La Lazio, Mussolini y el ¨¢guila que graznaba como un pato
La convocatoria del bisnieto del dictador italiano y el incidente con el adiestrador de la mascota, cazado haciendo el saludo fascista, recuerdan a los largos coqueteos de su curva con la ultraderecha
Las cosas, m¨¢s a menudo de lo que uno est¨¢ dispuesto a creer, son sencillamente lo que parecen. El poeta estadounidense James Whitcomb Rilesy (1849-1916) fue el primero en acu?ar la frase que aniquilaba el sentido metaf¨®rico de la vida. ¡°Cuando veo un p¨¢jaro que anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo llamo pato¡±. La l¨®gica aplastante del enunciado destru¨ªa la sutileza de interpretaciones secundarias o condescendientes. La apariencia de lo que usted observa, como volver¨ªa a presentar en 1964 el cardenal Richard Cushing recurriendo a las mismas palabras para referirse a F...
Las cosas, m¨¢s a menudo de lo que uno est¨¢ dispuesto a creer, son sencillamente lo que parecen. El poeta estadounidense James Whitcomb Rilesy (1849-1916) fue el primero en acu?ar la frase que aniquilaba el sentido metaf¨®rico de la vida. ¡°Cuando veo un p¨¢jaro que anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo llamo pato¡±. La l¨®gica aplastante del enunciado destru¨ªa la sutileza de interpretaciones secundarias o condescendientes. La apariencia de lo que usted observa, como volver¨ªa a presentar en 1964 el cardenal Richard Cushing recurriendo a las mismas palabras para referirse a Fidel Castro y al comunismo, es m¨¢s que suficiente para clasificar ese objeto. La ¨²nica diferencia en el caso de la Lazio es que el pato, en realidad, era un ¨¢guila. Pero m¨¢s all¨¢ de cuestiones ornitol¨®gicas, puede aplicarse el mismo principio.
La mascota del equipo que sobrevuela el Ol¨ªmpico antes de cada partido es un tipo de pigargo americano. Su adiestrador, en cambio, es espa?ol. Un gaditano y ultraderechista confeso seguidor de Vox, Franco y Mussolini que levanta el brazo como propulsado por un muelle cuando el p¨²blico corea ¡°Duce, Duce¡±. Sucedi¨® tras un partido con el Inter. Y el club, acosado en las redes sociales, tuvo que despedirle porque la Lazio, dijeron, no tiene nada que ver con ese mundo. Tres d¨ªas despu¨¦s, Sarri convoc¨® a Romano Benito Floriani Mussolini, el bisnieto del dictador para el partido contra el Verona. El chaval, que a?adi¨® a su primer apellido el de su madre (en Italia no suele hacerse), tiene todo el derecho a disfrutar de su vida sin las r¨¦moras del pasado. Pero el eco del graznido del pato de Whitcomb, pese a que el chico no jug¨® ni un minuto, volvi¨® a resonar con toda su crudeza en el Ol¨ªmpico.
Los clubes no tienen ideolog¨ªa. O eso suelen decir. Y sus curvas casi siempre est¨¢n tomadas por aficionados de ultraderecha que no representan a toda la afici¨®n. Tampoco, por supuesto, a la de la Lazio, cuya mayor¨ªa seguramente se averg¨¹enza de estos actos. Pero el club, pese a los esfuerzos reales de su directiva y su presidente, Claudio Lotito, por distanciarse de estos elementos, siempre ha sido acusado de coquetear o permitir demasiado las expresiones fascistas de una parte de sus aficionados (como cuando hace tres a?os inundaron la curva sur de pegatinas de Ana Frank con la camiseta de la Roma). Incluso de algunos jugadores, como Paolo Di Canio, con su saludo romano a la curva. O de Mihahlovic, cuando se fue hasta el fondo para saludar a los ultras que hab¨ªan colgado una pancarta que honraba al Tigre Arkan, sanguinario n¨²mero 1 de la milicia paramilitar y ultranacionalista serbia. Cualquier otra expresi¨®n pol¨ªtica no parece bien vista.
La Lazio fich¨® este verano al alban¨¦s Elseid Hysaj. El lateral tuvo la idea de arrancarse despu¨¦s de una cena en la concentraci¨®n de pretemporada con el Bella Ciao, himno partisano y s¨ªmbolo de la lucha antifascista. Luis Alberto, su compa?ero de equipo lo grab¨® y colg¨® en redes para darle la bienvenida. Y al d¨ªa siguiente se la dieron tambi¨¦n los ultras con una pancarta colgada en un puente del Corso Francia donde se le¨ªa: ¡°Hysaj, gusano, la Lazio es fascista¡±. Son hooligans, claro. Pero pocas aficiones humillan as¨ª a uno de los suyos por un gesto de este tipo.
El v¨ªnculo afectivo entre esa parte de la Lazio y la ultraderecha ha sido ampliamente documentado. Pero el cap¨ªtulo de Mussolini Jr. describe tambi¨¦n un clima en Italia, donde se ha comenzado a normalizar una etapa: los partidos fascistas se permiten asaltar sedes de sindicatos y no parece extra?o ver a un jugador con el nombre de un tirano en la espalda (imaginen al nieto de Hitler en el banquillo del Bayern). Sucede tambi¨¦n fuera del estadio. Su t¨ªa, Rachele Mussolini (se llama como la esposa del dictador), ha sido la consejera m¨¢s votada en las ¨²ltimas elecciones municipales de Roma. Ella candidata de Fratelli di Italia, partido nacido de los rescoldos del posfascista Movimiento Social Italiano y con militantes y dirigentes a quienes han cazado levantando el brazo en alguna ocasi¨®n. La formaci¨®n no condena el fascismo, pero se quejan cuando les relacionan con ¨¦l. Aunque vuele y grazne como un pato.
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