?Inventaron los nazis el ¡®management¡¯ moderno?
El historiador Johann Chapoutot describe en el ensayo ¡®Libres para obedecer¡¯ los paralelismos entre la gesti¨®n de una empresa actual y los m¨¦todos del r¨¦gimen hitleriano
?Existe una relaci¨®n entre la gesti¨®n de cualquier empresa actual y la organizaci¨®n del trabajo en la Alemania nazi? Es la rompedora tesis del historiador Johann Chapoutot, profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Sorbonne, que describe en su ensayo Libres para obedecer (Alianza) c¨®mo el r¨¦gimen hitleriano puso en marcha un modelo de organizaci¨®n jer¨¢rquica basado en la delegaci¨®n de res...
?Existe una relaci¨®n entre la gesti¨®n de cualquier empresa actual y la organizaci¨®n del trabajo en la Alemania nazi? Es la rompedora tesis del historiador Johann Chapoutot, profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Sorbonne, que describe en su ensayo Libres para obedecer (Alianza) c¨®mo el r¨¦gimen hitleriano puso en marcha un modelo de organizaci¨®n jer¨¢rquica basado en la delegaci¨®n de responsabilidades y la iniciativa individual. Seg¨²n Chapoutot, los nazis defendieron una concepci¨®n no autoritaria del trabajo, donde el obrero ya no era un subordinado sino un ¡°colaborador¡±, noci¨®n que puede parecer contradictoria respecto al car¨¢cter iliberal del Tercer Reich. Esa estrategia de asignaci¨®n de tareas y definici¨®n de competencias, opuesta a la verticalidad del capitalismo brit¨¢nico o franc¨¦s de finales del siglo XIX y relativamente similar a la cultura neoliberal de nuestro tiempo, estuvo al servicio de la econom¨ªa de guerra alemana y del exterminio de millones de personas, pero termin¨® sobreviviendo al final del conflicto en 1945 y fue entregada como herencia a la Europa de la posguerra.
El ensayo caus¨® estupor y cierta pol¨¦mica cuando fue publicado en Francia en 2020, donde se convirti¨® en un peque?o fen¨®meno editorial. ¡°Descubr¨ª las similitudes entre los modelos nazi y neoliberal al estudiar el trabajo de juristas alemanes que teorizaron sobre un nuevo marco normativo para el r¨¦gimen: les hac¨ªa falta una nueva ley moral, un nuevo derecho que les autorizara a exterminar a parte de la poblaci¨®n¡±, explica Chapoutot en un restaurante pegado a la Sorbonne. Entre esos te¨®ricos figuraba Reinhard H?hn, que tras la guerra se convirti¨® en el padre del management moderno en Alemania, donde fue celebrado como un pionero y lleg¨® a ser objeto de un homenaje de la patronal poco antes de morir en el a?o 2000.
Para H?hn, el Estado deb¨ªa desaparecer y ceder lugar a nuevas agencias gubernamentales, menos burocr¨¢ticas y m¨¢s din¨¢micas, en las que trabajar¨ªan trabajadores aut¨®nomos y felices. Para Chapoutot, estudiar la organizaci¨®n laboral del r¨¦gimen permite adentrarse en otra cuesti¨®n a¨²n m¨¢s espinosa: la del estatus hist¨®rico del nazismo en Europa. ?Fue una excepci¨®n, una anomal¨ªa, un par¨¦ntesis cerrado? ¡°Al rev¨¦s, los nazis est¨¢n plenamente integrados en la historia occidental. Su legado se inscribe en nuestra modernidad. En realidad, los nazis no inventaron nada. Llevaron al extremo l¨®gicas que exist¨ªan antes de su aparici¨®n y que permanecieron tras la desaparici¨®n del r¨¦gimen¡±, responde el historiador.
¡°En realidad, los nazis no inventaron nada. Llevaron al extremo l¨®gicas que exist¨ªan antes de su aparici¨®n y que permanecieron tras la desaparici¨®n del r¨¦gimen¡±, dice el autor
El libro desmonta muchas tesis infundadas sobre el nazismo. Recuerda, por ejemplo, que Hitler se opon¨ªa a la idea de un Estado fuerte, venerado en los tiempos de Prusia, pero que el f¨¹hrer consideraba una cat¨¢strofe para la raza alemana. ¡°No es el Estado el que nos da ¨®rdenes, sino nosotros quienes damos ¨®rdenes al Estado¡±, declar¨® en 1934. ¡°Solemos asimilar el nazismo con el fascismo y el estalinismo, donde s¨ª hab¨ªa un Estado fuerte y centralizado. En realidad, los nazis se cre¨ªan liberales, pese a oponerse a todos los principios del liberalismo filos¨®fico. Apoyaban las tesis del nacionalismo alem¨¢n sobre la libertad, y vinculaban la aparici¨®n del Estado a los ¨²ltimos d¨ªas de Roma, cuando la mezcla de razas exigi¨® un exoesqueleto normativo y un derecho escrito y no oral¡±, apunta Chapoutot. ¡°Los germanos de buena raza y sanos de esp¨ªritu, en cambio, lograban gobernarse a s¨ª mismos sin tener que recurrir a ¨¦l¡±.
