Haliburton alumbra Indiana
Tras unir una mayor voracidad a su privilegiada lectura del baloncesto, los Pacers se frotan las manos con ¨¦l
Tyrese Haliburton es ya uno de los mejores directores de juego del mundo. Inteligente, paciente, resolutivo, poseedor de un enorme abanico de recursos y asombrosamente clarividente para su limitada experiencia. Expone, de forma natural, una de las virtudes definitivas: hacer parecer sencilla, casi autom¨¢tica, cualquier acci¨®n que dista mucho de serlo. Con solo 22 a?os, el base de los Indiana Pacers lidera la NBA en asistencias por encuentro (11,2) en un inicio de temporada en el que su equipo ejerce adem¨¢s como revelaci¨®n.
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Tyrese Haliburton es ya uno de los mejores directores de juego del mundo. Inteligente, paciente, resolutivo, poseedor de un enorme abanico de recursos y asombrosamente clarividente para su limitada experiencia. Expone, de forma natural, una de las virtudes definitivas: hacer parecer sencilla, casi autom¨¢tica, cualquier acci¨®n que dista mucho de serlo. Con solo 22 a?os, el base de los Indiana Pacers lidera la NBA en asistencias por encuentro (11,2) en un inicio de temporada en el que su equipo ejerce adem¨¢s como revelaci¨®n.
Sin embargo, hasta hace no demasiado su oficio en pista contrastaba de forma abrumadora con su ingenuidad fuera de ella. Porque Haliburton pensaba, apenas unos meses atr¨¢s, que la NBA era algo cercano a un cuento de hadas. Un universo sin aristas. Lo asum¨ªa hasta que una llamada, en la ma?ana del pasado 8 de febrero, acudi¨® punzante a explicarle la cara del negocio que (a¨²n) no conoc¨ªa.
En aquella llamada su agente, Dave Spahn, le comunic¨® que hab¨ªa sido traspasado. Haliburton, que cumpl¨ªa entonces su segunda temporada en los Sacramento Kings, atravesaba un momento dulce. Menos de 48 horas antes de las palabras que comenzar¨ªan a cambiarle la vida, hab¨ªa firmado 13 puntos y 17 asistencias ante Oklahoma. Y solo una semana antes se hab¨ªa ido a 38 tantos y siete pases de canasta en Philadelphia. No parec¨ªa haber ning¨²n motivo deportivo para aquello. Ni siquiera fue lo m¨¢s dif¨ªcil de digerir: d¨ªas antes del movimiento, desde la franquicia se le aseguraba que su nombre estaba fuera de cualquier posible negociaci¨®n.
¡±Es una broma, ?verdad?¡±, contest¨® a Spahn durante aquella breve conversaci¨®n. Pero no lo era. Ten¨ªa que hacer las maletas y poner rumbo a Indiana. Contaba el periodista Alex Kennedy que el jugador no pudo m¨¢s que llorar, durante casi una hora, tras conocer la noticia. Menos de un a?o y medio antes, Sacramento apostaba por ¨¦l en el draft. Y su posterior rendimiento, excelso, justificaba esa apuesta. Pero en una sola llamada aquel futuro, mil veces imaginado, haciendo renacer a los Kings se esfum¨® por completo. All¨ª quedaba de paso sepultada toda su inocencia.
En aquel movimiento los Kings obtuvieron al lituano Domantas Sabonis, la pieza interior sobre la que reformular su proyecto. Y los Pacers se llevaron al chico que, pasando casi toda su vida bajo el radar (ninguna gran universidad se interes¨® por sus servicios), ya no ten¨ªa solo su conocimiento y talento para ofrecer. Tambi¨¦n las ense?anzas que provoca la primera gran cicatriz.
Haliburton, base por vocaci¨®n y devoci¨®n, creci¨® viendo c¨®mo su padre le pon¨ªa un v¨ªdeo tras otro de Magic Johnson, hasta hacer suyo aquel viejo dicho que afirmaba que una canasta hace feliz a un jugador pero la asistencia hace felices a dos. Pero durante el pasado verano su inmenso caudal generando juego para el resto encontr¨®, en la motivaci¨®n extra de hacerse valer, el complemento ideal.
Trabajando junto a Drew Hanlen, uno de los preparadores de t¨¦cnica individual m¨¢s prestigiosos del panorama americano, agudiz¨® su instinto anotador. As¨ª grabar¨ªa a fuego que cada situaci¨®n de bloqueo y continuaci¨®n pasaba a ser no solo fuente de pase sino tambi¨¦n de finalizaci¨®n propia. Que cada metro concedido por la defensa pasaba a ser una oportunidad irrenunciable de lanzamiento. Que cada m¨ªnima concesi¨®n era, en definitiva, un llamamiento a que fuera ¨¦l mismo el verdugo.
El resultado, observado estos d¨ªas, es fascinante. Haliburton ha elevado su volumen de lanzamientos sin perder un ¨¢pice de brillantez produciendo para los dem¨¢s. De hecho, toca cima de su joven carrera en asistencias repartidas por cada bal¨®n perdido (por encima de las cuatro) y resuelve un volumen gigantesco de situaciones de pick&roll (el cuarto mayor en la NBA) con la maestr¨ªa del veterano que ya conoce todos los trucos. Solo que en su caso sin haber cumplido los 23.
As¨ª, si el inicio de campa?a abri¨® la puerta al nuevo Haliburton, el m¨¢s incisivo conocido (22 puntos por partido durante el mes de octubre), lo visto en noviembre ha devuelto su versi¨®n de rey mago (12 asistencias por duelo perdiendo ¨²nicamente dos balones en los mismos).
Esa mezcla, en el fondo lo anhelado, es el germen de un monstruo que puede alumbrar el puesto de uno la pr¨®xima d¨¦cada. Que puede, incluso, haber comenzado ya a hacerlo.
Solo 13 jugadores en la historia de la NBA han logrado promediar, durante toda una temporada, al menos 20 puntos y 10 asistencias por partido. Ninguno de ellos lo ha hecho sumando, a su vez, un 37% de acierto en el triple. Pero Haliburton podr¨ªa ir camino de estrenar una nueva lista.
Al final su baloncesto, ordenado y racional, prueba estos d¨ªas el c¨®ctel con un lado m¨¢s vertiginoso y voraz, uno nacido ¡ªen parte¡ª a ra¨ªz del dolor de un desenga?o. De hacer ambos escenarios compatibles Indiana, tierra con profundo y permanente aroma a baloncesto, puede haber encontrado mucho m¨¢s que un extraordinario base. Cuenta ya con el gran pilar para su renacimiento.
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