Natalia Litvinova, escritora: ¡°Las mujeres sosten¨ªan todo en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y los hombres sobreviv¨ªan como pod¨ªan¡±
La autora argentina de origen bielorruso publica ¡®Luci¨¦rnaga¡¯, una novela galardonada con el Premio Lumen con la que rompe el silencio de las mujeres de su familia
Natalia Litvinova (G¨®mel, Bielorrusia, 38 a?os) cuenta que un d¨ªa cualquiera un compa?ero de clase lleg¨® al colegio con enormes y olorosas manzanas. En medio del aula, sac¨® una de la mochila y le dijo: ¡°Muerde¡±. Ella se neg¨®. ?l insisti¨®, queriendo hacerla part¨ªcipe del pecado. Las manzanas, aunque bonitas, hab¨ªan sido recogidas de un ¨¢rbol que crec¨ªa dentro del per¨ªmetro denominado ¡°zona de exclusi¨®n de Chern¨®bil¡±, aquel lugar en el que la tierr...
Natalia Litvinova (G¨®mel, Bielorrusia, 38 a?os) cuenta que un d¨ªa cualquiera un compa?ero de clase lleg¨® al colegio con enormes y olorosas manzanas. En medio del aula, sac¨® una de la mochila y le dijo: ¡°Muerde¡±. Ella se neg¨®. ?l insisti¨®, queriendo hacerla part¨ªcipe del pecado. Las manzanas, aunque bonitas, hab¨ªan sido recogidas de un ¨¢rbol que crec¨ªa dentro del per¨ªmetro denominado ¡°zona de exclusi¨®n de Chern¨®bil¡±, aquel lugar en el que la tierra qued¨® para siempre envenenada. Recordando su infancia en la ciudad bielorrusa en la que naci¨® unos meses despu¨¦s de que se incendiara el reactor 4 y unos a?os antes del colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la escritora y poeta, autora de poemarios como Cesto de trenzas o La nostalgia en un sello ardiente, repasa en Luci¨¦rnaga, galardonada con el Premio Lumen de novela, su propia historia antes y despu¨¦s de emigrar a Argentina. Adem¨¢s, desentierra secretos de las vidas de las mujeres de su familia silenciados por ellas mismas durante d¨¦cadas.
Pregunta. ?De d¨®nde nace ¡®Luci¨¦rnaga¡¯?
Respuesta. Hace 10 a?os que tuve la idea de hacer algo con la historia familiar, pero no una novela, nunca pens¨¦ en una novela, yo todo lo pienso para la poes¨ªa, solo que no me encajaba porque necesitaba m¨¢s extensi¨®n. No necesitaba condensar sino abrir la garganta, hablar m¨¢s. Y hace 10 a?os, por primera vez, mi madre me cuenta que mi abuela, su madre Catalina, hab¨ªa sido secuestrada en la II Guerra Mundial. Yo ya ten¨ªa 30 a?os y la mir¨¦ y le dije: ¡°?C¨®mo me entero ahora de esto?¡±.
P. Tuvo que desenterrar su propio pasado.
R. Ella me dijo: ¡°Yo no quiero hablar del pasado, me duele¡±. Y yo le respond¨ª: ¡°Pero yo soy la nieta de mi abuela y yo s¨ª quiero hablar de esto, aunque vos no quieras¡±. Y como se negaba, le dije: ¡°?Y si me lo escrib¨ªs? Porque el tiempo de la escritura es m¨¢s amable. Escr¨ªbeme lo que sepas, lo que quieras. ?rmame un ¨¢rbol geneal¨®gico¡±. Durante mucho tiempo no supe nada de mis abuelos maternos. Hab¨ªa mucho silencio al respecto. Yo entend¨ªa que ten¨ªa que ver con la guerra, con la historia de los pa¨ªses eslavos. Eso lo ten¨ªa incorporad¨ªsimo, pero ese retorno a la casa materna me movi¨® el piso.
