Condenar el racismo, pero de boquilla
Hay un mundo entre condenar el racismo y querer realmente erradicar los comportamientos racistas de los estadios. Para combatir esta lacra hay que aceptar la culpa y tragar con la pena
Yo no soy racista. Los valencianos no son racistas. Mestalla no es racista.
Nadie es racista. Ni conoce a nadie que sea racista.
Pero, ojo cuando algo te toca de cerca. El discurso se modula.
Lo primero que hizo el Valencia despu¨¦s de ver c¨®mo un acalorado Vinicius, harto de que le insulten en cada campo lejos del Bernab¨¦u, se?alaba a uno de los suyos en la grada de ...
Yo no soy racista. Los valencianos no son racistas. Mestalla no es racista.
Nadie es racista. Ni conoce a nadie que sea racista.
Pero, ojo cuando algo te toca de cerca. El discurso se modula.
Lo primero que hizo el Valencia despu¨¦s de ver c¨®mo un acalorado Vinicius, harto de que le insulten en cada campo lejos del Bernab¨¦u, se?alaba a uno de los suyos en la grada de uno de los fondos del estadio, la grada Mario Kempes, ni m¨¢s ni menos, fue condenar esa agresi¨®n. Al susodicho, identificado al momento, se lo llevaron de Mestalla. Y al d¨ªa siguiente ya estaba vetado de por vida por su club. Adem¨¢s, nada m¨¢s terminar el partido, habl¨® Baraja, el entrenador. ¡°Hay alguien que puede equivocarse, pero no compartimos cualquier comentario racista¡±, dijo, entre muchos matices. Habl¨® el Valencia. ¡°El club, en su compromiso con los valores del respeto y del deporte, reafirma p¨²blicamente su posici¨®n contra la violencia f¨ªsica y verbal en los estadios y lamenta los hechos¡±, afirmaban en una nota. Aunque era, dec¨ªan, ¡°un episodio aislado¡±. Porque nada tiene ni de racista ni de insulto colectivo llamar tonto (y antes mono) reiteradamente y a coro a un jugador rival. Que esto es f¨²tbol. Y aqu¨ª hemos venido a jugar.
Por eso, ahora que el Comit¨¦ de Competici¨®n, tras a?os de laxitud, se ha dado cuenta de que el problema es grave y de que la bola es todav¨ªa m¨¢s grande ¡ªsuerte de los aspavientos de Vinicius, que con su vehemencia nos ha quitado a todos la venda de los ojos: hay racismo, tan asumido y tan latente que ni siquiera lo percib¨ªamos¡ª, ahora que la sanci¨®n que le ha ca¨ªdo al Valencia es ejemplar y severa, que no desmesurada, el club se?alado ¡ªy ha sido este como podr¨ªa haber sido cualquier otro, recu¨¦rdense los episodios en el Metropolitano o en Mallorca o Valladolid, o los c¨¢nticos a Guardiola en el mismo Bernab¨¦u¡ª, ya no asume su responsabilidad, sino que con su ¨²ltimo comunicado se hace el ofendido.
Hay un mundo entre condenar el racismo y querer realmente erradicar los comportamientos racistas de las gradas y de los estadios. Para combatir el racismo del f¨²tbol ¡ªporque es el f¨²tbol el que acoge a energ¨²menos y no otros deportes¡ª hay que aceptar la culpa y tragar con la pena. Si Competici¨®n ha llegado a la conclusi¨®n a la que otros hab¨ªan llegado antes: que esto no se solucionar¨¢ hasta que sean los clubes quienes pongan de verdad freno a sus aficiones, a uno que se dice antirracista no le queda otra que callar y engullir. Al Valencia, que se proclama en esa ¨²ltima nota oficial a favor de actuar ¡°de manera tajante para erradicar esta lacra¡±, no le queda otra que envain¨¢rsela. En cambio, lo que ha hecho es protestar y afirmar que recurrir¨¢ ¡°hasta la ¨²ltima instancia el cierre de la Grada de Animaci¨®n¡±. Eso no es condenar el racismo. Eso es condenar de boquilla. Y lo que consigue es perpetuar el statu quo.
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