Contra la reificaci¨®n diagnosticada por el marxismo, los nazis promovieron una especie de alienaci¨®n voluntaria del trabajador. ¡°Impulsaron una concepci¨®n nueva de la subordinaci¨®n para que fuera aceptada por el propio subordinado. Los proyectos del nazismo eran gigantescos: hab¨ªa que producir, expandirse, reproducirse y preparar la guerra en tiempo r¨¦cord. La represi¨®n no funcionaba. Hab¨ªa que obtener el consentimiento, o incluso la adhesi¨®n y el entusiasmo de los sometidos¡±, apunta el autor. Esa ambici¨®n origin¨® una organizaci¨®n del trabajo que resaltaba su car¨¢cter agradable, las medidas de aeraci¨®n y de higiene, la ergonom¨ªa y las actividades de ocio, que perfeccion¨® los preceptos del dopolavoro mussoliniano.
En Alemania, el sindicato ¨²nico cre¨® una divisi¨®n llamada Kraft durch Freude (algo as¨ª como ¡°fuerza por medio de la alegr¨ªa¡±), convencido de que la producci¨®n solo podr¨ªa sostenerse a trav¨¦s de una ilusoria sensaci¨®n de j¨²bilo y bienestar. Se organizaron vacaciones al infausto resort de la isla de R¨¹gen, conciertos en las f¨¢bricas, actividades deportivas, m¨®dulos de diet¨¦tica y cursillos para gestionar la carga de trabajo, antepasado del estr¨¦s. Cualquier parecido con los happiness managers que surgieron en Silicon Valley y luego invadieron el mundo, encargados de proponer cursos de yoga e instalar futbolines para los asalariados, es pura coincidencia.
El objetivo de Hitler y Goebbels, como dejaron claro en sendos discursos pronunciados durante la fiesta del 1 de mayo de 1933, consist¨ªa en terminar con la lucha de clases y eliminar el conflicto en el lugar de trabajo para no perjudicar la productividad. ¡°Contra el marxismo jud¨ªo, que opon¨ªa trabajo y capital, la propaganda nazi lanz¨® otra imagen: el ingeniero y el obrero estrech¨¢ndose la mano. En la Primera Guerra Mundial hab¨ªan luchado juntos en las trincheras, porque formaban parte de la misma naci¨®n y la misma raza. El marxismo amenazaba con destruir esa unidad¡±, relata Chapoutot, que recuerda la ¡°trampa¡± ideada en los a?os diez para disuadir a las masas tentadas por el comunismo: asegurar que el nazismo tambi¨¦n era un socialismo. ¡°Hitler dice a los obreros que es uno m¨¢s entre ellos. Esa identificaci¨®n enga?osa es una idea que persiste en muchos l¨ªderes populistas, con un millonario como Trump como mejor ejemplo¡±.
El ensayo pasa de puntillas sobre la idea m¨¢s inc¨®moda de cuantas enuncia: el paralelismo entre la destrucci¨®n de empleos y la supresi¨®n de vidas
Por encima de todo, los nazis fueron partidarios de un darwinismo social, de una sociedad de ganadores y perdedores donde los segundos solo pod¨ªan culparse a s¨ª mismos de su fracaso. Para ser un ciudadano aceptable, no solo hab¨ªa que pertenecer a la raza adecuada, sino tambi¨¦n producir por encima de sus posibilidades. ¡°Cuando no era el caso, el individuo se convert¨ªa en un peso muerto para la sociedad, lo que abr¨ªa la puerta a su exterminaci¨®n. Los nazis son el emblema de una deshumanizaci¨®n que sigue vigente hoy. Ya no somos personas, sino material humano, expresi¨®n omnipresente en el lenguaje del r¨¦gimen que despu¨¦s fue rebautizada como recursos humanos¡±, apunta Chapoutot.
En el libro, el historiador pasa de puntillas sobre la idea m¨¢s inc¨®moda de cuantas contiene su apasionante ensayo: el paralelismo entre la destrucci¨®n de empleos y la supresi¨®n de vidas. En la entrevista, admite que los despidos masivos de los grandes grupos en la era de la reconversi¨®n industrial tienen algo de muerte simb¨®lica. Y, en algunos casos, literal. Chapoutot recuerda el plan de transformaci¨®n de la antigua France T¨¦l¨¦com en Orange, que se sald¨® con 35 suicidios de trabajadores en 2009. ¡°Dos a?os antes, su director general hab¨ªa afirmado que los 22.000 despedidos, inservibles para una empresa p¨²blica en v¨ªas de privatizaci¨®n, deber¨ªan marcharse ¡®por la puerta o por la ventana¡¯. Y eso fue lo que sucedi¨®¡±, lamenta. El autor acabar¨¢ admitiendo que su libro tiene una dimensi¨®n pol¨ªtica: ¡°He querido crear una disonancia respecto al clima actual, recordar de d¨®nde procede ese vocabulario y alertar ante una concepci¨®n de la vida que, aunque no siempre nos demos cuenta, sigue siendo terrible y criminal¡±.