El f¨²tbol agranda el vac¨ªo
El espect¨¢culo ten¨ªa que continuar como fuera, con trist¨ªsimos partidos a puerta cerrada si era necesario, hasta que la enfermedad se traslad¨® al c¨¦sped. El edificio salt¨® por los aires
Suele decirse que el f¨²tbol es la m¨¢s grande de las cosas no importantes de la vida, afirmaci¨®n que por s¨ª misma ya es suficientemente exagerada, m¨¢s a¨²n en este momento de angustia y desconcierto. No sabemos qu¨¦ clase de mundo emerger¨¢ de una pandemia que ha producido una distop¨ªa impensable: un regreso con wifi a la Edad Media. En este escenario angustioso, la importancia del f¨²tbol se achica tanto que adquiere una dimensi¨®n m¨¢s ajustada y m¨¢s humana. Sin embargo, su capacidad representativa no deja de ser enorme.
Algunos de los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas estuvieron presidido...
Suele decirse que el f¨²tbol es la m¨¢s grande de las cosas no importantes de la vida, afirmaci¨®n que por s¨ª misma ya es suficientemente exagerada, m¨¢s a¨²n en este momento de angustia y desconcierto. No sabemos qu¨¦ clase de mundo emerger¨¢ de una pandemia que ha producido una distop¨ªa impensable: un regreso con wifi a la Edad Media. En este escenario angustioso, la importancia del f¨²tbol se achica tanto que adquiere una dimensi¨®n m¨¢s ajustada y m¨¢s humana. Sin embargo, su capacidad representativa no deja de ser enorme.
Algunos de los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas estuvieron presididos por su impactante efecto en la percepci¨®n del riesgo que provoca la Covid-19. Hace una semana, el Atl¨¦tico jug¨® en Liverpool un partido memorable por muchas razones. Para siempre quedar¨¢ el recuerdo de una victoria insospechada en Anfield, en el ¨²ltimo encuentro profesional que se ha disputado en Inglaterra.
Dos d¨ªas despu¨¦s se suspendieron las competiciones en un pa¨ªs cuyo gobierno invita al contacto social. Y qu¨¦ mayor que un campo abarrotado con 45.000 espectadores, 3.000 de ellos procedentes de uno de los dos focos infecciosos m¨¢s grandes de Europa. Es probable que esa noche el ciudadano medio, aficionado o no, pensara que la situaci¨®n no puede ser tan grave cuando se juega un partido transmitido a todo el mundo, con el campo atestado de gente y el foco medi¨¢tico exclusivamente dirigido al plano deportivo.
Aunque la situaci¨®n de Italia hab¨ªa aconsejado la suspensi¨®n de algunos partidos, el f¨²tbol europeo manten¨ªa su proverbial optimismo, engrasado por un negocio que mueve miles de millones de euros, maquinaria industrial que corr¨ªa, y ahora sabemos que lo corre en grado muy significativo, el riesgo de colapsar si la realidad del coronavirus se impon¨ªa al terco pensamiento de la UEFA y el resto de las organizaciones que dirigen el f¨²tbol.
El f¨²tbol ha ofrecido repetidas muestras hist¨®ricas de su resistencia a digerir las realidades amargas. Se ha jugado con 39 cad¨¢veres en el campo (Heysel, 1984), en el 11-S (Nueva York, 2001) o apenas tres d¨ªas despu¨¦s del atentado en Atocha (2004), no sin los elogios de rigor, que le atribuyen el saludable car¨¢cter de p¨ªldora contra la adversidad. El argumento es sencillo: si se juega, nada nos puede pasar.
Hay otra manera m¨¢s prosaica de verlo, adherida a su condici¨®n de industria del entretenimiento. El espect¨¢culo ten¨ªa que continuar como fuera, con trist¨ªsimos partidos a puerta cerrada si era necesario, hasta que la enfermedad se traslad¨® al c¨¦sped. Todo el edificio del f¨²tbol salt¨® por los aires cuando Mikel Arteta, entrenador del Arsenal, y Calum Hudson-Odoi, delantero del Chelsea, se declararon portadores del coronavirus.
Sin futbolistas, no hay f¨²tbol que valga. En Inglaterra, los positivos de Arteta y Hudson significaron el cierre inmediato de todas las Ligas profesionales, decisi¨®n que ha colocado en una situaci¨®n inc¨®moda al Gobierno de Boris Johnson, que frente a la inmovilidad y aislamiento que rige en el continente europeo aboga por la movilidad y la cercan¨ªa social. No ocurrir¨¢ en los vac¨ªos estadios de la Premier.
El positivo de Trey Thompkins, y la contundente acci¨®n protectora del Real Madrid, tambi¨¦n acab¨® con cualquier divergencia en Espa?a. Se baj¨® inmediatamente la persiana del f¨²tbol, que ha desaparecido de los estadios y de las pantallas de televisi¨®n, provocando una especie de vac¨ªo existencial. Es la constataci¨®n de la magnitud de una cat¨¢strofe de consecuencias imprevisibles en todos los ¨¢mbitos, incluido el del f¨²tbol, donde el coronavirus no impide adivinar la feroz guerra de intereses que libran clubes, federaciones y el c¨²mulo de organizaciones que lo dirigen. No es descartable que este pandemonio inaugure otra ¨¦poca, con nuevos actores y organizaciones en el poder. Y un persistente elemento, de valor incalculable: el futbolista.