m¨¢s con la historia de Oliva porque es una mujer blanca, espa?ola, y porque, a diferencia de Damaris y Hor¨ªa, ella tiene las mismas posibilidades que ellas de entrar en una relaci¨®n de maltrato, pero m¨¢s recursos para salir.
P. Al poco de empezar su noviazgo y en la primera bronca, el novio de Oliva, Max, la aparta (?o la empuja?) y ella se queda horas d¨¢ndole vueltas: ?me ha apartado o me ha empujado?
R. Yo cuento en este libro una historia de maltrato. Y mi intenci¨®n al describirla tan milim¨¦tricamente es porque, aunque en este caso no se llega a la violencia f¨ªsica, s¨ª vivimos muchas veces en el l¨ªmite, sin que te importe ya de qu¨¦ tipo es la violencia cuando es una violencia como la que sufre mi protagonista. Por eso es tan real. Esa suciedad emocional: los chantajes, la posesi¨®n, las inseguridades¡ Cosas que pueden ser una verdadera tortura psicol¨®gica y generen una relaci¨®n absoluta de maltrato, como en mi libro, o que se pueden dar en muchas parejas sin que se llegue tan lejos, sin que se convierta en una relaci¨®n de maltrato. Una cosa es sufrir, porque cuando quieres y te comprometes puedes sufrir, pero otra cosa es que te hagan da?o de forma sistem¨¢tica y voluntaria.
P. Irena, una ni?a de 10 a?os, hija de Oliva, ve entrar a un hombre encantador en su casa.
R. Los ni?os lo ven y lo acaban sabiendo todo. Hay una escena en la que ella ve distra¨ªda a su madre, pero no es una distracci¨®n alegre: es una distracci¨®n tensa, nerviosa: su madre est¨¢ distra¨ªda por algo que la atormenta. Y los ni?os pueden acabar sintiendo que su madre quiere m¨¢s a la otra persona que a ellos, porque piensa todo el rato en su pareja, que es algo que no debe sentir nunca una hija o un hijo.
P. El novio de Oliva trabaja en un partido de extrema izquierda.
R. Tenemos un problema: hay pol¨ªticas y una visibilidad que no ten¨ªamos, pero nuestra intimidad sigue siendo terror¨ªfica se lo proponga quien se lo proponga. Y es muy dif¨ªcil que una mujer maltratada sienta que la sociedad la est¨¢ acompa?ando. La sociedad es todo lo que hay m¨¢s all¨¢ de la puerta de tu cuarto, y aunque ah¨ª el discurso p¨²blico de muchos es combativo, las actitudes privadas est¨¢n llenas de matices, de complicidades con el agresor si es amigo tuyo, de silencios o soledad cuando necesitas consuelo.
P. Usted pone ah¨ª el dedo.
R. Este libro empieza con la polic¨ªa llegando a una casa porque la han llamado los vecinos, y han llamado los vecinos porque llevan mucho tiempo escuchando cosas horribles. Pero en realidad, lo que intento denunciar es que se siga asociando la polic¨ªa a la violencia f¨ªsica. ¡°Oiga, ?le han hecho da?o?¡±. ¡°C¨®mo da?o, ?qu¨¦ da?o me ha hecho? Me est¨¢ torturando de otra manera¡±. Tortura tambi¨¦n es vivir supeditada a la tensi¨®n que impone otra persona. Y tiene que ver con la igualdad, claro que s¨ª: cualquier relaci¨®n de abuso se basa en imponer tus normas sin empat¨ªa, sin solidaridad, sin compa?erismo. Con tu pareja, como le ocurre a Oliva. Con la persona que viene a limpiar a tu casa, como Damaris. Con la persona que recoge las fresas que t¨² te comes, como Hor¨ªa. Sentirse superior, de eso va, y ejercer ese poder. Y esto puede aparecer en todo. ¡°?Te has acostado con alguien?¡±. ¡°No, he ido a comprar el pan¡±. ¡°?Seguro que no has ido a acostarte con alguien?¡±.
