Una inmigraci¨®n feliz
La desnuda cr¨®nica de una inmigraci¨®n mezclada de huida y afirmaci¨®n es el relato ¨ªntimo que ofrece el escritor Boris Izaguirre con origen en su Caracas natal y perdido y destino en su Madrid triunfal
Este art¨ªculo forma parte de la revista ¡®TintaLibre¡¯ de noviembre. Los lectores que deseen suscribirse a EL PA?S conjuntamente con ¡®TintaLibre¡¯ pueden hacerlo a trav¨¦s de este enlace. Los ya suscriptoras deben consultar la oferta en suscripciones@elpais.es o 914 400 135.
No escap¨¦ de Venezuela amenazado o perseguido. Simplemente, sent¨ªa que mi pa¨ªs de origen no era el futuro. Una intuici¨®n egoc¨¦ntrica me sirvi¨® de impulso para conseguir alejarme de all¨ª. Sucedi¨® en febrero de 1992, exactamente en la madrugada del 4 de febrero, la fecha del primer golpe de estado de Hugo Ch¨¢vez contra el gobierno de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez. La asonada militar se inici¨® a las doce de la medianoche cuando yo regresaba de una juerga con amigos. Despu¨¦s de fumar un porro de fin de fiesta, empezamos a ver asombrados a paracaidistas descendiendo sobre la autopista del este de la ciudad, pusimos ¡°raining men¡± en el cd. ?Claro que pensamos que la marihuana hac¨ªa efecto! M¨¢s que temer por la democracia, luchamos por evitar que nos detuvieran por consumir sustancias ilegales. No fue hasta el amanecer que nos dimos cuenta de que el coloc¨®n era bastante mayor. Mi madre apareci¨®, con su vaporosa ropa de cama, advirti¨¦ndonos: ¡°Ustedes no saben lo que es un golpe de Estado. Y este es uno, de verdad¡±, solt¨® con toda la autoridad de su edad y atuendo. Mis padres sobrevivieron a la dictadura de Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez, abatida en 1958 por una revuelta popular. Yo hab¨ªa nacido y crecido en democracia.
Para m¨ª era algo in¨¦dito pero concluyente. Mir¨¦ el cielo azul de Caracas, igual de lindo y hollywoodiense que todos los d¨ªas, pero esta vez, nada se mov¨ªa. Parec¨ªa paralizado, como un espejo instantes antes de partirse en pedazos. Me encontr¨¦ incapaz de hacer nada con esos pedazos rotos. No sabr¨ªa por d¨®nde empezar a recogerlos. Entend¨ª que era una alerta. Ten¨ªa que buscar una salida.
De alguna manera ya lo hab¨ªa intentado antes. Viajando a visitar a mi hermano en Londres, descubriendo todo sobre m¨ª mismo y las bondades de so?ar despierto en South Kensington, un a?o antes de que Diana se casara con el pr¨ªncipe Carlos. Y tambi¨¦n la precoz libertad de los primeros ochenta en el mundo queer. Al regresar a Caracas me sent¨ª atrapado, pero encontr¨¦ los mimbres para escribir una columna publicada en El Nacional (donde mi padre era el cr¨ªtico de cine), explorando el laberinto social de mi ciudad y los gustos de mi generaci¨®n, la primera crecida en democracia. Con esa columna tuve mi primer encuentro con la notoriedad y supe que avanzar¨ªamos juntos. Al final, descubr¨ª que ten¨ªa otra raz¨®n m¨¢s para querer salir de Venezuela. Sab¨ªa escribir, sab¨ªa provocar. Me estaba desperdiciando en mi pa¨ªs.
Muchas personas no emigran por estas razones. Es un proceso, una decisi¨®n m¨¢s tortuosa. Pero en mi caso, todo se uni¨®. Aquel golpe de Estado de Ch¨¢vez contra la Rep¨²blica fracas¨®, el propio comandante apareci¨® en la televisi¨®n reconoci¨¦ndolo y agregando el ahora m¨ªtico ¡°Por ahora¡±. Pero mi decisi¨®n cobr¨® impulso. Ese impulso que los inmigrantes asumimos, venga de la desesperaci¨®n econ¨®mica, de una persecuci¨®n, de una indefensi¨®n de los derechos humanos o de una inusitada hambre de ¨¦xito.
