Liderazgo global y emergencia clim¨¢tica
Puede que los compromisos no basten para evitar superar los dos grados, pero son necesarios para un plan com¨²n
Este abril ha sido un buen mes para el cambio clim¨¢tico. Por fin parece que las aguas vuelven a su cauce y la emergencia clim¨¢tica es tomada en serio por los principales actores pol¨ªticos. La primera buena noticia es que Estados Unidos, tras retomar el Acuerdo de Par¨ªs, ha asumido el liderazgo mundial reuniendo a 40 jefes de Estado para consensuar compromisos de mitiga...
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Este abril ha sido un buen mes para el cambio clim¨¢tico. Por fin parece que las aguas vuelven a su cauce y la emergencia clim¨¢tica es tomada en serio por los principales actores pol¨ªticos. La primera buena noticia es que Estados Unidos, tras retomar el Acuerdo de Par¨ªs, ha asumido el liderazgo mundial reuniendo a 40 jefes de Estado para consensuar compromisos de mitigaci¨®n m¨¢s estrictos e intentar evitar lo inevitable. Es decir, que la acumulaci¨®n de gases de efecto invernadero siga creciendo y con ello tambi¨¦n la temperatura media del planeta, despu¨¦s del obligado par¨¦ntesis de ca¨ªda de emisiones debida a la covid-19. Como resultado de la cumbre, Estados Unidos fija el objetivo de reducci¨®n para 2030 en torno al 50% con respecto a los niveles de 2005.
La segunda buena nueva es que la UE ha iniciado la aprobaci¨®n de la Ley del Clima para dar forma legal al Nuevo Pacto Verde. Con ello se da luz verde a un recorte de emisiones del 55% (superior al compromiso inicial del 40%) respecto a los niveles de 1990, igualmente para 2030. Por otra parte, China, que con un 26% acumula junto con Estados Unidos el 39% de las emisiones de efecto invernadero globales, ha anunciado que alcanzar¨¢ la neutralidad de carbono para 2060, pero sin dejar de recalcar que los pa¨ªses ricos han sido los principales causantes de la acumulaci¨®n de CO? en la atm¨®sfera hist¨®ricamente y, por tanto, deben contribuir en mayor medida que los dem¨¢s a la reducci¨®n de emisiones. Asimismo, deber¨ªan desembolsar las ayudas acordadas para contribuir financieramente a la mitigaci¨®n en los pa¨ªses sin recursos para ello.
La pregunta del mill¨®n es si estos compromisos ser¨¢n suficientes para mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 2 ¡ãC con respecto a niveles preindustriales, objetivos que los cient¨ªficos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim¨¢tico (IPCC) apuntan como tope, por encima del cual las consecuencias pueden ser desastrosas. La respuesta a esta pregunta depender¨¢ no solo de si las medidas propuestas se implementan adecuadamente, sino tambi¨¦n de si estas se extienden a otros pa¨ªses y regiones hasta cubrir la totalidad del planeta.
Los estudios de econom¨ªa sobre las consecuencias del cambio clim¨¢tico se han centrado durante d¨¦cadas en proponer las pol¨ªticas econ¨®micas adecuadas para determinar cu¨¢l deber¨ªa ser el incremento de temperatura ¨®ptimo a permitir. Por ejemplo, las investigaciones de William Nordhaus se basan en evaluar los costes y beneficios de las medidas potenciales de mitigaci¨®n y los posibles impactos y p¨¦rdidas debidas al cambio clim¨¢tico, el cual se introduce como una externalidad global negativa, un producto derivado de la actividad productiva al que el mercado no le pone un precio y, por tanto, el Estado debe internalizar. Para ello se proponen medidas correctoras de pol¨ªtica ambiental basadas en influir en los precios ¡ªcomo los impuestos de carbono¡ª o en las cantidades ¡ªmercados de emisiones con un tope global permitido¡ª.
Sin embargo, dados todos los riesgos e incertidumbres que dificultan calcular los costes futuros de no actuar hoy, se requiere implementar soluciones integrales que vayan m¨¢s all¨¢ de dichas medidas. Es imprescindible, como aboga la economista Mariana Mazzucato en su libro Misi¨®n econom¨ªa, tener un plan donde los gobiernos den se?ales claras a los mercados para integrar acciones p¨²blicas y privadas. Todas ellas deben dirigirse a activar un nuevo modo de producir, consumir y reciclar, respetando el medio natural y sin dejar atr¨¢s a las familias y las regiones que se vean m¨¢s perjudicadas por el abandono del carb¨®n y por las consecuencias del cambio clim¨¢tico. Para ello, las pol¨ªticas fiscales tienen que incentivar inversiones dirigidas a cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible, y las ayudas del plan de recuperaci¨®n de la UE deber¨¢n utilizarse para descarbonizar la econom¨ªa y mejorar las condiciones de trabajo al mismo tiempo.
La ¨²ltima buena noticia es que ¡ªa diferencia de las recibidas tras la crisis financiera de 2008¡ª dichas ayudas no est¨¢n condicionadas a medidas de austeridad, sino a que el gasto se haga en proyectos sostenibles, que favorezcan la mitigaci¨®n y la digitalizaci¨®n y que sean inclusivos, es decir, respeten los derechos de los trabajadores y la justicia social. Puede que los compromisos adquiridos no sean suficientes para evitar sobrepasar los 2 ¡ãC, pero son necesarios para consolidar un plan de acci¨®n global.
Inmaculada Mart¨ªnez-Zarzoso es profesora de las universidades de G?ttingen y Jaume I.