P. Al igual que la protagonista, usted acababa de romper con su pareja y hab¨ªa vuelto a casa de su madre.
R. S¨ª, y me sent¨ªa tan vulnerable que no se me ocurri¨® mejor idea que empezar a cavar m¨¢s en la tristeza. Sent¨ª que era la oportunidad, si iba a convivir con mi mam¨¢, ten¨ªamos que hacer esto juntas. Y empez¨® a ocurrir, estar en la cocina, que ya sabemos que es el lugar para reunirnos para quienes venimos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Mi mam¨¢ me dec¨ªa: ¡°No digas esto en voz alta o no lo hablemos tan fuerte por los vecinos¡±. Y yo: ¡°Mam¨¢, pero estamos hablando en ruso, qu¨¦ va a entender un vecino¡±.
P. Estando en Argentina.
R. Pero el mundo sovi¨¦tico est¨¢ muy presente todav¨ªa, por m¨¢s que seamos ya otra generaci¨®n y para nosotros la libertad sea otra cosa. Nacemos pensando que somos libres, pero nuestros padres, como dice Svetlana Aleksi¨¦vich, tuvieron que luchar por una libertad o morir por una libertad.
P. Gran parte de su historia se construye con di¨¢logos.
R. Siempre tuve claro que era mi madre, la cocina y un cuaderno, y que ten¨ªa que trabajar muy bien los di¨¢logos, que no perdieran esa oralidad, como un agradecimiento a todo lo que nos abri¨® Svetlana Aleksi¨¦vich, escuchar a otros, a la gente com¨²n.
P. ?Le preocupaba c¨®mo se lo pod¨ªa tomar su madre?
R. Sobre todo me preocupaba m¨¢s mi hermano que mi mam¨¢, es un tema que lo sensibiliza m¨¢s. Era adolescente cuando llegamos a Argentina, yo ten¨ªa 10, ¨¦l ten¨ªa 13 a?os y para ¨¦l fue brutal, el cambio con la adolescencia, tener que sobrevivir. Tus padres te dejaban en el colegio y era como: ¡°Sobrevivan chicos, porque nosotros vamos a buscar laburo¡±. No sab¨ªamos hablar nada, sab¨ªamos tres palabras. No nos preparamos para la mudanza.
P. Lo llama mudanza tambi¨¦n en el libro, pero fue una migraci¨®n.
R. Eso no lo pens¨¦ cuando lo escrib¨ª, pero normalmente tambi¨¦n lo llamo exilio porque para m¨ª fue forzado. Mi mam¨¢ empez¨® a vender todo y mi pap¨¢ dec¨ªa s¨ª a todo muy sumiso.
P. ?Migrar fue idea de su madre?
R. S¨ª, y para m¨ª fue como un castigo. Emocionalmente me distanci¨¦ mucho de ella.
P. Es sorprendente la imagen del hombre sumiso, dista mucho de la del hombre sovi¨¦tico fuerte o el inmigrante que se busca la vida.
R. Yo no conoc¨ª a ese hombre, no tuve ese modelo. Mi padre creo que hered¨® esa sumisi¨®n de su padre, mi abuelo, que volvi¨® traumatizado de la II Guerra Mundial. Mi padre lloraba y mi madre no lloraba nunca. Solo llora una vez en el libro, cuando muere su marido. El padre estaba en el f¨²tbol, estaba con el cigarrillo todo el tiempo, estaba en el trabajo y la madre es la que lo defend¨ªa, la que hizo funcionar la mudanza o la que propuso el exilio. Las mujeres hacen y los hombres sobreviven como pueden.