Una empresa de producci¨®n audiovisual CTV, en Santiago de Compostela y dirigida por un inmigrante palestino, Ghaleb Jaber, me hab¨ªa tanteado profesionalmente en Buenos Aires, donde escrib¨ªa una telenovela, Inolvidable (que, de lo mismo, solo tuvo el t¨ªtulo), reapareci¨® milagrosamente en Caracas y me agarr¨¦ a ese clavo ardiente. Jaber me contrat¨® para desarrollar una telenovela basada en una popular novela costumbrista La casa de la Parra para la TVG. As¨ª, legalmente amparado, tuve mi primera tarjeta de residencia b. El proceso de pasar de esa b min¨²scula a la C may¨²scula es la odisea que inician y, a veces, superan miles de inmigrantes hasta alcanzar la nacionalidad plena. Mi proceso dur¨® casi seis a?os, del 93 hasta el 99. En todo ese tiempo, d¨ªas, noches y meses, me iba a dormir agradecido de mi suerte, pero siempre sospechando que mi alegr¨ªa era compartida con la pena, la soledad, el fracaso de otros.
La primera vez que me llamaron sudaca fue duro, pero de inmediato record¨¦ que a los espa?oles inmigrantes en nuestros pa¨ªses latinoamericanos se les generaliza con gallego y pens¨¦ que era un insulto en doble sentido. Eso tambi¨¦n es la inmigraci¨®n. Un aprendizaje tanto para el que se instala como para el oriundo.
La primera vez que me llamaron sudaca fue duro, pero de inmediato record¨¦ que a los espa?oles inmigrantes en nuestros pa¨ªses latinoamericanos se les generaliza con gallego y pens¨¦ que era un insulto en doble sentido. Eso tambi¨¦n es la inmigraci¨®n. Un aprendizaje tanto para el que se instala como para el oriundo. No siempre sabemos recibir a la inmigraci¨®n. Pienso que, si lo vi¨¦ramos como una integraci¨®n, tendr¨ªamos menos problemas y agobios con esta realidad, que est¨¢ cambiando el mundo. Desde ese momento en que me descubr¨ª sudaca, sent¨ª que estaba en una campa?a, una batalla que podr¨ªa ser fruct¨ªfera. Adem¨¢s, sudaca y gallego lo ¨¦ramos Rub¨¦n y yo. Eso tambi¨¦n me hizo decidir prosperar en mi relaci¨®n con Rub¨¦n. ?Bingo! Fue un acierto, sin ¨¦l todo habr¨ªa sido distinto.
?C¨®mo fue ese viaje?
Es el prop¨®sito de este art¨ªculo contarlo. Una ma?ana, Rub¨¦n lo reconoci¨®: nos sent¨ªamos c¨®modos caminando juntos. Tener un compa?ero de viaje facilit¨® mucho las cosas. Escapar, inmigrar (que no son lo mismo, pero en m¨ª se confunden), dejaba de ser una aventura en solitario. Y as¨ª nos fuimos a Madrid, a una capital que nos reun¨ªa despu¨¦s de unos meses separados. Yo fui adelante, como hacen muchos padres de familia, por ejemplo, entre M¨¦xico y Estados Unidos. O Marruecos y Espa?a.
Mi llegada a Madrid coincidi¨® con el Oscar otorgado a Belle Epoque: entr¨¦ en la capital durante una fiesta, que, como muchas otras, asum¨ª como propia, como de recepci¨®n. No estuve tan equivocado porque Madrid era una fiesta. Tan peligrosa como seductora. Hospitalaria, s¨ª, pero siempre topabas con alguien que te preguntaba ese ¡°?De d¨®nde eres? ¡°, que por repetitivo se vuelve amenazante. Yo nunca hago la pregunta, por m¨¢s curiosidad que me despierte el acento. Aprend¨ª a responder sin traslucir que me quemaba por dentro. Y descubr¨ª que ofrecer una cara amable, no evadir respuestas, cambiaba la percepci¨®n ante el inmigrante. Dejaba de resultar menos enemigo. Y avanzaba en mi decisi¨®n de integrarme.
