Cuando los v¨ªdeomarcadores del Santiago Bernab¨¦u mostraron la imagen del t¨²nel de vestuarios, a minutos del comienzo del partido, brot¨® un peque?o revuelo entre un grupo de padres en el segundo anfiteatro. Porque all¨ª, en la imagen, estaban sus hijas: ni?as con aut¨¦ntica fiebre por el f¨²tbol que, gracias a una iniciativa de Mastercard para apoyar el d¨ªa internacional de la mujer, saltaron este martes al c¨¦sped de la mano de los jugadores del Real Madrid y el Ajax de ?msterdam. Mientras m¨¢s de 80.000 personas coreaban el himno de la Champions, ellos se agitaban buscando sus tel¨¦fonos m¨®viles, apuntando con ellos al campo, para no perderse el momento y guardar la instant¨¢nea de sus hijas para siempre.
Porque, lo saben esas 25 ni?as y tambi¨¦n sus padres, el f¨²tbol es eso: afici¨®n, pasi¨®n. Una emoci¨®n universal y sin g¨¦nero.
Olga Bru dice que la devoci¨®n que su hija profesa por el f¨²tbol es anterior a su nacimiento mismo, se le grab¨® en el vientre materno. Su marido odia el f¨²tbol. Era julio de 2010. Toda la gente que conoc¨ªa se hab¨ªa marchado de vacaciones. ¡°Quer¨ªa ver la final del Mundial con ambiente, as¨ª que saqu¨¦ patatas, cerveza (sin alcohol) y me enfund¨¦ una camiseta de la Roja, talla XL, para que me cupiera mi tripa de recta final de la gestaci¨®n. Grit¨¦ y llor¨¦ cuando por fin marc¨® Iniesta¡±, cuenta Bru.
Su hija Laura juega, como antes su hermano mayor, al que Olga acompa?aba en cada partido. Normalmente, era la ¨²nica madre animando. ¡°Les llevaba caf¨¦ al resto de padres y me dec¨ªan: ¡®c¨®mo se nota que vosotras est¨¢is acostumbradas a cuidar¡¯; a lo que yo respond¨ªa: ¡®De eso nada, aqu¨ª todos somos iguales, ma?ana traed vosotros otra cosa¡±. Bru asegura que a su hijo, cuando equipos femeninos le han endosado una buena goleada, jam¨¢s le ha o¨ªdo un comentario discriminatorio, solo que eran mejores, que ten¨ªan que entrenar m¨¢s: ¡°El machismo se lo contagiamos los adultos¡±.
Raquel Cuenca, otra madre, conversa con Bru sobre los agravios que todav¨ªa perciben en el deporte femenino en un pasillo en las tripas del Bernab¨¦u, aguardando a que empiece el partido. ¡°Mi hija Sara juega de portera y, si nota que tiran a puerta m¨¢s flojito por ser ella una chica, se enfada¡±. Cuenca dice que hasta hace poco no sab¨ªa nada de f¨²tbol, apenas sus m¨¢s b¨¢sicas reglas, y que la pasi¨®n de su hija la ha ido arrastrando tambi¨¦n a ella.
Para Noelia Bercedo es la primera vez en un estadio de f¨²tbol. Tampoco su padre, Fernando, hab¨ªa pisado un campo desde 1985, cuando lo hizo del brazo de su propio progenitor. ¡°Agradezco mucho la oportunidad que esta acci¨®n de Mastercard me brinda porque, igual que mi padre hizo conmigo, ahora soy yo quien vengo con ella, como una tradici¨®n familiar m¨¢s; la afici¨®n al f¨²tbol, a cualquier deporte, no distingue entre hombres y mujeres¡±.
Laura Jim¨¦nez lleva tres a?os seguidos visitando el Bernab¨¦u al menos una vez al a?o: durante la celebraci¨®n del t¨ªtulo de campeones de Champions que all¨ª hac¨ªa el Madrid, su club del alma. Tiene siete a?os y juega de delantera en un equipo en el que el resto son chicos de su colegio. ¡°Cuando les cont¨¦ que iba a dar la mano a los jugadores y a estar en el c¨¦sped les dio envidia y me dijeron: ¡®?Qu¨¦ suerte!¡±. Su primo de catorce a?os fue canterano del Real Madrid y ahora juega en las categor¨ªas inferiores del Rayo Vallecano. Los partidos, siempre que pueden ambas, los ve con su madre, Gemma Alguacil.
Luc¨ªa G¨®mez, de ocho a?os, tambi¨¦n juega de atacante, aunque ella en el CD Avance, un equipo de Alcal¨¢ de Henares que compite en una liga de ni?os. Dice que empez¨® a jugar con su prima mayor, aunque su padre apenas es capaz de recordar una edad en la que no anduviera ya con la pelota entre los pies. Su padre, Javier G¨®mez, por cierto, es cul¨¦, y le ha salido una hija muy merengue. ¡°Hoy, que gane el Madrid¡±, declara G¨®mez: ¡°Por supuesto va por delante la felicidad de mi hija que mi barcelonismo¡±.
Para Laura Orgaz el f¨²tbol y el Madrid ¡ªambos van de la mano¡ª son las tardes viendo los partidos con su abuelo Justo y con sus hermanos: es la mediana de tres, y los otros dos son chicos. En verano hizo el tour por el Bernab¨¦u con su abuelo, vestuarios, museo lleno de trofeos, as¨ª que cuando supo que saltar¨ªa al c¨¦sped de la mano de un jugador para este partido fue corriendo a cont¨¢rselo. A ¨¦l y a sus compa?eros de clase, ante los que en realidad presumi¨® de otra cosa: ¡°?Voy a salir por la tele!¡±.
A Pedro Gil le entusiasma la afici¨®n de sus hijas al f¨²tbol, la mayor, Alba, y tambi¨¦n la peque?a, Carla, la agraciada con la posibilidad de mirar alrededor y apreciar un Bernab¨¦u engalanado desde el mism¨ªsimo c¨ªrculo central. Suelen ver fraternalmente los partidos y a ¨¦l le sirve para inculcarles unos valores que entiende intr¨ªnsecos a este deporte: ¡°Disciplina, respeto. Comentamos las jugadas pol¨¦micas siempre: ?fue falta? Hay que ser honesto, ni enga?ar ni enfadarse¡±, explica Gil.
Entre una mayor¨ªa de entusiastas del Madrid se esconden tambi¨¦n varias ni?as aficionadas del club vecino, del Atl¨¦tico de Madrid. Carlos Molina, periodista, dice que su hija es mucho m¨¢s rojiblanca a¨²n que ¨¦l, y en la puerta 44 del Santiago Bernab¨¦u, poco antes de tener que despedirse, una rumbo a los vestuarios y el otro a la grada, bromean ambos sobre su estatus de infiltrados, llenos en realidad de ilusi¨®n por lo que est¨¢ a punto de ocurrir.
Cuando se silencia el himno de la Champions, cientos de disparos con las c¨¢maras fotogr¨¢ficas de sus m¨®viles despu¨¦s, los padres comienzan a relajarse y a preguntarse unos a otros: ¡°?Con qu¨¦ jugador iba tu hija?, ?del Real Madrid o del Ajax?¡±. No transcurre m¨¢s de un cuarto de hora antes de que las protagonistas aparezcan y tomen asiento a su lado. Se abrazan y, entonces, juntos, se disponen a ver un partido de f¨²tbol. Su pasi¨®n compartida.
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