Jonathan Milan, el m¨¢s r¨¢pido el d¨ªa que Pogacar se dio un respiro
El corredor italiano se impone en el segundo esprint de la carrera en una jornada que atraves¨® la lluvia para acabar con sol
El cuarto d¨ªa, Tadej Pogacar dej¨® de juguetear con el Giro, se visti¨® de rosa, cambi¨® el culotte a juego con la maglia para ponerse el de color negro de su equipo, se mimetiz¨® con el paisaje, adopt¨® un perfil discreto, se dej¨® ver por la cabeza muy poco y descans¨®, si es que hacer 190 kil¨®metros a 44,3 por hora de media se puede tomar como un d¨ªa libre. Como escribi¨® Miguel de Unamuno en Del sentimiento tr¨¢gico de la vida, ¡°q...
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El cuarto d¨ªa, Tadej Pogacar dej¨® de juguetear con el Giro, se visti¨® de rosa, cambi¨® el culotte a juego con la maglia para ponerse el de color negro de su equipo, se mimetiz¨® con el paisaje, adopt¨® un perfil discreto, se dej¨® ver por la cabeza muy poco y descans¨®, si es que hacer 190 kil¨®metros a 44,3 por hora de media se puede tomar como un d¨ªa libre. Como escribi¨® Miguel de Unamuno en Del sentimiento tr¨¢gico de la vida, ¡°que inventen ellos¡±, que es lo que debi¨® pensar el l¨ªder sobre sus colegas del pelot¨®n, y s¨ª, fueron otros quienes por una vez se cargaron la responsabilidad a sus espaldas, pero el ciclismo, casi siempre, es un sentimiento l¨²dico y no tr¨¢gico. Aunque llueva.
Porque parec¨ªa que el parte meteorol¨®gico, que a veces lo carga el diablo, iba a ser superado por la cruda realidad, ya que descargaban las nubes en la meta de Andora, a pocos kil¨®metros de San Remo, paso habitual de la Clasicissima de primavera, apenas una hora antes de la llegada, pero al final acertaron los sat¨¦lites y quienes los interpretan a ras de tierra, y cambi¨® el tiempo al viento de sureste, que templaba las escarpadas costas del Tirreno, y facilitaba la tarea a los llegadores, que es lo que esperaban en un principio.
El tiempo hab¨ªa sido un factor determinante durante dos tercios de la carrera, cuando el pelot¨®n circulaba por pueblitos peque?os, carreteras estrechas, subidas y bajadas peligrosas con el suelo mojado. Hubo ca¨ªdas, no demasiado graves, as¨ª que el grupo principal no se meti¨® en aventura, salvo la que decidieron compartir el franc¨¦s Lilian Calmejane, que despu¨¦s desistir¨ªa; el surafricano Stefan De Bod y el asturiano afincado en Matar¨®, Fran Mu?oz, corredor del Polti, piernas y cabeza. Licenciado en Ingenier¨ªa Industrial por la Polit¨¦cnica de Barcelona y especializado en Electr¨®nica Industrial e Ingenier¨ªa de Autom¨¢tica en el Tecnocampus de la Universidad Pompeu Fabra.
Los dem¨¢s prefirieron el abrigo del pelot¨®n, aunque no siempre es suficiente, como comprob¨® en sus carnes el eritreo Biniam Girmay, metido en el grupo principal, y que sufri¨® una ca¨ªda cuesta arriba, y otra despu¨¦s cuesta abajo, con el asfalto mojado, cuando su bicicleta Cube se desliz¨® y le hizo rodar hasta el quitamiedos. Decidi¨® abandonar despu¨¦s de tanto infortunio, aunque no parec¨ªa tener m¨¢s heridas que las morales tras una jornada aciaga.
Circulaban los corredores bajo el sirimiri y los bancos de niebla, pero cuando lleg¨® el ¨²ltimo cuarto de la etapa, se disiparon las nubes, apareci¨® el sol subi¨® la temperatura y todos los ciclistas se desprendieron de la ropa de abrigo para tomarse m¨¢s en serio si cabe, la resoluci¨®n de la jornada.
Se comieron los minutos de ventaja de Mu?oz y De Bod, porque apareci¨® la voracidad de los llegadores, y ya en la costa, entre playitas desiertas y estrechas con sus sombrillas de brezo y pueblos deliciosos a la izquierda, con el Tirreno en calma. A la derecha, las paredes escarpadas, comidas por la acci¨®n humana para reba?ar unos metros de carretera y t¨²neles bajo las monta?as que se adentran en el mar, unas vistas espectaculares que los ciclistas no disfrutan porque est¨¢n a lo suyo. Cuando el pelot¨®n atraviesa Alassio o Laigueglia, la velocidad es ya considerable; quedan atr¨¢s los tamarindos de los paseos mar¨ªtimos, los hoteles tur¨ªsticos y los clubes de playa cuando los equipos de los llegadores toman el mando y Pogacar pasa a un discreto segundo plano.
Por la V¨ªa Aurelia, ascendiendo hacia el santuario de Nostra Signora delle Penne y el faro de Capo Mele, atravesando galer¨ªas que sujetan la monta?a, es Filippo Ganna el que intenta dar la sorpresa; pasa en cabeza por el punto m¨¢s alto y trata de mantener la diferencia en el descenso. Sorpresa, el l¨ªder se contiene. Durante un kil¨®metro, el italiano del Ineos mantiene la ilusi¨®n de ganar en la meta de Andora, pero se rinde a la evidencia de los velocistas, y entre ellos, es un compatriota, Jonathan Milan, del Lidl, quien, en un esfuerzo ag¨®nico, a base de brutales pedaladas en los ¨²ltimos cien metros, es el que vence y se viste con la maglia ciclamino. Pogacar sigue de rosa.
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