Grigori Sokolov, semejante, impredecible e irrepetible
Otro fabuloso recital del pianista ruso-espa?ol en la Sociedad Filarm¨®nica de Bilbao, cuya gira espa?ola proseguir¨¢ por Valencia, Madrid y Barcelona
Los recitales del pianista ruso nacionalizado espa?ol Grigori Sokolov (San Petersburgo, 72 a?os) son tan semejantes como impredecibles. Siempre se repite el mismo ambiente ligeramente tenebrista en la sala con una temperatura moderada para ayudar al p¨²blico a concentrarse en la m¨²sica. Un piano Steinway seleccionado por el m¨²sico sobre el escenario, que viaja a la ciudad del concierto y pone a punto un afinador antes del recital y durante el descanso. Un conocido ritual de gestos pomposos y distantes antes de sentarse a...
Los recitales del pianista ruso nacionalizado espa?ol Grigori Sokolov (San Petersburgo, 72 a?os) son tan semejantes como impredecibles. Siempre se repite el mismo ambiente ligeramente tenebrista en la sala con una temperatura moderada para ayudar al p¨²blico a concentrarse en la m¨²sica. Un piano Steinway seleccionado por el m¨²sico sobre el escenario, que viaja a la ciudad del concierto y pone a punto un afinador antes del recital y durante el descanso. Un conocido ritual de gestos pomposos y distantes antes de sentarse al piano. Y una selecci¨®n de obras que siempre incluye tres partes, aunque tan solo figuran las dos primeras en el programa de mano.
Esa tercera parte, nunca programada y siempre prevista en todas sus actuaciones, incluye seis propinas al final. Para el p¨²blico es un acto de generosidad y algunos espectadores abandonan la sala o escuchan alguna de las piezas de pie ya con el abrigo puesto. Tambi¨¦n es un misterio, pues Sokolov nunca anuncia nada. Unas veces predomina un compositor, otras las plantea como un di¨¢logo entre ¨¦pocas o tradiciones musicales. Pero siempre sucede algo especial e impredecible. El pasado jueves, 23 de febrero, no fue una excepci¨®n, en la maravillosa sala modernista de la Sociedad Filarm¨®nica de Bilbao.
Comenz¨® el rosario de propinas con Brahms. Y eligi¨® la fluida eleg¨ªa llena de nobleza y elegancia del Intermezzo opus 117 n¨²m. 2. Una versi¨®n magistral, con esa melod¨ªa que emerge entre arpegios entrelazados de si bemol menor, pero donde intensific¨® la parte final que conduce a la m¨¢s cruda resignaci¨®n. Prosigui¨® con Chopin: una versi¨®n lenta, severa y profunda de la Mazurca en si menor op. 30 n¨²m. 2 donde exhibi¨® su inconfundible dominio del pedal para conseguir una din¨¢mica en capas que aporta tanta po¨¦tica como reflexi¨®n.
El contraste de la tercera propina lo puso el virtuosismo del Preludio en si bemol mayor op. 23 n¨²m. 2, de Rajm¨¢ninov. Le son¨® quiz¨¢ demasiado en¨¦rgico en esa densa polifon¨ªa de acordes en la mano derecha impulsada por rollos de arpegios en la izquierda que se espesa todav¨ªa m¨¢s en la recapitulaci¨®n. Sokolov dud¨® al iniciar la cuarta propina, como si hubiera previsto otra pieza y cambiase de idea en el ¨²ltimo momento. Y se qued¨® con Rajm¨¢ninov para regalarnos uno de los momentos m¨¢s bellos de toda la velada: una inolvidable interpretaci¨®n del Preludio en re mayor op. 23 n¨²m. 4 con esa serena cantilena abrigada entre el lento fluir de la mano izquierda y la superposici¨®n de l¨ªneas que Sokolov supo llenar de contenido.
La quinta propina fue la plegaria del Preludio en do menor op. 28 n¨²m. 20, de Chopin. Esa denominaci¨®n se corresponde con el testimonio de la disc¨ªpula del compositor polaco, Jane Stirling. Sokolov extrem¨® aqu¨ª los contrastes y acerc¨®, a su manera, el cielo y el infierno. Quiz¨¢ lo hizo como recuerdo de su esposa Inna Sokolova, fallecida en 2013. No obstante, la sexta y ¨²ltima propina fue un c¨²mulo de homenajes. Toc¨® el arreglo de Aleksandr Ziloti en si menor del Preludio BWV 855, de Bach, una de las propinas favoritas de su admirado Emil Guilels, cuyo apoyo result¨® decisivo para conseguir su asombrosa victoria en el Concurso Internacional Chaikovski de 1966. Pero fue tambi¨¦n un recuerdo del aniversario del inicio de la invasi¨®n rusa de Ucrania, pues no solo Ziloti hab¨ªa nacido cerca de J¨¢rkov, sino que Guilels era de Odesa. Escuchamos una interpretaci¨®n tan serena como po¨¦tica. Un colof¨®n ideal.
