Vingegaard y la banda de Roglic
Las exhibiciones del Jumbo en la Vuelta no casan mucho con el ciclismo serio del dan¨¦s ganador de dos Tours que comparte liderazgo con el esloveno
El Jumbo es una alegre cofrad¨ªa de chavales felices y divertidos. Primoz Roglic cuenta los chistes y todos se r¨ªen, y Jonas Vingegaard entre ellos. No es el Tour, una misa sagrada; es la Vuelta, un carnaval. Firman aut¨®grafos en la salida, regalan los bidones a los ni?os con los que se hacen selfies y la mujer de Sepp K...
El Jumbo es una alegre cofrad¨ªa de chavales felices y divertidos. Primoz Roglic cuenta los chistes y todos se r¨ªen, y Jonas Vingegaard entre ellos. No es el Tour, una misa sagrada; es la Vuelta, un carnaval. Firman aut¨®grafos en la salida, regalan los bidones a los ni?os con los que se hacen selfies y la mujer de Sepp Kuss, el poeta del grupo, el l¨ªder de la Vuelta, orgullosa, pasea por Cartagena, donde las palmeras se agitan al viento, a su caniche Toy vestido de rojo. Son el equipo invencible que, 10 kil¨®metros despu¨¦s, cuchillo entre los dientes, bien sujeto, se convierte en tripulaci¨®n pirata. Hay una ca¨ªda. Sopla una r¨¢faga de viento en el Campo de Cartagena, ¨¢rido, y el cielo tiene el color del fin del mundo, apocalipsis gris oscuro y rojizo. Geraint Thomas sufre una aver¨ªa. Un minuto despu¨¦s, abanicos hacia Fuente el ?lamo y por la autov¨ªa hacia Cuevas de Reyllo, donde el campe¨®n de 800m Mariano Garc¨ªa, atleta de largas piernas, el orgullo de la tierra. En el primer grupo, los piratas. Una docena de corredores, seis de ellos del Jumbo, todos menos el h¨²ngaro Attila Valter, que ha pinchado, y el trot¨®n Robert Gesink. Con ellos, atento, el enemigo Remco Evenepoel, que se pega a ellos como una lapa, y se r¨ªe tambi¨¦n de sus esfuerzos in¨²tiles. Persiguen los espa?oles, descolocados, el Movistar de Enric Mas, el Bahrein de Mikel Landa, el UAE de Juan Ayuso y Marc Soler. Una hora despu¨¦s, pasada la Alhama de Murcia de Antonio Pe?alver, superm¨¢n en los Juegos del 92, v¨ªctima de acoso de su entrenador, en las primeras cuestas de Sierra Espu?a, el primer asalto se acaba. Se juntan todos. Parte la fuga de ocho que por Mula, donde Mo Katir, otro atleta de largas piernas y grandes marcas en el medio fondo, ya tiene ocho minutos de ventaja.
Se calma el viento. El pelot¨®n se calma. Todos se preguntan, ?a qu¨¦ juega el Jumbo derrochando tanta energ¨ªa los d¨ªas de monta?a, los d¨ªas de viento, los d¨ªas de viento y monta?a, tanta alegr¨ªa, y esto no ha hecho m¨¢s que empezar? Y, sobre todo, ?qu¨¦ pinta un tipo serio como Vingegaard con esa banda? Pasados nueve d¨ªas, pese a tanta exhibici¨®n, Evenepoel sigue viviendo de las rentas de la contrarreloj por equipos y algunas bonificaciones. Todos los que creen que pueden ganar la Vuelta est¨¢n juntitos en la general. Todo es un juego de espejos, un escondite, ahora soy yo, ahora no, y la realidad est¨¢ oculta detr¨¢s del maillot rojo de Kuss. ¡°Nuestros ¨²nicos l¨ªderes son Roglic y Vingegaard¡±, repite Marc Reef, el director del Jumbo, que quiere ser el Bar?a de Cruyff y de Guardiola, imbatible, colectivo, imaginativo y generoso. ¡°Pero nos viene muy bien que todos crean que Kuss puede ganar la Vuelta, eso les mantendr¨¢ ocupados¡±.
La Vuelta es el patio del colegio de Primoz Roglic, que ha ganado tres, entre 2019 y 2021, y se cay¨® en 2022, cuando gan¨® Evenepoel, a quien tanto quiere fastidiar, y al que vuelve a hacer enrojecer en el sprint por el honor a mitad de la Cruz de Caravaca. ¡°La primera semana era de supervivencia y estoy vivo¡±, dice el campe¨®n belga, la referencia de la carrera ¡°En Valladolid, el martes, en la contrarreloj, empezar¨¢ otra Vuelta¡±.
Roglic, el macho alfa, fortalecido en su fe con la victoria en el ¨²ltimo Giro, no permite que otros jueguen a un juego que no sea el suyo. Vingegaard es un ser extra?o en su ecosistema. Se borra y habla suave. ¡°No estoy bien, no tan bien como en el Tour¡±, dice Vingegaard, que anunci¨® por sorpresa su participaci¨®n en la Vuelta el 23 de julio, el d¨ªa que gan¨® su segundo Tour. ¡°Pero la Vuelta no se ganar¨¢ por los segundos en los que jugamos ahora¡±. Qui¨¦n del Jumbo la ganar¨¢ es algo que no han decidido a¨²n. Lo decidir¨¢ la carretera, es el mensaje, repetido d¨¦cada tras d¨¦cada en el ciclismo, que repite su Jumbo. Nadie dice que Vingegaard, que masacr¨® a Tadej Pogacar en la contrarreloj, no deje de estar mal justamente al subirse a la cabra en la plaza del Poniente de Valladolid.
Y tan mal no est¨¢ tampoco. En el Ni?o de Mula, un vendaval. Dana en Murcia es viento racheado, fr¨ªo, del nordeste, que da vida de nuevo a Roglic, el descuartizador. Nuevo abanico en rectas interminables, azotada. Evenepoel da el primer paso, pero nuevamente los Jumbo delante, un vendaval, un azote. Esta vez, todos est¨¢n atentos. No hay favoritos detr¨¢s. Su impulso ego¨ªsta y atroz, deja en poco m¨¢s de cuatro minutos la ventaja de la fuga cuando, atravesado el valle de Ricote hacia la vega del Segura por el ca?¨®n del Qu¨ªpar, se llega entre arrozales a Calasparra, donde Paco Cassinello tanto am¨® y fue amado. Vingegaard, amante de vientos fr¨ªos y monta?as, sonr¨ªe entre tanto dolor. La Vuelta no es el Tour, pero tampoco le parece mal.
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