Monta?as de septiembre
Las llegadas en alto son el tiempo de la verdad en el ciclismo, esa extra?a fascinaci¨®n de los aficionados por el dolor ajeno
Es raro. En la hora de no hacer nada, t¨² disfrutas viendo sufrir. Ah¨ª est¨¢ la esencia de la Vuelta: en esa extra?a fascinaci¨®n de los aficionados por el dolor ajeno. La seducci¨®n que despierta el sufrimiento de los corredores. Calambres, p¨¢jaras, desfallecimientos, la agon¨ªa tatuada en el rictus, los contornos del abismo, no puedo m¨¢s y aqu¨ª me quedo. Especialmente, en el cl¨ªmax del v¨ªa crucis: la monta?a, territorio ind¨®mito, salvaje, quiz¨¢s la ¨²ltima frontera de la libertad en un mundo cortado en troquel. La monta?a es el reino ¨¢crata que te a¨ªsla, te eleva, te desaf¨ªa. Que te obliga a mirar...
Es raro. En la hora de no hacer nada, t¨² disfrutas viendo sufrir. Ah¨ª est¨¢ la esencia de la Vuelta: en esa extra?a fascinaci¨®n de los aficionados por el dolor ajeno. La seducci¨®n que despierta el sufrimiento de los corredores. Calambres, p¨¢jaras, desfallecimientos, la agon¨ªa tatuada en el rictus, los contornos del abismo, no puedo m¨¢s y aqu¨ª me quedo. Especialmente, en el cl¨ªmax del v¨ªa crucis: la monta?a, territorio ind¨®mito, salvaje, quiz¨¢s la ¨²ltima frontera de la libertad en un mundo cortado en troquel. La monta?a es el reino ¨¢crata que te a¨ªsla, te eleva, te desaf¨ªa. Que te obliga a mirarte de frente, sin trampas al solitario. Nadie sale igual despu¨¦s de dormir la primera noche al raso en la alta monta?a, la vida sin profilaxis, la vida incivilizada.
La monta?a es tambi¨¦n el momento supremo del ciclismo, el tiempo de la verdad. Donde Marino Lejarreta, encorvado sobre el manillar y con el dorsal n¨²mero uno, arrolla en los Lagos de Covadonga al general Hinault y forja el mito astur (1983). Donde el Chava Jim¨¦nez, vestido de omnipotente Banesto, emerge de entre la niebla fantasmag¨®rica del primer Angliru (1999) antes de ser engullido por otras malditas nieblas espesadas en su mente cuatro a?os despu¨¦s. Donde el Tarangu, un Kas lim¨®n explosivo que mezcla enigma y carisma, y que es reh¨¦n impulsivo de los ataques suicidas doblega a Oca?a en el Monte Naranco (1974), para siempre su Monte Naranco. La monta?a ha perfumado la ¨¦pica de la Vuelta. Con Rominger, Olano, Z¨¹lle, mi ¨ªdolo, con Perico, Heras, Contador. Con Alejandro Valverde Belmonte.
Estos d¨ªas, ya sin Federico en su nido toledano, se corre la Vuelta m¨¢s monta?osa. Cuento 48 puertos en el itinerario: 22 de tercera categor¨ªa, ocho de segunda, 13 de primera, y cinco de categor¨ªa especial. Est¨¢n el Tourmalet, Aubisque, Angliru: el sue?o de todo aficionado adicto al masoquismo propio y ajeno. Y me acuerdo de dos lecturas. La primera es impertinente y, por eso, interesante. Se titula Ciclismo y capitalismo, de Corsino Vela. El autor identifica en el ciclista profesional de hoy la proletarizaci¨®n extrema. De c¨®mo la ¨¦tica tr¨¢gica del h¨¦roe cl¨¢sico, construida sobre la narrativa dram¨¢tica (y no tanto sobre la victoria), ha sido deglutida en el ciclismo por la ¨¦tica comercial y competitiva del capitalismo. ¡°La imagen en directo del sufrimiento individual en aras de una improbable victoria, reservada a un solo triunfador ¡ªescribe Corsino Vela¡ª, es el envoltorio ¨¦pico que recubre la prosaica realidad del sacrificio profesional de un individuo entregado hasta el l¨ªmite de sus fuerzas a cambio de una recompensa cremat¨ªstica¡±. Es decir, sufrir por cobrar para que otros disfruten por ver sufrir en los ratos donde no sufren por vender su fuerza de trabajo. Un moderno circo romano. Riders premium que firman aut¨®grafos. Enfocado as¨ª, desde el sof¨¢ y en plena digesti¨®n, la cosa merece un pensamiento.
Ni el derecho a la ilusi¨®n
La otra lectura es de un escritor obsesionado con las monta?as, Dino Buzzati. En sus cr¨®nicas de El Giro de Italia de la dopoguerra (editorial Gallo Nero, imprescindible) hay un pasaje bello, embaucador, un poco agridulce. Se imagina Buzzati c¨®mo en la v¨ªspera de la primera etapa, cuando todo es posible y nada hay escrito, un corredor del mont¨®n, de esos que nunca ha o¨ªdo a la multitud gritar su nombre, se pone a so?ar en la litera con el triunfo y la gloria. ¡°Sue?a con lo que todos los hombres han so?ado o fantaseado alguna vez, de lo contrario la vida ser¨ªa demasiado insulsa¡±, escribe Buzzati. Qu¨¦ f¨¢cil parece so?ar, dice el italiano, para aquel que nunca llegar¨¢ el primero. Pero a veces no tiene, ni siquiera, el derecho a la ilusi¨®n. La experiencia le cercena sus fantas¨ªas. Lo clava a tierra, como las rampas del Angliru. Sabe que es un m¨ªsero gregario. Un forzado de la carretera. Un esclavo de la libre monta?a. ¡°Sabe¡± ¡ªescribe Buzzati¡ª que no tiene esperanza. As¨ª pues, mejor que se limite a dormir, a dormir nada m¨¢s, y que no sue?e nada¡±.
Hoy, ah¨ª afuera, en la vida con troquel, empiezan las monta?as de septiembre. Un nuevo curso. Todo es posible, nada est¨¢ escrito. Algunos querr¨¢n disfrutar con nuestro dolor. Pero la monta?a eleva. Duele, pero mide y eleva. Y lo m¨¢s raro ser¨ªa no so?ar.
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