Una mil¨¦sima, un campe¨®n: Asier Mart¨ªnez gana el oro de 110 metros vallas en el Europeo de M¨²nich
El navarro se impone con su mejor marca personal, 13,14s, y vence con la diferencia m¨¢s peque?a de la historia
El inquieto chaval, 22 a?os, metro noventa, un tallo de hierro, que no para en el hotel las horas previas, de aqu¨ª para all¨¢ por el vest¨ªbulo, que hasta unos segundos antes de que le convocaran ha paseado, saltado, se ha sentado, se ha levantado, llegado el momento, es una estatua de hielo en la l¨ªnea de salida. Serio. Inm¨®vil. Asier Mart¨ªnez est¨¢ en su mundo. Ajeno al ruido, a los mil detalles que a otros distraen como distrae el vuelo de una mosca a quien se aburre en las horas de estudio. Asier Mart¨ªnez est¨¢ a...
El inquieto chaval, 22 a?os, metro noventa, un tallo de hierro, que no para en el hotel las horas previas, de aqu¨ª para all¨¢ por el vest¨ªbulo, que hasta unos segundos antes de que le convocaran ha paseado, saltado, se ha sentado, se ha levantado, llegado el momento, es una estatua de hielo en la l¨ªnea de salida. Serio. Inm¨®vil. Asier Mart¨ªnez est¨¢ en su mundo. Ajeno al ruido, a los mil detalles que a otros distraen como distrae el vuelo de una mosca a quien se aburre en las horas de estudio. Asier Mart¨ªnez est¨¢ ante los tacos de salida de la carrera m¨¢s importante de su vida, de la final que puede ganar, que piensa ganar. Solo piensa en dos cosas, en reaccionar perfectamente al disparo de salida, en cruzar el primero la l¨ªnea electr¨®nica de la llegada, 110 metros m¨¢s all¨¢, 10 vallas m¨¢s lejos, poco m¨¢s de 13s que quiz¨¢s cambien su vida. Que, si no tanto, dar¨¢n un sentido a a?os de trabajo. Luego correr¨¢. Determinado. Feroz. Tranquilo. La mirada baja. No alocado. Met¨®dico y veloz. Y fuerte. Su pie rebotar¨¢ sobre el tart¨¢n como los de un bailar¨ªn alado en el parqu¨¦ de un escenario. Su pie rozar¨¢ la valla, 106,72 cent¨ªmetros. La pasar¨¢ cada nueve metros, tres pasos. No la saltar¨¢. No perder¨¢ tiempo. Podr¨ªa pensar que todos son como ¨¦l, incluso m¨¢s que ¨¦l, m¨¢s fuertes, m¨¢s veloces, m¨¢s t¨¦cnicos, pero no lo hace. Nadie ser¨¢ como ¨¦l. A todos les pudo en el Mundial de Eugene, hace nada, en el que qued¨® tercero y solo le ganaron gigantes del otro lado del charco, el coloso Grant Holloway, de 12,81s nada menos, y otro estadounidense, Trey Cunningham
Domina el escenario en la calle cuatro. El franc¨¦s Pascal Martinot Lagarde, a su derecha, qu¨¦ hombros, qu¨¦ rapado de cabeza a lo mongol, y la coleta en la coronilla, el ogro de casi 31 a?os, el campe¨®n saliente que acostumbraba a amargarle, ni otro franc¨¦s (la prueba es la del orgullo galo, la m¨¢s valorada), a su izquierda, en la tres, otro franc¨¦s, Just Kwaou Mathey, un espagueti, siempre un franc¨¦s a su vera, campe¨®n de Europa sub 23 como ¨¦l; m¨¢s all¨¢, en la siete, el ni?o prodigio Sasha Zhoya, 20 a?os reci¨¦n cumplidos, que prefiere ser franc¨¦s a ser australiano y se entrena con otro hist¨®rico, Ladji Doucour¨¦, y se ha te?ido de platino y es tambi¨¦n hiperactivo y despistado fuera de la pista, y se r¨ªe cuando dice que no hace m¨¢s que perder los cascos sin cables de su iPhone, pues siempre se entrena con ellos en los o¨ªdos, pero sobre las vallas es mortal. Ni el ingl¨¦s Andrew Pozzi, de 30 a?os, hombre de 60m, en la uno. <NO>Tampoco Enrique Llopis, en la seis, otro tallo del a?o 2000 que a¨²n no ha cumplido los 22 y se pasea con ¨¦l y habla incansable con ¨¦l a todas horas en las horas interminables de la concentraci¨®n, otro culo inquieto que ha salido de la escuela de Gand¨ªa, de las manos de Toni Puig.