Ten¨ªa varias sumas en esa cesta. No era espa?ol, era blanco y gracioso, era gay, no me escond¨ªa ni tampoco a mi pluma. Y eso ofrec¨ªa autenticidad, algo que descubr¨ª muy valorado entre los que me rodeaban. Como Lucia Bos¨¦, que me animaba a mostrar mi frondoso plumaje para diferenciarme.
Claro que, la m¨ªa no es la historia de un inmigrante normal. Tuve suerte, tuve intuici¨®n, tuve ojo, tuve amor. Y entend¨ª que todas esas cosas trabajan en conjunto. Como amigo de los Bos¨¦ fui rara avis, pero no me cort¨¦ ni un pelo. Ni una pluma. Gemma Nierga me descubri¨® hablando del ?Hola! como si fuera el centro del universo de sabidur¨ªa compartida entre Am¨¦rica y Europa. Me fich¨® para su programa de radio ¡°La Ventana¡±, en 1997. Un d¨ªa le preguntaron de d¨®nde hab¨ªa sacado a ese actor, que hablaba con acento sudaca y dec¨ªa que ten¨ªa novio en vez de novia. Gemma les respondi¨® que no era un actor, que exist¨ªa, era una persona. Y esa persona se materializ¨® en un programa de televisi¨®n en directo, llamado Moros y Cristianos. Entr¨¦ como un escritor de culebrones y sal¨ª transformado en Boris, nuevo fen¨®meno medi¨¢tico.
Hay varias fronteras en mi inmigraci¨®n. Venezuela y Espa?a, desde luego. Pero en Espa?a se ampliaron a Galicia, Barcelona y Madrid, tres ciudades que conozco, las tres igual de receptivas y ampliadoras. No existe una sola Espa?a y entenderlo f¨ªsicamente, multiplic¨® mis propias fronteras. Y mi percepci¨®n del pa¨ªs.
La televisi¨®n fue un universo. La ¨²ltima frontera. Me dio todas las herramientas que me faltaban para la integraci¨®n. Primero con la telenovela, un monstruo bic¨¦falo. Era lengua y g¨¦nero. S¨ª, un g¨¦nero profundamente latinoamericano, aunque su madre y padre, el melodrama, sea europeo y hollywoodiense. Una vez alguien me dijo en Coraz¨®n Negro, el bar de Paola Domingu¨ªn que fue mi refugio durante unos meses: ¡°?Para qu¨¦ dices que las escribes?¡±. Lo hac¨ªa porque me diferenciaba. Igual que mi pluma, que tanto irrit¨® a los colectivos gays y a los c¨ªrculos cat¨®licos, cuando la emple¨¦ como trofeo y escudo protector desde la misma televisi¨®n. Ya no guionista sino al frente de las c¨¢maras. Es ¡°tu personaje¡±, me dec¨ªan tambi¨¦n. Se equivocaban. Vociferar, lo reconozco, aquello que tra¨ªa a esta cultura cre¨ªa que era mi deber. Y esa responsabilidad devino en un camino, una proyecci¨®n. Era una estrella, lo que pensaba que era de nacimiento, pero que no se hizo realidad hasta integrarme en otro pa¨ªs, en otra cultura a la que como inmigrante, llegu¨¦ casi despojado de antecedentes.
No me refiero a antecedentes penales sino a llegar sin pasado visible. Es un hecho unificador entre todos los inmigrantes y que se manifiesta en esa invisibilidad que tienes que asumir mientras te legalizas. Es una supervivencia, que yo la vi como una sucesi¨®n de pruebas similares a la escalada de letras que vas consiguiendo en esa tarjeta de residencia que, en Espa?a, al cabo de cambiar de letra, se convierte en nacionalidad.