P. Las tres protagonistas tienen una correa. En el caso de Oliva, es m¨¢s grotesca. Es, supuestamente, una mujer libre. O m¨¢s desde luego que las otras dos.
R. Pero s¨®lo al final Oliva consigue el contacto cero, que tiene que ver con las relaciones de maltrato. El contacto cero es lo que t¨² tienes que hacer voluntariamente porque no hay una orden de alejamiento, ni siquiera la has pedido; es algo que deber¨ªa hacer la otra persona, pero nunca lo hace.
P. ¡
R. Mira, cuando ella se va al pasado para tratar de saber cu¨¢ndo empez¨® todo, recuerda el d¨ªa en que ¨¦l se levanta una ma?ana y le empieza a gritar. Y ella se va de su casa. Y se pregunta ya en la calle porque es ella la que se va de su casa y no sale ¨¦l corriendo de all¨ª. No hay mecanismo de supuesta protecci¨®n que funcione: ni terapias, ni entorno, ni nada. S¨®lo el contacto cero autoimpuesto de ella lo separa de ¨¦l.
Hay algo de purpurina caducada en toda esa mierda de que ¡°quien bien te quiere te har¨¢ llorar¡±. Es el c¨¢ncer de la cultura emocional que tenemos respecto a las relaciones. Quien bien te quiere te har¨¢ re¨ªr, o te har¨¢ feliz, no te har¨¢ llorar
P. En este tipo de relaciones, cuando una parte sabe ya todo lo t¨®xica que puede ser la otra, y sin embargo sigue, ?hay una adicci¨®n, una atracci¨®n irracional?
R. Pero eso tiene un l¨ªmite, y en mi novela se han traspasado. Hay algo de purpurina caducada en toda esa mierda de que ¡°quien bien te quiere te har¨¢ llorar¡±. Ese es el c¨¢ncer de la cultura emocional que tenemos respecto a las relaciones. Quien bien te quiere te har¨¢ re¨ªr, o te har¨¢ feliz, no te har¨¢ llorar. Olivia est¨¢ atrapada contra su voluntad porque esa voluntad se ha anulado. Y ella ten¨ªa un bagaje suficiente para no entrar en esa relaci¨®n porque hab¨ªa le¨ªdo y hab¨ªa vivido lo suficiente como para saber que no se entra donde hay fuego, porque te quemas.
P. Y nada de eso sirvi¨®.
R. No era una de esas relaciones que no te conviene en la que vas a sufrir un poco, como hay tantas. Era otra cosa. T¨² has dicho adicci¨®n, ?verdad? Has dicho adicci¨®n como si fuese algo voluntario.
P. Las adicciones, en cuanto uno es consciente de ellas, no son ya voluntarias.
R. No lo son, y la de Oliva no lo es. Ella llega a decirle a la psic¨®loga: ¡°Soy una yonqui, soy una yonqui¡±. Pero este caso me interesa much¨ªsimo, much¨ªsimo.
P. ?Por qu¨¦?
R. Porque pelear¨¦ hasta el final, hablando de este libro, por una idea: esa relaci¨®n de mi protagonista no es una relaci¨®n voluntaria. Ella dice: me puse a su altura para acariciarle el lomo, y ¨¦l aprovech¨® para ponerme el collar. O sea, no es voluntaria. Es una falta de respeto a todas las mujeres maltratadas decir que es voluntaria. Cuando Hor¨ªa es explotada en un campo de recogida de fresas nadie se plantea que es voluntario. Es producto, todo ello, de un sistema desequilibrado en el que las personas se someten a una violencia que genera miedo, inseguridad, asfixia, aislamiento. Algo que rompe tus puentes de defensa. La intimidad es una c¨¢rcel; es la c¨¢rcel m¨¢s perfecta que hay. Y los que tienen acceso a esa intimidad pero son amigos del agresor, en este caso de izquierdas, act¨²an con una cobard¨ªa, una hipocres¨ªa y una comodidad absoluta: ¡°No se mete nadie en la relaci¨®n del otro, son cosas suyas, no nos concierne, no es nuestra casa¡±. Es mucho m¨¢s atrevido y valiente, y eficaz, intervenir en la vida privada que en el Parlamento, o haciendo grandes declaraciones p¨²blicas. Pero mucha gente no lo sabe, o prefiere no saberlo.
