En la lista de hijos ilustres de la ciudad cacere?a de Trujillo (9.193 habitantes) que encabeza el conquistador Francisco Pizarro aparece tambi¨¦n Antonio Serv¨¢n El Rana, un certero cantero que en 1972 elev¨® a los cielos la fama de su ciudad natal y la de su equipo de f¨²tbol: el Athletic Club. Nunca imagin¨® que esculpir el escudo de su club en uno de los 52 capiteles de la Torre Julia, el campanario de la iglesia rom¨¢nica de Santa Mar¨ªa la Mayor de la localidad, le llevar¨ªa a figurar en las p¨¢ginas de los diarios de la ¨¦poca, a ser objeto de debate en el consejo de ministros de Franco y, sobre todo, a conocer a su ¨ªdolo, el portero Jos¨¦ ?ngel Iribar, El Chopo. Su osad¨ªa, lejos de olvidarse, se ha expandido. Cada a?o, varios medios recogen la historia, cientos de curiosos visitan la ciudad para ojear su creaci¨®n y los gu¨ªas tur¨ªsticos incluyen en su repertorio la curiosidad futbol¨ªstica que corona el edificio hist¨®rico. Pero como pasa muchas veces, la realidad se ha entremezclado con la ficci¨®n. Los testigos de aquella gesta recrean ahora la an¨¦cdota de El Rana, las razones de por qu¨¦ lo hizo y lo que sucedi¨® despu¨¦s.
"Se ha inventado mucho. Un d¨ªa, que andaba yo por cerca de la iglesia, escuch¨¦ a un gu¨ªa decir que Franco hab¨ªa venido a inaugurar la torre y que Serv¨¢n puso all¨ª el escudo porque le vino en gana. 'Mire usted', les digo: 'Eso no es as¨ª", relata Germ¨¢n Petisco, de 74 a?os, el aparejador que comand¨® la reconstrucci¨®n de la torre y que consinti¨® que el maestro cantero, que para entonces ten¨ªa 60 a?os, perfilase la insignia de su club en piedra a unos 25 metros de altura.
En 1971 la Direcci¨®n General de Bellas Artes decidi¨® reconstruir los dos cuerpos superiores de la torre rom¨¢nica, demolidos por el Ayuntamiento de la localidad un siglo antes dado su mal estado. La subasta de la obra qued¨® desierta, pero finalmente dos contratistas locales, el alcalde de Trujillo Jacinto Tapia y su teniente alcalde, Francisco Casares, se hicieron cargo del proyecto. Al frente de la obra estaban Petisco, que ten¨ªa 26 a?os, y el arquitecto Dionisio Hern¨¢ndez. "Hab¨ªa poco dinero para la reconstrucci¨®n. Los andamios eran de madera y en aquellos a?os no hab¨ªa tanta maquinaria como ahora. Parec¨ªa que era una obra aut¨¦ntica del siglo XIII", bromea entre risas. Lo ¨²nico que ten¨ªan del aspecto original de la torre era un grabado, as¨ª que los responsables de la restauraci¨®n investigaron a fondo la arquitectura rom¨¢nica para replicar desde cero el edificio.
La Torre de la iglesia trujillana de Santa Mar¨ªa de la Mayor (del siglo XIII) qued¨® da?ada durante los terremotos de Lisboa (Portugal) de 1521 y 1755, lo que llev¨® al Ayuntamiento a demoler parte de ella en el siglo XIX para evitar "graves perjuicios" a los vecinos, seg¨²n relata el cronista oficial de Trujillo, Jos¨¦ Antonio Ramos. En la fotograf¨ªa, la torre demolida antes de la remodelaci¨®n de 1972.
El aparejador a¨²n recuerda algunos nombres de los trabajadores que reconstruyeron el edificio: Pepe Maganto, Diego Neira, Pedro Almendro y, claro, El Rana. "Serv¨¢n, que era quien dirig¨ªa a un peque?o grupo de escultores, trabajaba bajo una lona al lado de la iglesia. All¨ª esculp¨ªa los ornamentos y el oficial de primera, Maganto, sub¨ªa en el andamio y las colocaba. Como quer¨ªa que se reconstruyese del mismo modo que se hac¨ªa en el rom¨¢nico, le insist¨ª en que era tarea del maestro cantero dise?ar los 52 capiteles de la torre", explica Petisco, que puso la ¨²nica condici¨®n al cantero de que no repitiera ning¨²n motivo decorativo. Al dise?o de los capiteles, se le suma el dise?o de otro centenar de elementos arquitect¨®nicos dispuestos por toda la estructura. Todos diferentes, lo que agot¨® la creatividad del escultor.
"Cuando est¨¢bamos a punto de acabar la obra, Serv¨¢n me dijo que se le hab¨ªan acabado las ideas. Que le faltaba un capitel y que no sab¨ªa qu¨¦ m¨¢s esculpir. Yo le dije que era ¨¦l el que ten¨ªa que decidirlo, como era costumbre en el rom¨¢nico. Entonces me coment¨® que en su taller hab¨ªa empezado a esculpir el escudo de su equipo de f¨²tbol. A m¨ª me pareci¨® bien y fue lo que tall¨® al final y lo que Maganto coloc¨® en la torre". As¨ª cuenta Petisco, a pocos metros del escudo, c¨®mo fue la decisi¨®n de incluir el motivo futbolero en el edificio medieval. La insignia estaba inscrita en un bloque de 200 kilogramos de piedra barroque?a con el nombre "Atl¨¦tico de Bilbao", nombre oficial del club por entonces.
