Oblak asiste y detiene para que el Atl¨¦tico se imponga al Mallorca

Para un equipo que juega tan mal con la pelota como el Atl¨¦tico cualquier recurso es un potos¨ª. Como en Par¨ªs, Oblak mont¨® una contra ganadora con una patada larga tras blocar un saque de esquina a la que corri¨® ciego de fe Giuliano. Otra cabalgada del chico memorable para llevarse por delante el despiste de Mojica y despu¨¦s el intento de Maffeo por detenerle. Ya en el ¨¢rea le cedi¨® la pelota a Juli¨¢n ?lvarez para que marcar a placer. El gesto habla de un jugador muy colectivo que prefiri¨® asegurar el tanto que la gloria individual.

La consolidaci¨®n de Giuliano como defensor de los rasgos identitarios que proclama su padre y la rehabilitaci¨®n de Oblak son las mejores noticias de este Atl¨¦tico que se va al par¨®n con m¨¢s puntos que juego. El guardameta fue providencial para salvar la victoria cuando le gan¨® un mano a mano a Abd¨®n Prats. La secuencia fue muy parecida a la del gol del Atl¨¦tico. El atacante mallorqu¨ªn corri¨® a un pase largo y pas¨® a Witsel con una carrera convencida. A esas acciones de poca elaboraci¨®n pareci¨® destinado el desequilibrio de un partido de rompe y rasga. El Atl¨¦tico la aprovecho la suya y el Mallorca no.

Las estad¨ªsticas ya anunciaban un partido de cemento, pico y pala. Se enfrentaban los dos equipos menos goleados del campeonato. Y ninguno de los dos pareci¨® querer contradecir el presagio de una tarde de f¨²tbol aburrida atendiendo a los n¨²meros. En todo el primer tiempo no se vio a ese Mallorca al que a Jagoba Arrasate le cuesta implantar su sello de las transiciones mete¨®ricas con el que se distingui¨® en Osasuna. Aline¨® una doble punta Larin-Muriqi que alumbraba juego directo para incomodar a los centrales del Atl¨¦tico. A Gim¨¦nez y Lenglet les esperaba una tarde para gladiadores. A Molina y a Reinildo tambi¨¦n en esa doble funci¨®n entre carrileros y centrales que alternan.

Nadie arriesgaba. Ni Jagoba, ni Simeone desplegaban juego colectivo en los costados para doblar las f¨¦rreas defensas de uno y otro. Tambi¨¦n los centrocampistas de uno y otro estaban m¨¢s pendientes de estar bien colocados que de inventiva. El caldo de cultivo propicio para cocinar el tost¨®n de partido que fueron los primeros cuarenta y cinco minutos. Sin un disparo entre los tres palos. La primera intentona del Atl¨¦tico fue a la media hora. Un disparo alto de Juli¨¢n ?lvarez. El argentino fue una tarde m¨¢s v¨ªctima de la negligencia de sus compa?eros con la pelota. El entrenador debe buscar alternativas que ayuden a encontrar circuitos limpios de bal¨®n que ayuden a enterrar el sello de equipo previsible con la pelota, pero los jugadores tambi¨¦n deben mirarse el ombligo y ajustar la precisi¨®n. De lo contrario, es imposible darle continuidad a un juego cuya principal premisa es pasarse el bal¨®n de unos a otros para progresar.

En medio del p¨¢ramo y del sopor que invad¨ªa Son Mox, Darder dibuj¨® una rosca que Larin cabece¨® para exigir a Oblak una mano salvadora. Esa fue la acci¨®n m¨¢s brillante del primer acto. Al segundo pareci¨® salir un Atl¨¦tico m¨¢s protagonista, aunque sin sobrarle la finura. Fue Oblak el que mont¨® esa contra ganadora cuando el Mallorca comenzaba imponerse de nuevo y pod¨ªa adue?arse a¨²n m¨¢s del partido si el colegiado hubiera mostrado la segunda amarilla a Lenglet por un agarr¨®n continuado a Larin. El tanto de Juli¨¢n ?lvarez dio paso a los cuatro cambios de una tacada que ten¨ªa preparados Simeone. La intenci¨®n era meter piernas para defender y contragolpear. Tuvo varas contras para montar el Atl¨¦tico. En la que m¨¢s se afin¨®, Riquelme o no vio a Correa que entraba solo por la derecha o pec¨® de individualismo. Su disparo le sali¨® centrado. Sin cerrar el partido, el Atl¨¦tico aguant¨® en su ¨¢rea las ¨²ltimas embestidas del Mallorca. El empate no hubiera sido injusto.