Tres j¨®venes a las que el baloncesto cambi¨® m¨¢s all¨¢ de la pista
Para Ana Montero, el b¨¢squet fue el camino a una beca universitaria en el extranjero; para Zo¨¦ Idahosa, una segunda familia en un momento doloroso; y, para Andrea P¨¦rez, la senda para progresar con los estudios. Las tres comparten algo: en sus destinos se cruz¨® la exinternacional M¨®nica Messa
De adolescente, M¨®nica Messa (Madrid, 1966) quiso jugar al f¨²tbol. Pero no se lo permitieron, aquello entonces era coto vedado: solo chicos. Se pas¨® a la canasta, no sin tener que enfrentar a quien la llamara marimacho y otras lindezas. Y se le dio de miedo. Para la historia quedan su triple sobre la bocina en escorzo en Barcelona 92 (el cron¨®metro marcaba siete segundos, corri¨® la pista, salt¨® desequilibrada para esquivar a su defensora y anot¨®) y, sobre todo, el oro del Eurobasket de Perugia frente a Francia en 1993, el primero de nuestro baloncesto. Sin embargo, tal vez su logro m¨¢s heroico haya venido tras su retirada. Messa es hoy entrenadora en categor¨ªas de formaci¨®n; es, en muchos casos, la tabla de salvaci¨®n que propicia que en la tempestad de cambios que es la adolescencia sus jugadoras no naufraguen: ¡°Tenemos una responsabilidad enorme. Podemos conseguir que chicas que se expresan con plenitud y libertad en la pista se comporten as¨ª tambi¨¦n fuera de ella; que, gracias a la disciplina del baloncesto, esa ense?anza les sirva para los estudios y la vida¡±.
Una investigaci¨®n impulsada por Endesa en colaboraci¨®n con la Federaci¨®n Espa?ola de Baloncesto (FEB), y llevada a cabo por la exinternacional y hoy psic¨®loga deportiva Mar Rovira revelaba que, si bien las causas por las cuales chicos y chicas dejaban el baloncesto eran parecidas (dificultades para compatibilizar estudios y entrenamientos, aparici¨®n de nuevas aficiones¡), ellas se topaban con m¨¢s piedras en el camino para perseverar. El entorno suele prestarles menos apoyo a ellas, desincentivarlas. Messa re¨²ne a tres de sus jugadoras para que debatan sobre esto, para que ¡°las protagonistas tengan voz¡±; las tres tienen 17 a?os y est¨¢n a punto de dar un vuelco a sus vidas, a las tres las han sacudido dudas y obst¨¢culos, y todas han encontrado de una u otra forma en el baloncesto su camino.
¨DYo en la pista me siento libre ¨Ddice Ana Montero, que gracias a una beca baloncest¨ªstica estudiar¨¢ su carrera, Business (algo as¨ª como ADE) en EE UU. Comienza el curso pr¨®ximo. ¨DEl baloncesto me ense?¨® a no ponerme metas inalcanzables, a fijar objetivos a corto plazo y lidiar con la frustraci¨®n para cumplirlas. A luchar. Hay mil salidas.
¨DSi no hubiera sido por el baloncesto mis estudios se habr¨ªan resentido este a?o ¨Dafirma Zo¨¦ Idahosa, que el a?o que viene comenzar¨¢ Marketing en la universidad. ¨DLos d¨ªas que ten¨ªa entrenamiento me organizaba mejor y llegaba a casa con la mente despejada y f¨ªsicamente agotada. Cenaba y dorm¨ªa bien. Los que no, me desvelaba hasta la madrugada. Cuanto m¨¢s tiempo tienes m¨¢s lo pierdes.