Con la distancia, creo que esa falta de antecedentes, el crearme una familia propia, lejos de la que me hab¨ªa criado, me dio la libertad de expresarme sin tener que dar muchas explicaciones. Por eso fue tan liberador desnudarme en Cr¨®nicas Marcianas, por ejemplo, y descubrir que desde ese programa y La Ventana pod¨ªa ofrecer todos los rangos de mi idea de comunicar. Un cocktail, Inmigrante, escritor, gay, vedette.
Con la distancia, creo que esa falta de antecedentes, el crearme una familia propia, lejos de la que me hab¨ªa criado, me dio la libertad de expresarme sin tener que dar muchas explicaciones. Por eso fue tan liberador desnudarme en Cr¨®nicas Marcianas, por ejemplo, y descubrir que desde ese programa y La Ventana pod¨ªa ofrecer todos los rangos de mi idea de comunicar. Un cocktail, Inmigrante, escritor, gay, vedette.
Muchas veces me han parado en la calle para agradecerme ¡°lo que has hecho para que mis padres me acepten como gay¡±. No tantas lo hacen como figura integradora, a excepci¨®n de los venezolanos, que son miles porque mi pa¨ªs y su actual r¨¦gimen han provocado el ¨¦xodo de m¨¢s de siete millones de venezolanos. Ellos me llaman ¡°orgullo venezolano¡±. Siento esa etiqueta como un viaje personal, el final feliz de mi historia como inmigrante. ?Cuan distinta habr¨ªa sido mi vida si en 1992 no hubiera decidido hacer el viaje a la inversa! Me hubiera perdido, entre otras cosas, desfilar junto a mis amigos Leopoldo Alas y Chacho en la primera manifestaci¨®n gay de Madrid en 1994.
Fuimos 150 personas esa vez. Al cabo de 10 a?os nos convertimos en un mill¨®n. Y pasamos de gritar esl¨®ganes como ¡°En los balcones tambi¨¦n hay maricones¡± a ¡°Madrid capital Gay¡±. Recuerdo las caras de emoci¨®n y exaltaci¨®n de muchos otros sudacas gays que, como yo, descubr¨ªan en Madrid una ciudad donde pod¨ªas ser como eras. M¨¢s que aceptado, te fund¨ªas con ella, sus calles, sus peligros, sus salones, como si fuera una madre incestuosa y protectora. Desde entonces mi existencia como inmigrante est¨¢ unida a mi sexualidad. Las dos se retroalimentan.
Recuerdo las caras de emoci¨®n y exaltaci¨®n de muchos otros sudacas gays que, como yo, descubr¨ªan en Madrid una ciudad donde pod¨ªas ser como eras. M¨¢s que aceptado, te fund¨ªas con ella, sus calles, sus peligros, sus salones, como si fuera una madre incestuosa y protectora. Desde entonces mi existencia como inmigrante est¨¢ unida a mi sexualidad. Las dos se retroalimentan.
Acabo de participar en un festival literario en el Instituto Cervantes de Los ?ngeles junto a otros escritores latinoamericanos donde pude confitar lo integrador de la comunidad LGTBIQ+?. No dejan de agregarse letras que simbolizan personas y diferencias. Constat¨¦ que mi homosexualidad es tambi¨¦n una inmigraci¨®n. He nacido en una familia, un entorno, una sociedad mayoritariamente heterosexual y a trav¨¦s de mi diferencia he construido una identidad. Me alegra vivir en un siglo donde se conquistan espacios que estaban bloqueados. As¨ª como podemos defender la igualdad femenina, la lucha contra el edadismo, la inmigraci¨®n como fuerza transformadora de la sociedad o las atrocidades del colonialismo, tambi¨¦n podemos defender el aporte que ofrecemos los que nos trasladamos de esas antiguas colonias a los pa¨ªses desarrollados.
Mi historia feliz de inmigraci¨®n me ha ense?ado que no somos nunca una sola cosa. Somos hombre y mujer, persona y personaje. Caraque?o y madrile?o. Transe¨²nte y veh¨ªculo. S¨ªmbolo y paradoja. De aqu¨ª y de all¨ª. Agradezco, todos los d¨ªas, estar en todas esas partes y permanecer entero y acompa?ado.
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