El glot¨®n Cavendish no se cansa de ganar en el Tour de Francia
La v¨ªspera del Ventoux vive la tercera victoria en esta edici¨®n del ingl¨¦s, que se coloca a solo un triunfo de los 34 del r¨¦cord de Eddy Merckx
El martes por la ma?ana, el Tour de Francia desciende en coche de la monta?a al valle. Al salir de Tignes, una recua de asnos se agarra al borde de un precipicio que roza la carretera. Media docena de animales desde?an el v¨¦rtigo hermoso de los valles alpinos, y sus lagos, luminosos por fin, les ofrecen sus cuartos traseros. Asoman sus cabezotas a la carretera, en esa curva cubierta por un paraavalanchas, y con placer, eso parece, las orejas bien tiesas, en trance, respiran profundo los humos t¨®xicos y los olores que emite...
El martes por la ma?ana, el Tour de Francia desciende en coche de la monta?a al valle. Al salir de Tignes, una recua de asnos se agarra al borde de un precipicio que roza la carretera. Media docena de animales desde?an el v¨¦rtigo hermoso de los valles alpinos, y sus lagos, luminosos por fin, les ofrecen sus cuartos traseros. Asoman sus cabezotas a la carretera, en esa curva cubierta por un paraavalanchas, y con placer, eso parece, las orejas bien tiesas, en trance, respiran profundo los humos t¨®xicos y los olores que emiten los veh¨ªculos por sus tubos de escape, y se quedan suspendidos. Se colocan los pollinos con los vapores del di¨¦sel como se colocan los sabios del Tour con los datos, que, dicen, lo dicen todo, y dan la espalda a la belleza del gesto, al valor, al coraje, al instinto competitivo que cada uno lleva en sus genes y no se ense?a en las escuelas.
Los hay que todo lo miden, y desde las medidas ven la vida, y no solo las victorias al sprint del Tour de Mark Cavendish, que con la de Valence, en las orillas del R¨®dano caudaloso, el r¨ªo que los lleva arrullados por las cigarras cantarinas hasta el Mont Ventoux, el mi¨¦rcoles, ya son 33 en su vida, a una del r¨¦cord de Eddy Merckx, quien desde?a el dato, como los burros desde?an el paisaje, porque sabe que la historia no se escribe con n¨²meros, pero, por si acaso, cuenta los suyos: ¡°Eso no es nada¡ No creo que Cavendish pueda igualar mis cinco Tours [r¨¦cord compartido con Anquetil, Hinault e Indurain] ni mis 111 etapas en maillot amarillo [casi el doble que el segundo, Indurain, 60 d¨ªas]¡¡±
Es el tercer sprint que gana este Tour el Ob¨²s de Man, que corre contra nadie. A tanta velocidad le lanzan los cracks de su Deceuninck ¨CAsgren, de 1.600 a 650m; Ballerini, hasta los 200 y Morkov, casi como el que le colocaba los salmones al dictador en el anzuelo, hasta los 100 ¨²ltimos metros¡ªque m¨¢s que la ceremonia de su sprint parec¨ªa eso la cuenta atr¨¢s para un cohete de la NASA, para desesperaci¨®n de Van Aert (segundo) y Philipsen (tercero).
Cavendish mide la tersura de sus m¨²sculos, y la proclama m¨ªnima: ¡°Parecen compota de manzana¡±, dice, ¡°un pur¨¦. Y as¨ª est¨¢ todo el pelot¨®n¡±. Lo oyen los de los datos, y se r¨ªen, qu¨¦ exagerados, dicen. Y qu¨¦ exagerados los que dicen que Pogacar es un monstruo, un can¨ªbal, un enigma de otro mundo, los que hacen ¨¦pica con su Colombi¨¨re, los que sospechan de sus acciones...
El Tour bautizado salvaje, cruel rompecorazones y rompeesperanzas es, no m¨¢s, un pase¨ªto dominical. Merckx es el ¨²nico can¨ªbal vivo. La ¨²nica cr¨®nica verdadera, dicen, es la que se escribe sabiendo que en su razzia de la Colombi¨¨re el s¨¢bado pasado ¨Cen 32 kil¨®metros rodando solo, adelantando fugados hasta Le Grand Bornand, Pogacar sac¨® 3m 20s a todos los que luchan por ser segundos-- el esloveno movi¨® menos vatios (alcanz¨® menos potencia) que los que logra en cualquier entrenamiento, pr¨¢cticamente en su umbral l¨¢ctico (el nivel al que se puede rodar sin que se dispare la fatiga), sin sobrepasarlo. Lo que significa, a?aden, que los que tan lejos quedaron, y tanto se asustaron, rodaron en el fondo en muchos menos vatios, sin llegar a seis por kilo, el nivel m¨ªnimo que exige llegar al WorldTour, de lo que suelen hacer.
¡°No corri¨® mucho Tadej, corrieron poco los otros. Tadej a¨²n no ha alcanzado el nivel del Tour pasado. Es lo que dicen los datos¡±, explica desde Colorado ??igo San Mill¨¢n, el preparador de Pogacar, que recibe diariamente el contenido de la caja negra del ordenador de la bicicleta del ni?o esloveno. ¡°De hecho, pese a que haya parecido lo contrario, la primera semana del Tour ha sido de menor velocidad que todas las carreras de una semana que se han corrido. Por eso, por este an¨¢lisis que mostraba que el pelot¨®n no estaba bien preparado para el Tour, quiz¨¢s porque algunos equipos no han medido bien los entrenamientos en altura, se decidi¨® en el equipo que Tadej, el m¨¢s fuerte metab¨®licamente, como demostr¨® en la contrarreloj, deber¨ªa atacar de lejos el s¨¢bado, y as¨ª lo hizo¡±.
Pogacar no teme que le caiga el cielo sobre la cabeza (ama las nubes bajas que lamen las cumbres, el fr¨ªo, la lluvia), pero s¨ª el calor y el viento. Los abanicos y el Ventoux, el monte en el que el viento se lleva consigo el ox¨ªgeno y en el que habitualmente se rompen los term¨®metros, que el mi¨¦rcoles ascienden dos veces, y el pelot¨®n derrotado, y sus caras ya olvidadas, tan arrugadas y empapadas como la ropa reci¨¦n sacada de la centrifugadora, respira con esperanza. Para alentarla, llegando a Valence, los Jumbo de Van Aert y Vingegaard y los Deceuninck del juguet¨®n Alaphilippe, amagaron una par de cunetas. Sobresaltaron a las cigarras y le dieron un susto a Pogacar, quien en persona tuvo que cerrar un hueco abierto a menos de 15 kil¨®metros. Fue un aviso que el viento de cara dej¨® en nada.
El viento deja de soplar cuando termina la etapa. Una tormenta comienza a empapar de agua las tierras y las carreteras, rayos y truenos. Las temperaturas bajan. Los amores de Pogacar le son fieles.
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