Basta de ruido: urge repensar el sistema de participaci¨®n en los foros
El peri¨®dico deber¨ªa desplegar las mismas exigencias de calidad que demanda a las redes sociales en los comentarios de las noticias
Uno de los efectos inmediatos que ha tenido el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos es que las grandes plataformas de los magnates que le han apoyado han impugnado la necesidad democr¨¢tica de moderar el debate p¨²blico. Mark Zuckerberg, presidente de Meta (propietaria de Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads), anunci¨® en enero el fin de sus sistemas de verificaci¨®n y del control de los contenidos manipulados o falsos, como antes hizo Elon Musk en X. ¡°Vamos a restaurar la libertad de expresi¨®n en nuestras plataformas¡±, sostuvo.
Por esta v¨ªa ambos multimillonarios han enarbolado el peligroso argumento de que es censura cualquier mecanismo que trate de rebajar los insultos, las descalificaciones y las mentiras en el intercambio de opiniones. Peor a¨²n, que cualquier comentario, por ofensivo o falaz que sea, est¨¢ amparado por la libertad de expresi¨®n.
Precisamente por esto, EL PA?S ha reprochado en sus editoriales a Musk y a Zuckerberg el uso de sus redes para desinformar y privilegiar la agenda de la extrema derecha. Creo que, por coherencia, las mismas exigencias de calidad y de responsabilidad sobre lo publicado que el peri¨®dico demanda a estas redes sociales deber¨ªan aplicarse en la plataforma de comentarios de los art¨ªculos de EL PA?S.
Resulta vital defender con hechos que las reglas de la convivencia y el respeto al pr¨®jimo no solo no atentan contra la libertad de opini¨®n, sino que suponen una herramienta imprescindible para poner la pluralidad de pensamiento al servicio de los ciudadanos a trav¨¦s del debate sosegado. Con ese objetivo, la moderaci¨®n en EL PA?S deber¨ªa ser exquisita siempre; con m¨¢s raz¨®n, ahora.
Sin embargo, me llegan continuamente peticiones de amparo de lectores ante los comentarios de otros usuarios, y quejas por el incumplimiento de las normas de participaci¨®n. Tambi¨¦n hay quien cuestiona el excesivo celo de los moderadores. Vamos al an¨¢lisis:
Historia. La primera edici¨®n digital del peri¨®dico se estren¨® en 1996 como el pais.es. La participaci¨®n de los lectores no lleg¨® hasta 10 a?os despu¨¦s, justo cuando se cambi¨® el dominio a elpais.com. ¡°Para saltar la barrera que separa a los medios de sus lectores, estos ser¨¢n invitados a comentar determinados art¨ªculos¡±, anunciaba el peri¨®dico, que tambi¨¦n abri¨® la posibilidad de puntuar las noticias con estrellas.
En el verano de 2010, el sistema de comentarios transmut¨® en una red social llamada Eskup, desarrollada por el equipo t¨¦cnico interno. El objetivo, seg¨²n uno de sus impulsores, Borja Echevarr¨ªa, hoy director adjunto, era abrir comunidades de nicho, aprovechando publicaciones como Babelia o El Viajero. Sin embargo, lo que tuvo ¨¦xito fue su uso como herramienta de live blogging (el relato en tiempo real de noticias), la base de los directos del peri¨®dico.
Esta plataforma se mantuvo hasta hace un a?o, cuando se sustituy¨® por otra desarrollada por una empresa externa. Mientras, el funcionamiento de los foros fue variando. Por ejemplo, hasta 2020 pod¨ªa comentar cualquiera que se registrara en la web; ahora, solo los suscriptores. Tambi¨¦n cambi¨® el sistema de revisi¨®n de contenidos; al principio, lo hac¨ªan periodistas, despu¨¦s se han contratado empresas para moderar. En ning¨²n caso son los redactores de EL PA?S los que realizan el filtrado. El funcionamiento es ajeno a la Redacci¨®n y son contados los periodistas que responden o que siquiera leen los comentarios de sus propios art¨ªculos.