¨DEs cierto ¨Dcorrobora Andrea P¨¦rez¨D. Yo sacaba malas notas. Entre los 13 y los 15 fui descubriendo cosas no precisamente buenas¡ Me descarri¨¦, y mis padres me castigaban sin baloncesto, que justamente era mi v¨¢lvula de escape. Hasta que M¨®nica [Messa] habl¨® con ellos. Me ayud¨® a mejorar como jugadora y como persona. Sin el baloncesto no estar¨ªa donde estoy hoy ¨Dinsiste P¨¦rez, que comenzar¨¢ el pr¨®ximo curso el grado superior de T¨¦cnico en Animaci¨®n de Actividades F¨ªsicas y Deportivas y que ejerce ya como entrenadora de benjamines y alevines.
Las tres miran a M¨®nica Messa y ven en ella mucho m¨¢s que una entrenadora: ha sido su faro, quien les ha ayudado a saber tomar decisiones maduradas y con compromiso dentro y fuera de la pista. Messa, ante sus muestras de afecto, se azora y les agradece sus palabras. Y les pide que compartan sus historias. Estas:
Ana Montero. Estudiar¨¢ en Trinidad State (EE UU) con una beca deportiva
¡°Es algo con lo que fantaseaba desde ni?a, pero de no ser por el baloncesto no habr¨ªa sido una opci¨®n realista. Habr¨ªa sido imposible¡±
El baloncesto no le llamaba la atenci¨®n, aunque su hermana mayor jugara y su madre fuera una entusiasta. Sin embargo, con siete a?os agarr¨® un bal¨®n; ¡°nunca m¨¢s me despegu¨¦ de ¨¦l¡±, dice sonriente. Porque ¡°en la pista pod¨ªa ser yo misma, sin ning¨²n juicio¡±. ¡°Anita es uno de esos talentos cuyo juego te enamora tan pronto la ves botando o lanzando a canasta¡±, dice Messa. Montero, de natural currante, estaba acostumbrada a que le regalaran los o¨ªdos, ¡°?qu¨¦ buena eres!, ?cu¨¢nto trabajas!¡±; hasta que en un club del m¨¢ximo nivel comenz¨® a pasar desapercibida, por m¨¢s que se esforzara. ¡°Fue justo antes de la pandemia, y me result¨® muy complicado. Me plante¨¦ abandonar, pero, en vez de eso, prefer¨ª reencontrarme en otro equipo con mis antiguas compa?eras, que son amigas, y con M¨®nica. Tuve que pelear pero, en el primer partido tras el confinamiento, sent¨ª que volv¨ªa a ser yo¡±. Montero, armada de sensatez, apunta que quien comience a jugar a baloncesto no debe hacerlo poniendo la fe en debutar alg¨²n d¨ªa con la selecci¨®n, en ser Amaya Valdemoro ¨Dsu ¨ªdolo infantil¨D, porque llegar ah¨ª es una excepci¨®n, y no lograrlo no puede ser jam¨¢s un fracaso. ¡°El baloncesto va de encontrarse con uno mismo. Aporta demasiado. Yo apenas he salido de Espa?a, y solo con mis notas, sin el extra del baloncesto, no habr¨ªa dispuesto de esta extraordinaria oportunidad de estudiar en EE UU. Me muero de ganas y de curiosidad por vivir la experiencia¡±.