P. Son hombres que no sostienen.
R. Son las mujeres las que lo sostienen todo. Est¨¢n ah¨ª para que no se rompa.
P. Como dir¨ªa Catalina: las mujeres somos el combustible de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
R. Me divert¨ª mucho escribiendo esos di¨¢logos.
P. Usted no conoci¨® a la abuela, con la que conversa en pantanos.
R. No, pero quer¨ªa conversar con ella y ten¨ªa que inventarlo.
P. ?Qu¨¦ representa el pantano?
R. Para m¨ª, la memoria. Y realmente mi abuela trabaj¨® en un pantano. La forzaron a trabajar en uno cuando volvi¨® de Alemania. Primero la secuestraron los nazis y despu¨¦s volvi¨®, y Stalin la conden¨® a trabajar tres a?os en un pantano extrayendo turba. Pero yo no quer¨ªa abordar solamente la parte oscura de nuestra historia, porque eran mujeres que cantaban, que dejaban un legado. Tuvieron amigas, amores. Con todos sus traumas y sus miedos, pudieron llevar la vida y sostener un mont¨®n de hijos en pueblos carenciados. Ten¨ªa que haber una parte luminosa, porque si sobrevivimos hubo una parte luminosa. La oscuridad ya me la daba Chern¨®bil.
P. Se percibe c¨®mo esa parte de la historia, aunque el Estado se esfuerce en ocultarla, la gente sabe, la gente comenta en casa, la gente susurra.
R. S¨ª, el Estado no pudo acallar todo, pero igualmente hubo consecuencias muy graves de desinformaci¨®n. Com¨ªamos de la tierra contaminada. Se segu¨ªan enlatando la comida. Nadie fren¨® la producci¨®n. Descontaminar a los ni?os supon¨ªa asumir el error y asumir la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
P. ?Volvi¨® a Bielorrusia?
R. Una ¨²nica vez y fue como estar en una pel¨ªcula. El parque de enfrente de mi casa era una base militar. Yo hac¨ªa preguntas a los amigos de mis padres que se hab¨ªan quedado y todos me contestaban: ¡°?Para qu¨¦ quer¨¦s saber eso?¡±.
P. Una sospecha constante.
R. S¨ª, y me dec¨ªan que de la radiaci¨®n y de esos temas ya no se hablaba, que todo se hab¨ªa solucionado, que se la hab¨ªa llevado el r¨ªo.
P. ?Sigue la pol¨ªtica bielorrusa?
R. Solo vemos los memes de Lukashenko [el presidente] gritando como un padre.
P. Batka [padre en bielorruso], lo siguen llamando.
R. Es una infantilizaci¨®n absoluta del pueblo. Lleva 30 a?os en el poder, mucha gente no conoce ning¨²n otro presidente.
P. ?Fue complicado transcribir al espa?ol unas conversaciones y memorias que ocurren en ruso?
R. No, porque yo pienso en los dos idiomas. Mi madre me escrib¨ªa sus relatos en ruso. Me asombra porque me cuenta cosas de los nazis, me cuenta cosas de Chern¨®bil y despu¨¦s dice: ¡°No me parece interesante hablar de estas cosas¡±. Y la novela nace de ese asombro. ?Por qu¨¦ no es interesante hablar de una mujer que fue secuestrada? ?Por qu¨¦ seguimos pensando que no somos dignos de contar esa historia?
P. ?Piensa, como dice Rilke, que la patria de un hombre es su infancia?
R. S¨ª, completamente. Y Louise Gl¨¹ck tambi¨¦n dec¨ªa que vemos el mundo solo una vez y es en la infancia. A veces se banaliza un poco la infancia en los libros y no es as¨ª, la infancia para un ni?o no es banal.
P. No todas las infancias tienen el peso de la radiactividad y el colapso de un imperio.
R. Es una infancia dura pero para la ni?a, por ejemplo, la radiaci¨®n es natural. Yo de mi infancia recuerdo cosas muy puntuales y todas tienen que ver con la crisis, la radiaci¨®n. La belleza estaba solo en la naturaleza.
P. Escribe: ¡°Creo que los pensamientos densos son nuestra herencia familiar y hacemos lo que podemos para no hundirnos¡±.
R. A veces pienso en las mujeres de mi familia y les digo: ¡°Chicas, pong¨¢monos las pilas porque tenemos pensamientos densos, una historia densa, nos estamos hundiendo, hagamos algo, bromeemos, cantemos, pong¨¢monos flores en la cabeza¡±. Como dice tambi¨¦n Rilke, el canto es la existencia. Hag¨¢monos cargo: vamos a cantar.