De Trujillo al Palacio de El Pardo
Los vecinos no se percataron de lo sucedido hasta que, seis meses despu¨¦s, "una hoja de prensa local public¨® una peque?a foto del escudo", recuerda el aparejador. En el pueblo hubo divisi¨®n de opiniones. "Poco despu¨¦s, los peri¨®dicos de Madrid recogieron la noticia y la dieron en grande". El tema del escudo pas¨® de las mesas de redacci¨®n a la del Gobierno. "Un d¨ªa me llam¨® el alcalde para decirme que el director general de Bellas Artes, Florentino P¨¦rez Embid, estaba en Trujillo y quer¨ªa hablar con el arquitecto y conmigo. Nos confes¨® que la noticia hab¨ªa llegado al consejo de ministros y que estaban preocupados. No sab¨ªan si ordenar su retirada y le mandaron a Trujillo para tomar una decisi¨®n. Entonces, me pregunt¨® que qu¨¦ opinaba yo de todo esto. Le dije que no era una barbaridad, que es un motivo escult¨®rico ¨²til para que las generaciones futuras pudieran conocer la fecha de la rehabilitaci¨®n. Pareci¨® que le convenci¨® y finalmente el escudo se qued¨®", detalla Petisco.
La preocupaci¨®n de El Rana, que seg¨²n cuentan sus allegados tem¨ªa ir a la c¨¢rcel, termin¨® por disiparse cuando meses despu¨¦s el mismo club le pidi¨® que hiciese una visita a Bilbao. "Se hosped¨® durante varios d¨ªas en el hotel Ercilla, le hicieron socio del club y realiz¨® un saque de honor. Cuando vino me cont¨®: 'Yo estaba all¨ª, en el San Mam¨¦s, rodeado de miles de personas. Y luego vi a Iribar. ?Le abrac¨¦! He conocido a Iribar. Ya me puedo morir en paz", relata Petisco a los pies de la torre. Pocos a?os despu¨¦s, en 1982, El Rana muri¨® en su ciudad natal con su sue?o cumplido.
La ciudad de los leones extreme?os
Tras recorrer la parte antigua, subir a la torre que ¨¦l mismo reconstruy¨® y mostrar los detalles ocultos de la obra, Petisco aparca su coche en la avenida de Ram¨®n y Cajal para reunirse con otros conocidos de El Rana en el restaurante Sandra. Este local trujillano sigue siendo el reducto del medio centenar de seguidores que tiene el club vizca¨ªno en la localidad. En la ¨¦poca de El Rana, llegaron a ser m¨¢s de 200. El Athletic Club tiene una treintena de pe?as repartidas por Extremadura. "En los sesenta, los ni?os eran de dos equipos, del Real Madrid o del Athletic. Casi siempre jug¨¢bamos los que ¨¦ramos de un equipo contra los del otro", explica Antonio Muriel, el gerente del mes¨®n, que presume de conocer de memoria las alineaciones hist¨®ricas del club.
Francisco C¨¢ceres, parroquiano del bar y que ten¨ªa su taller al lado del de Serv¨¢n, recuerda cuando, el mismo a?o de la reconstrucci¨®n de la torre, el Athletic gan¨® la Copa frente al Castell¨®n en el Vicente Calder¨®n, como si el escudo fue una especie de amuleto para la suerte del club. Sentado en la barra junto a un mu?eco gigante de un Pap¨¢ Noel con una txapela del Athletic, C¨¢ceres recuerda como Serv¨¢n acud¨ªa al bar a ver los partidos en la televisi¨®n, muy callado, junto a un vaso de vino.
Con el paso de los a?os, los hinchas rojiblancos fueron decreciendo, pero la fidelidad de los que quedan sigue intacta. Los m¨¢s j¨®venes viajan una vez al a?o con sus familias para ver un partido junto con alguna pe?a local y pasan varios d¨ªas en Bilbao. "Vamos todos. Mi hija empez¨® a ir con un a?o al San Mam¨¦s, con una mu?eca vestida del Athletic. Tampoco nos perdemos ninguna jornada por la tele. Conectamos el Movistar y vemos los partidos todos juntos en el bar", comenta el hijo de Muriel, tambi¨¦n llamado Antonio.
El aparador del local est¨¢ decorado con varios escudos del club. De all¨ª Muriel padre saca de una carpeta una fotograf¨ªa que guarda como oro en pa?o. En ella aparece Serv¨¢n, con cincel en mano, mientras termina de tallar el famoso escudo del Athletic. El h¨¦roe trujillano que esculpi¨® su pasi¨®n en piedra sigue presente, tanto en la historia de su ciudad, como en los corazones de todos los leones de San Mam¨¦s que siguen rugiendo en Trujillo.
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