Zo¨¦ Idahosa. Estudiar¨¢ Marketing el curso pr¨®ximo. El baloncesto la salv¨® en el momento m¨¢s dif¨ªcil
¡°Nos volvimos a Espa?a desde Inglaterra porque mi hermana cay¨® enferma. Mis padres se pasaban el tiempo en el hospital con ella. Me sent¨ªa sola. Y la atenci¨®n que necesitaba la encontr¨¦ en mi equipo de baloncesto: fueron mi segunda familia¡±
Era la alta de la clase, hab¨ªa probado el baile o el rugby, pero casi naturalmente desemboc¨® en el b¨¢squet. En la cancha liberaba toda la rabia contenida que su buen talante hace casi inimaginable fuera. Cuando era ni?a se mud¨® con su familia a Inglaterra. ¡°All¨ª jugaban al netball, al cricket¡ pero no hab¨ªa baloncesto en mi colegio¡±, dice. Cuando iba a comenzar la ESO, su hermana enferm¨® y todos regresaron a Madrid. Tuvo que crecer de golpe. ¡°De pronto, con apenas 12 a?os, ten¨ªa que ser independiente. Mis padres estaban atentos continuamente a mi hermana, acompa?¨¢ndola en el hospital. Me sent¨ªa sola y, entonces, necesit¨¦ el baloncesto. Mis compa?eras de equipo me eran m¨¢s cercanas que cualquier pariente¡¡±. Conjuraba jugando los malos deseos, la comez¨®n. El b¨¢squet la ayudaba incluso a reconciliarse en lo emocional con sus padres, forzosamente ausentes, y a recomponerse ante el dolor. Volv¨ªa la calma. ¡°Tengo claro que, aunque el a?o que viene comience la universidad, seguir¨¦ jugando como sea. Es una necesidad para m¨ª. Hasta ahora me ha ayudado para organizarme bien con los estudios, y lo seguir¨¢ haciendo¡±, afirma quien sonr¨ªe, habla y se mueve con cierta timidez, pero mientras el fot¨®grafo prepara sus ¨²tiles para los retratos agarra el bal¨®n y machaca con fuerza, de espaldas, el aro de una canasta de mini b¨¢squet.
Andrea P¨¦rez. Despu¨¦s de aprobar el grado medio, estudiar¨¢ el superior de T¨¦cnico en Animaci¨®n de Actividades F¨ªsicas y Deportivas mientras entrena a ni?os
¡°Aquellos padres que castigan a los ni?os sin ir a entrenar: no, por favor, no es la manera. Si a m¨ª me quitas mi forma de desfogar probablemente vaya peor tambi¨¦n en lo dem¨¢s¡±
¡°Los primeros a?os de la adolescencia son una mierda¡±, dice Andrea P¨¦rez. No ha tenido, cuenta, una vida f¨¢cil. De los 13 a los 15 fue ¡°perdi¨¦ndose¡±, y sus devaneos asustaron a sus progenitores y, al poco, a ella misma, que se pregunt¨® qu¨¦ futuro le aguardaba, si segu¨ªa as¨ª. Entonces se cruz¨® en su camino M¨®nica Messa. ¡°Desde ni?a se me daban bien los deportes. Prob¨¦ en el f¨²tbol, intentaron ficharme para balonmano, pero siempre prefer¨ª el baloncesto. Se convirti¨® para m¨ª en la raz¨®n para salir adelante. Viv¨ªa con ansiedad, con depresi¨®n, y cuando saltaba a la cancha era como: ?por fin!¡±. Messa tuvo claro lo que ten¨ªa delante: ¡°Alguien que en la cancha mostraba tal entrega y compromiso, estaba segura de que pod¨ªa ser igual fuera¡±. Fallaba la autoestima, como confirma P¨¦rez: ¡°En mi cabeza hab¨ªa arraigado el convencimiento de que yo no serv¨ªa para estudiar¡±. Messa habl¨® con sus padres para que la permitieran seguir entrenando, le ech¨® un cable: planificaron juntas la estrategia ante los ex¨¢menes, estudiaron juntas. ¡°El baloncesto para m¨ª no es una pelota y una canasta; son diez a?os de mi vida, es el m¨¦todo por el cual he aprendido a superarme a m¨ª misma, y desde luego no solo deportivamente sino, sobre todo, en la vida; son sus valores y la sensaci¨®n de pertenencia que te ofrecen tus compa?eras de equipo¡¡±
Ojal¨¢ hubiera descubierto antes mi vocaci¨®n como entrenadora de formaci¨®n. Podemos hacer mucho por las chicasM¨®nica Messa
#LoInteligenteEsSeguir
Descubre gracias al proyecto Basket Girlz de Endesa las historias de todas estas deportistas, cient¨ªficas o l¨ªderes culturales y empresariales que tienen algo en com¨²n: se forjaron en una cancha de baloncesto. De este deporte adquirieron valores que les han servido para el resto de retos de la vida. www.proyectobasketgirlz.com