Leyendas, museos y contradicciones
Alg¨²n iluminado pensar¨¢ que Courtois merece el Bal¨®n de Oro, pero es un berenjenal, ya se invent¨® el Premio Yashin para que los porteros queden fuera de tan fabulosa distinci¨®n
Suele ser una de esas ideas que aparecen cada cierto tiempo en los clubes, no solo de f¨²tbol, y que de tan coherentes no se entiende que nadie se haya puesto a ello antes. Casi siempre suele ir asociada a un nuevo estadio, a un nuevo museo, a un lugar donde recordar las haza?as y los momentos m¨¢s ¨¦picos de un club. Y suele ir, casi siempre, acompa?ada de ese refuerzo que supone el deporte americano en el que todo es susceptible de ser convertido en espect¨¢culo accesible, eso s¨ª, a cambio de algunos d¨®lares.
El enunciado suele ser: ?Por qu¨¦ en este club no tenemos un sitio que recoja a l...
Suele ser una de esas ideas que aparecen cada cierto tiempo en los clubes, no solo de f¨²tbol, y que de tan coherentes no se entiende que nadie se haya puesto a ello antes. Casi siempre suele ir asociada a un nuevo estadio, a un nuevo museo, a un lugar donde recordar las haza?as y los momentos m¨¢s ¨¦picos de un club. Y suele ir, casi siempre, acompa?ada de ese refuerzo que supone el deporte americano en el que todo es susceptible de ser convertido en espect¨¢culo accesible, eso s¨ª, a cambio de algunos d¨®lares.
El enunciado suele ser: ?Por qu¨¦ en este club no tenemos un sitio que recoja a las mayores leyendas de nuestra historia? Y todo discurre con normalidad, hasta cierto asombro por parte de quien lo propone al escuchar respuestas como: ¡°Uf, eso es un berenjenal¡±. Y esa contestaci¨®n, tambi¨¦n obvia, de: ¡°Lo hab¨¦is intentado mal y por eso no ha salido¡±.
Y ah¨ª que te pones, colaborativo y abierto a nuevas ideas, a elaborar unos criterios exigentes pero l¨®gicos para ir encuadrando a cientos de jugadores de la historia cuando alguien de la mesa pregunta: ¡°?Y entrenadores tambi¨¦n? ?Y presidentes?¡±. La respuesta m¨¢s sencilla llega por obvia: ¡°Empecemos por jugadores y ya veremos luego qu¨¦ pasa con los otros¡±.
Cuando ya tienes elaborado el algoritmo del ¨¦xito de tu club llega el momento de poner todos los datos en la calculadora y que esta nos d¨¦ los nombres de los elegidos. Y es al repasar esa lista cuando, en un parpadeo, uno de los profundos conocedores de nuestra historia se da cuenta de que falta el jugador X, aquel que marc¨® el gol de la victoria en aquella final ¨¦pica y que jug¨® tan poco en nuestro club porque una lesi¨®n le apart¨® del f¨²tbol. Otro, de mirada m¨¢s afilada, se da cuenta de que la lista incluye a Y, aquel que se fue de malas maneras y no contento con esto, nos marc¨® el gol que nos priv¨® de jugar la Champions en aquella temporada que ten¨ªa pinta de ser memorable. Y el t¨ªo se re¨ªa de todos nosotros cuando se retiraba a los vestuarios.
Y, de pronto, aquella idea que parec¨ªa obvia, sencilla y magn¨ªfica, se va complicando al descubrir al que se fue a coste 0 y adem¨¢s firm¨® con el eterno rival, o al que fue ¨ªdolo y acab¨® con muy malas compa?¨ªas o al que, en su discurso de despedida, utiliz¨® la sala de prensa del club para enviar el mensaje m¨¢s destructivo que se pudiera imaginar. O a unos cuantos jugadores ejemplares a los que les faltaron unos minutos, un par de titularidades, tal vez un t¨ªtulo porque jugaron en aquellos tiempos miserables, pero que aseguraron la permanencia del club en Primera.
Total, que la bella idea se ha convertido en un berenjenal, un lodazal de imposible resoluci¨®n, una trampa letal.
Tal vez existe una aproximaci¨®n m¨¢s humanista que entendiera que esos jugadores son y han sido, vaya descubrimiento, personas, seres humanos con defectos y momentos de debilidad, oscuros, errados, ni m¨¢s ni menos que como todos los que acudir¨¢n a ese museo, a ese nuevo estadio; y mirar la cuesti¨®n desde esa humana tolerancia. Como ese p¨²blico de Anfield Road aplaudiendo en el minuto 7 de partido en apoyo a Cristiano Ronaldo, uno de sus enemigos m¨¢s temidos, cuando el portugu¨¦s pasaba por un delicado momento personal.
Pero, claro, en estos tiempos cualquiera con un pico puede levantar, eliminar una loseta. Destruirla. Lo que no se puede destruir ni eliminar es la enorme actuaci¨®n de Courtois en la final de la Champions. Eso est¨¢ en la historia grande del f¨²tbol. Solo le faltar¨ªa que a alg¨²n iluminado se le ocurriera que ese partido, sumado a toda su temporada, le hicieran acreedor del Bal¨®n de Oro. Pero eso s¨ª que es otro berenjenal, que ya se han inventado el Premio Yashin para que los porteros queden fuera de ese fabuloso premio. ?O no?
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