Moderaci¨®n. En la actualidad, existe un doble sistema de revisi¨®n de los mensajes: uno autom¨¢tico impide primero publicar determinadas expresiones insultantes; despu¨¦s, existe un repaso manual gestionado por empleados de la empresa Interactora. Sin embargo, no llegan a todos los textos. Cada d¨ªa se publican cientos de noticias y no existe un tiempo acotado para comentarlas. Desde hace un a?o, el promedio es de 4.100 comentarios diarios, realizados por 1.300 suscriptores. Es decir, quienes participan en los foros son una parte muy peque?a de los m¨¢s de 400.000 abonados.
Los lectores. Es obvio que la participaci¨®n enriquece las noticias, pero tambi¨¦n causa malestar a muchos lectores. ¡°Siempre que asoman las mujeres o el feminismo, te arriesgas a la descalificaci¨®n m¨¢s absoluta y sin razones fundamentadas¡±, cuestiona Bel¨¦n Cabello. Algo parecido critica Nicol¨¢s P¨¦rez: ¡°Estoy cansado de leer descalificaciones e insultos que se permiten en los comentarios de algunos lectores¡±.
Como la moderaci¨®n no alcanza a todas las piezas, los mensajes que mejoran la conversaci¨®n quedan a menudo sepultados entre otros impublicables, y el conjunto solo contribuye a una cacofon¨ªa. Se da la paradoja de que mientras algunos lectores reprochan al peri¨®dico que el filtrado sea laxo, otros se quejan de censura.
Libertad de expresi¨®n. Algunos lectores me escriben para que intervenga cuando creen que la moderaci¨®n se ha excedido. La mayor¨ªa de estas veces se han aplicado bien las normas de participaci¨®n, muy estrictas con los ataques con el fin de mantener un debate de calidad. Tambi¨¦n porque, al contrario que en una red social, la direcci¨®n de un medio es penalmente responsable de lo que se publica en ¨¦l. Los afectados suelen entonces acusar al peri¨®dico de censurar. No es cierto, pero creo que el sistema da pie a la desconfianza.
Es comprensible que haya lectores molestos si su comentario permanece horas publicado y despu¨¦s se elimina sin explicaciones. O que haya intervenciones que incumplen las normas, pero no se borran porque los moderadores no las alcanzan. Un sistema en el que primero se publica y luego se elimina provoca cuando menos, confusi¨®n. Si adem¨¢s no se castigan todas las infracciones, tampoco resulta equitativo.
Anonimato. ?ngel Villegas sintetiza otra queja habitual: ¡°Reclamo lo que ustedes mismos establecen en sus normas: que los usuarios escriban con su nombre y apellido. Cada uno debe hacerse responsable de lo que escribe¡±. Las normas de participaci¨®n dicen: ¡°Para comentar en EL PA?S, el autor deber¨¢ identificarse y tener una suscripci¨®n activa¡±. Sin embargo, numerosos usuarios hacen trampas en el formulario y usan seud¨®nimos. Son habituales las quejas sobre estos an¨®nimos.
El Libro de Estilo exige que todos los art¨ªculos de opini¨®n est¨¦n firmados y habr¨ªa que hacer lo mismo en los foros. Ha sido una demanda repetida por varios defensores, sin que el peri¨®dico haya reaccionado hasta ahora.
Supervisi¨®n. No existe un protocolo claro de qui¨¦n debe supervisar los foros o la moderaci¨®n. El sistema de comentarios opera a caballo entre el equipo de producto y el de redes sociales, pero ninguno se siente autorizado para tomar medidas dr¨¢sticas contra un suscriptor. Solo me consta una ocasi¨®n en la que se haya aplicado el reglamento a un comentarista, a quien se cort¨® el acceso a los foros una semana por desearle la muerte a otro usuario.
Objetivo. Es urgente repensar el sistema de participaci¨®n y aclarar su prop¨®sito. En mi opini¨®n, el modelo debe alejarse del de las redes sociales y contribuir a la reflexi¨®n. Pero me gustar¨ªa mucho escuchar a los lectores (defensora@elpais.es). ?Leen ustedes los comentarios? ?Renuncian a participar por los motivos citados o por otros? ?Qu¨¦ les animar¨ªa a sumarse a la conversaci¨®n?
Para contactar con la defensora puede escribir un correo electr¨®nico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duraci¨®n al n¨²mero +34 649 362 138 (este tel¨¦fono no atiende llamadas).