Ganar¨¢. Gritar¨¢. El p¨²blico, noche c¨¢lida, bochorno, las gradas abiertas del estadio, exclamar¨¢n ohs de admiraci¨®n. En la pista ol¨ªmpica de Rod Milburn, uno de los grandes de las vallas, se repite el milagro de la belleza del gesto que trasciende, la lucha que emociona. Son las 22.22 pasadas.
Gana. Gana por una mil¨¦sima. La menor distancia de la historia. 13,137s, la mejor marca de su vida, la mejor marca europea del a?o. Martinot Lagarde le ha acompa?ado toda la carrera. Todas las vallas. Coraz¨®n con coraz¨®n. Uno hiere el tart¨¢n, el otro le acaricia y bota, y se lanza m¨¢s decidido. Alarga el cuello. Adelanta el pecho. Una mil¨¦sima. La distancia entre todo y nada. Asier Mart¨ªnez es campe¨®n de Europa. Dos pasos m¨¢s adelante que Carlos Sala, tres d¨¦cimas de segundo m¨¢s r¨¢pido, que fue medalla de bronce en 1986. Tercero es el franc¨¦s amigo, Kwaou Mathey, 13,33s. El otro amigo, el amigu¨ªsimo Llopis, termina s¨¦ptimo, agotado, y adelanta tras la ¨²ltima valla a Zhoya, que tropieza y cae con estr¨¦pito.
Los 110 metros con vallas. La prueba de velocidad en la que grandes europeos, Guy Drut, hace casi 50 a?os, Colin Jackson, el gal¨¦s que baj¨® de 13s, hace 30, le plantaron cara a los norteamericanos, atletas salvajes que, como dec¨ªa Renaldo Nehemiah, el primer vallista que baj¨® de los 13s, y luego jug¨® a f¨²tbol americano, sal¨ªan sin contar los pasos, como murci¨¦lagos huyendo del infierno ardiente, y llegaba tan r¨¢pido, tan de repente, a la primera valla que para no llev¨¢rsela por delante ten¨ªa que saltarla, m¨¢s que pasarla, y luego se abandonaba a un ritmo temerario, y terminaba como un zombi. Jackson le sum¨® elegancia felina a la ferocidad yanqui; los cubanos, Casa?as, Dayron Robles, fuerza y ritmo; el chino Liu Xiang, disciplina, y en Navarra, la escuela francesa del t¨¦cnico Fran?ois Beoringyan, Swan, cisne, de joven, y su firma en los grafitis en la banlieu de Par¨ªs, se junta con la cabeza de Asier Mart¨ªnez, y de la mezcla sale la poes¨ªa del m¨¦todo. Velocidad y control. T¨¦cnica. Asier Mart¨ªnez. A todos les podr¨¢ decir: he corrido as¨ª por vosotros.
Dos horas antes, en las semifinales, se ha sentido tan bien, ha dominado tan claramente, que, pasada la d¨¦cima valla, se ha permitido enderezar el cuello, que lleva siempre inclinado hacia el suelo, como un halc¨®n que controla cada movimiento en la tierra, cada susurro, y lo ha girado y ha mirado a su derecha, y ha sonre¨ªdo, como solo Bolt se atrev¨ªa a hacer, al franc¨¦s que llegaba detr¨¢s, segundo, qu¨¦ tal, amigo, ya estamos en la final. Y relaj¨¢ndose as¨ª corre en 13,25s, r¨¢pido como sin querer. Como los veteranos de 30 a?os. Y dicen los que saben que en cada carrera que corre desde que salt¨® a la ¨¦lite para quedarse, el estudiante de Pol¨ªticas de Zizur madura lo que otros lo hacen en un a?o. Y su amigo Enrique Llopis, el chaval alicantino tan grande, que creci¨® con ¨¦l, contra ¨¦l, en las vallas, le imita en la tercera, semifinal, que gana con soltura y en la que se estrella el polaco Damian Czykier, un rival veterano y duro, que hab¨ªa quedado cuarto en Eugene. Despu¨¦s, como el ciclista apajarado, se queda sin fuerzas, casi se desvanece. Debe comer algo r¨¢pido. Se recupera. Dos espa?oles en la final europea, lo nunca visto. Un a?o antes, los dos fueron oro y bronce en el Europeo sub 23. Ya han crecido. Son mayores. Grandes. Son Moracho y Sala muchos a?os m¨¢s tarde, y mucho m¨¢s. Y un campe¨®n
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