Carlos Alcaraz y la fachosfera
El tenista apoy¨® al agitador ?ngel Gait¨¢n durante la dana en Valencia, al que agradeci¨® estar ¡°al mando de una gesti¨®n que deber¨ªan hacer otros¡±. Al mando de qu¨¦, Carlos, muchacho
Lo m¨¢s duro de ser una estrella del deporte, un aut¨¦ntico patriota y hasta un chico de 21 a?os con boquita de h¨¦roe mediterr¨¢neo es que todo el mundo espera algo de ti. No tienes escapatoria. Las expectativas corren a una velocidad endiablada, como peque?as pelotas amarillas impulsadas por una derecha poderosa, la tuya, que tiene a medio mundo ech¨¢ndose las manos a la cabeza porque pocas veces se habr¨¢ visto un prodigio semejante a esa edad, mientras el otro...
Lo m¨¢s duro de ser una estrella del deporte, un aut¨¦ntico patriota y hasta un chico de 21 a?os con boquita de h¨¦roe mediterr¨¢neo es que todo el mundo espera algo de ti. No tienes escapatoria. Las expectativas corren a una velocidad endiablada, como peque?as pelotas amarillas impulsadas por una derecha poderosa, la tuya, que tiene a medio mundo ech¨¢ndose las manos a la cabeza porque pocas veces se habr¨¢ visto un prodigio semejante a esa edad, mientras el otro medio se pregunta de qu¨¦ planeta viniste, como si ya fueses al tenis lo que Diego Armando Maradona fue al socialismo.
Estas son las condiciones desde las que se debe abordar uno de los factores clave en el pol¨¦mico gui?o de Carlos Alcaraz con la fachosfera de esta misma semana: el creciente poder de una ultraderecha global que parece haber encontrado en Espa?a el apoyo que Hulk Hogan le concede en los Estados Unidos de Am¨¦rica, es decir: el apoyo del puto amo en cualquiera de los muchos espect¨¢culos de masas que cuecen y enriquecen el absentismo moral de una parte creciente de la sociedad cada vez m¨¢s propensa a la desconexi¨®n. Tampoco se espera que sea el ¨²ltimo, por cierto. Ni siquiera el pen¨²ltimo. Carlitos, que es como lo llaman en confianza una legi¨®n de aficionados, fan¨¢ticos y hasta aduladores, en su mayor¨ªa desconocidos, apunta a una larga y prol¨ªfica carrera dentro de la pista, pero tambi¨¦n a una vasta producci¨®n de barrabasadas fuera de ella.
Su v¨ªdeo de apoyo al agitador ?ngel Gait¨¢n tiene todas las cualidades que uno espera encontrar en cualquier obra de arte del facher¨ªo, entendiendo esto ¨²ltimo como la definici¨®n m¨¢s sencilla, plausible, e incluso necesaria, del conjunto de personas tan escorado a la derecha del crisol ideol¨®gico que asusta. El receptor del mensaje, por ejemplo, al que Alcaraz quiere agradecer una labor casi mesi¨¢nica tras el azote de la dana (¡°gracias a Dios que est¨¢s t¨²¡±, llega a decirle en un momento dado), es un personaje que no dud¨® en ofrecer su ayuda a cambio de likes: el pueblo que acumulase m¨¢s retorno, m¨¢s pinchazos, ser¨ªa el primero en recibir su colaboraci¨®n. Tambi¨¦n el nivel de desinformaci¨®n del que hace gala el tenista. ¡°No voy a parar de agradecerte lo que haces por ellos, por Espa?a, y que est¨¦s al mando de una gesti¨®n que deber¨ªan hacer otros¡±, afirma. Al mando de qu¨¦, Carlos, muchacho.
Tampoco conviene perder de vista que el tal Gait¨¢n es colaborador de Horizonte, el programa presentado por Iker Jim¨¦nez donde lo mismo se comparte propaganda prorrusa, que te anuncian la llegada de un ovni a Vilagarc¨ªa de Arousa o se esparce el bulo de que cientos de cad¨¢veres se agolpan en un aparcamiento inundado, bien ocultos de nuestro escrutinio por un Gobierno pernicioso e ileg¨ªtimo: ese es el nicho al que voluntariamente dirige su cari?o y afectaci¨®n Carlos Alcaraz. Ese, y no otro, parece ser su rinc¨®n favorito de la pista, exactamente el contrario al que eligieron Kylian Mbapp¨¦ y varios de sus compa?eros de selecci¨®n durante la Eurocopa.
No le tembl¨® el pulso al delantero del Real Madrid, ni la palabra, para pedir al pueblo franc¨¦s que saliese a votar en masa contra la amenaza de la extrema derecha. Apenas unas semanas despu¨¦s, Espa?a se proclamaba campeona de Europa, Dani Carvajal le hac¨ªa un desplante p¨²blico al presidente del Gobierno y Carlos Alcaraz celebraba la rebeld¨ªa del capit¨¢n espa?ol a golpe de me gusta. Porque el like, y no la cl¨¢sica pulserita, parece ser ya la nueva unidad de medida del verdadero patriotismo.