P. ?Por qu¨¦?
R. ?A esa mujer blanca espa?ola con carrera, que a lo largo de su vida se hab¨ªa mantenido a salvo de todas estas cosas, y que tiene muy claro lo que es el feminismo, le puede pasar esto? Claro que le puede pasar.
P. No hay una v¨ªctima perfecta.
R. Ninguna v¨ªctima es perfecta. Ni una. El que es perfecto, siempre, es el agresor. El mismo retrato robot, las mismas actitudes.
P. Se cruzan los personajes, pero no se cruzan sus tramas.
R. Oliva siente una verg¨¹enza espantosa de que esto le pase a ella. Lleva la carga del privilegio: ah, nosotras no podemos ser unas v¨ªctimas, v¨ªctimas ser¨¢n Damaris o Hor¨ªa, de otros pa¨ªses, con otros empleos, solas, c¨®mo me voy a quejar yo de lo m¨ªo teni¨¦ndolas a ellas al lado, y c¨®mo me van a ayudar ellas a m¨ª, de ninguna manera.
P. ?No pens¨® en juntarlas?
R. Todo el rato mientras escrib¨ªa, pero me di cuenta de que unirlas para que combatiesen juntas a sus maltratadores ser¨ªa un falseamiento de un relato, un relato fant¨¢stico. No se van a mirar, tienen todas lo suyo, viven en mundos iguales y diferentes. Para Damaris, Oliva es la vecina del piso en el que se montan pollos que molestan a los ni?os que tiene que cuidar. Hor¨ªa est¨¢ m¨¢s pendiente de que no se la lleve la polic¨ªa de que de otra cosa.
P. Los hombres de La ciudad.
R. Se ve mucho, en la novela y en la vida, a los que est¨¢n concienciados pero prefieren no reconocerse en ciertas estructuras y en ciertos comportamientos. Qu¨¦ pereza. ?Levantarse de ese sill¨®n tan c¨®modo que te ofrecieron hace tanto tiempo, hace tantos siglos? Max invita a sus amigos al cumplea?os a casa, se pasan la noche hablando de avances de derechos e igualdad, y cuando se van todos, ¨¦l se queda fumando mirando el ordenador mientras Oliva limpia toda la loza. Ese es el sill¨®n que hab¨¦is heredado a lo largo de los siglos: ?para qu¨¦ levantarse, qu¨¦ ¨¦xitos p¨²blicos da fregar? Da muchos m¨¢s aplausos decir en la calle que se acab¨® que s¨®lo las mujeres frieguen, que ponerse a fregar en soledad. Yo entiendo que debe de ser dif¨ªcil, ?no? Ese silencio ensordecedor que evita que las estructuras salten por los aires.
P. Le he preguntado mucho por Oliva, no por Damaris y por Hor¨ªa.
R. Tiene que ver con el clasismo y el racismo que llevamos encima. Te reconoces m¨¢s en la historia de ella porque compart¨ªs raza, pa¨ªs, hasta un oficio parecido, y unas circunstancias que pueden ser las de cualquier mujer que tengas m¨¢s cerca que las otras dos. Yo tambi¨¦n he escrito en el libro mucho m¨¢s de Oliva. A la hora de construir a Hor¨ªa y a Damaris no estoy intentando darles voz, porque yo no soy nadie para darles voz: estoy intentando mirar ese racismo y ese clasismo que tiene hasta Oliva, a pesar de que tambi¨¦n es v¨ªctima. Pero al final es la v¨ªctima que se lleva la parte m¨¢s grande del libro, y la ¨²nica v¨ªctima que termina la novela en una situaci¨®n en la que puede mirar el futuro con m¨¢s esperanza de con la que empieza.