Pero el recital hab¨ªa comenzado con m¨²sica infrecuente. Una primera parte monogr¨¢fica dedicada a piezas y suites para clavec¨ªn de Henry Purcell (1659-1695). Composiciones escritas con fines educativos y recopiladas por el propio Purcell en The Second Part of Musick¡¯s Hand-Maid (1689) o por su viuda en A Choice Collection of Lessons for the Harpsichord or Spinnet (1696). Como en el pasado con la m¨²sica de Froberger o Rameau, Sokolov se lleva estas composiciones barrocas a su terreno, aunque sin renunciar a sus adornos y particularidades como el estilo bris¨¦ o las notas in¨¦gales.
Result¨® admirable su precisi¨®n en la articulaci¨®n, la claridad de las voces y la mec¨¢nica de unos trinos n¨ªtidos y casi metaf¨ªsicos. Pero en su selecci¨®n de 35 minutos sin pausa destacaron las tres suites. Las enmarc¨® entre un ground y una chacona, que fue alternando con arreglos de canciones irlandesas y escocesas junto a una adornad¨ªsima versi¨®n del famoso rondeau de la m¨²sica incidental para Abdelazer. Sokolov crea su propio universo en esta m¨²sica insuflando dramatismo y brillantez a estos pentagramas donde la voz de Purcell convive con m¨²ltiples influencias. Lo comprobamos, por ejemplo, en el italianizante arranque del preludio de la Suite n¨²m. 4 en la menor Z. 663 (conviene aclarar que Sokolov toca una variante de este movimiento que se conserva dentro de un manuscrito recopilado por Richard Goodson en la Christ Church de Oxford). Pero tambi¨¦n en el sabor franc¨¦s que tienen la almand y la corante. No obstante, Sokolov inclina la balanza expresiva y contemplativa hacia la saraband final.
La segunda parte se centr¨® en Mozart. Con la Sonata en si bemol mayor K. 333 como obra principal. Sokolov insufl¨® elegancia y ansiedad al allegro inicial de esta obra que hemos podido fechar, en noviembre de 1783, gracias al estudio anal¨ªtico del papel utilizado por Mozart que realiz¨® Alan Tyson. Aqu¨ª subray¨® el giro tr¨¢gico del desarrollo en modo menor, aunque tambi¨¦n se resinti¨® su mec¨¢nica casi infalible con varias notas erradas. Todo mejor¨® en el bell¨ªsimo andante cantabile donde elev¨® hasta la conmoci¨®n la desolada parte central sin escatimar ninguna repetici¨®n. Y dot¨® de chispa virtuos¨ªstica al allegretto gracioso final con su sorprendente cadencia de concierto. Pero Sokolov quiso terminar, antes de las propinas, con otro ejemplo del impacto espiritual que encuentra en Mozart. Una lectura emotiva, serena e irrepetible del Adagio en si menor K. 540 que fue lo mejor de toda la velada. Con ese inesperado final en modo mayor como encarnaci¨®n sonora de la esperanza.
La gira espa?ola de Sokolov, con este mismo programa Purcell-Mozart, se inici¨® el pasado 21 de febrero en Oviedo. Tras Bilbao, proseguir¨¢ hacia Valencia, ma?ana s¨¢bado, recalar¨¢ en Madrid, el lunes 27, y culminar¨¢, el 1 de marzo, en Barcelona. No obstante, el pianista, que ahora reside en Mijas (M¨¢laga), regresar¨¢ a Espa?a para una ¨²nica actuaci¨®n m¨¢s, el 24 de junio, en el Festival de ?beda. En todos estos recitales podr¨¢n experimentar lo semejante, lo impredecible y lo irrepetible de su arte pian¨ªstico.
Sociedad Filarm¨®nica de Bilbao. Temporada 2022-23
Obras de Purcell y Mozart. Grigory Sokolov (piano). Sociedad Filarmónica de Bilbao, 23 de febrero.
Babelia
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