El jard¨ªn de dos ancianos y el huerto de una holgazana: maneras para mejorar el mundo
Dos libros recientemente publicados de dos escritores que ya no viven, Pia Pera y Reginald Arkell, buscan entre flores, hortalizas y malas hierbas otras formas de estar en la tierra
¡°No habr¨ªa que preguntarse por qu¨¦ el ser humano perdi¨® el para¨ªso terrenal, sino por qu¨¦ no hace nada para volver a ¨¦l¡±. Herbert Pinnegar y Pia Pera no tienen nada que ver. Y, sin embargo, ambos llegaron a conclusiones parecidas. Para empezar, uno es personaje y la otra autora. Ella, escritora, profesora de literatura y due?a de una hacienda a las afueras de Lucca, descubri¨® ...
¡°No habr¨ªa que preguntarse por qu¨¦ el ser humano perdi¨® el para¨ªso terrenal, sino por qu¨¦ no hace nada para volver a ¨¦l¡±. Herbert Pinnegar y Pia Pera no tienen nada que ver. Y, sin embargo, ambos llegaron a conclusiones parecidas. Para empezar, uno es personaje y la otra autora. Ella, escritora, profesora de literatura y due?a de una hacienda a las afueras de Lucca, descubri¨® en la naturaleza y la compa?¨ªa de su perro Nino una generosidad vital que transform¨® su vida y la de la gente que la quiso. Bert, por su parte, comienza su historia ¡ªla vida que le concede el escritor Reginald Arkell¡ª sin tener nada m¨¢s que poco futuro y termina como due?o moral de un jard¨ªn que no necesita poseer: ¡°Mientras fue responsable del jard¨ªn nunca se sinti¨® como un trabajador que recibiera un salario. Sent¨ªa que era suyo y, en cierto modo, lo era¡±.
El huerto de la escritora Pia Pera es el protagonista de su historia: El huerto de una holgazana (Errata Naturae), que, en italiano, tiene el adjetivo de ¡°perdigiorni¡±, alguien que deja pasar los d¨ªas. De eso va el libro. Y no se enga?en, Pera sabe que ¡°el huerto quiere al hombre muerto¡±. Por eso trata de huir de ese agotamiento intentando aplicar la doctrina de ¡°la agricultura de la no acci¨®n¡± del japon¨¦s Masanobu Fukuoka, dedicado a cuidar naranjos sin arar, podar o retirar las malas hierbas. ¡°Me hab¨ªa tropezado con una labor, y por tanto con un maestro, que revelaba de forma despiadada las carencias de mi car¨¢cter, y que justo por eso iba a ense?arme a afrontarlas¡±. El libro relata ese a?o de crecimiento y felicidad en la propia Pera y en su huerto. Con d¨ªas calurosos en los que la vocaci¨®n hort¨ªcola vacila y se convierten en tiempo de lectura y d¨ªas de airear las copas ¡ªpara que el sol las inunde y no deje par¨¢sitos¡ª. Un a?o de ¡°alejarse de trabajos que entristecen e invaden el alma robando espacio a la alegr¨ªa¡±, eso es este gran libro.
Recuerdos de un jardinero ingl¨¦s (Perif¨¦rica) no es una novela sobre la constancia, sino m¨¢s bien sobre la sorpresa. Tambi¨¦n sobre las afinidades afectivas. Con la tranquilidad de haber resistido plagas, sequ¨ªas o inundaciones sabiendo que siempre hay otra primavera, vemos pasar la vida de Bert Pinnegar. ¡°Para ¨¦l todos los hierbajos eran flores, mientras que para los granjeros todas las flores eran hierbajos¡± para comprobar lo diferente que es el orgullo que proviene de tener que el que encuentra su raz¨®n en el hacer. Pinnegar hace. Y lo que hace a veces es observar, esperar. Incluso callar. ¡°Plantabas un ¨¢rbol, lo ve¨ªas crecer, recog¨ªas el fruto y, cuando llegabas a viejo, te sentabas a su sombra. Despu¨¦s mor¨ªas y todos se olvidaban de ti. Aun as¨ª, el ¨¢rbol segu¨ªa creciendo. Y nadie reparaba en ¨¦l. Siempre hab¨ªa estado ah¨ª y siempre estar¨ªa ah¨ª¡±.
El impagable libro de Arkell est¨¢ sembrado de todo tipo de reflexiones. A veces, econ¨®micas: ¡°Como ocurre con todas las actividades verdaderamente creativas, la jardiner¨ªa atrae a la mente y al coraz¨®n m¨¢s que al bolsillo¡±. Otras, psicol¨®gicas: ¡°Los jardines tienen algo que saca incluso de los mejores de nosotros una feroz vena posesiva. Todos nuestros triunfos, para ser de verdad satisfactorios, deben tener su origen en nuestro propio esfuerzo individual¡± o ¡°en un jard¨ªn no se puede estar enfadado mucho tiempo¡±. Las hay biol¨®gicas: ¡°70 a?os dura nuestra vida y, aunque los hombres fuertes alcancen los 80, su fortaleza no es m¨¢s que esfuerzo y lamento¡±; e incluso algunas que no resulta f¨¢cil decidir si son realistas o idealistas: ¡°Si pas¨¢ramos nuestro tiempo libre cultivando flores en vez de hablando de tonter¨ªas, el mundo ser¨ªa un lugar m¨¢s feliz¡±. Los recuerdos de Pinnegar son la historia de una amistad poco probable ¡ªentre empleadora y empleado¡ª y una oda al trabajo bien hecho que es, en realidad, el trabajo hecho desde la libertad de osar equivocarse.