Los tropiezos del capitalismo sostenible
La falta de est¨¢ndares internacionales choca con las iniciativas para construir un tejido empresarial m¨¢s responsable
El empresario Elon Musk estall¨® en Twitter (una de tantas veces) la pasada primavera cuando S&P elimin¨® a Tesla, el mayor fabricante de coches el¨¦ctricos del mundo, de su ¨ªndice 500 ESG, un listado de empresas que cumplen con ciertos est¨¢ndares ambientales, sociales y de buen gobierno. En esa clasificaci¨®n ¡ªque suma una rentabilidad del 13% en los tres ¨²ltimos a?os¡ª, la petrolera estadounidense Exxon est¨¢ entre los 10 valores m¨¢s sostenibles del planeta.
¡°S&P 500 ESG es una est...
El empresario Elon Musk estall¨® en Twitter (una de tantas veces) la pasada primavera cuando S&P elimin¨® a Tesla, el mayor fabricante de coches el¨¦ctricos del mundo, de su ¨ªndice 500 ESG, un listado de empresas que cumplen con ciertos est¨¢ndares ambientales, sociales y de buen gobierno. En esa clasificaci¨®n ¡ªque suma una rentabilidad del 13% en los tres ¨²ltimos a?os¡ª, la petrolera estadounidense Exxon est¨¢ entre los 10 valores m¨¢s sostenibles del planeta.
¡°S&P 500 ESG es una estafa. Ha sido construido por falsos guerreros de la justicia social¡±, atac¨® el empresario. Ten¨ªa motivos para estar enfadado: las acciones de una compa?¨ªa que sale de un ¨ªndice pueden perder valor, porque muchos fondos de inversi¨®n indexados hacen coincidir sus carteras con las referencias a las que siguen. Y hay montones de ¨ªndices con ese enfoque supuestamente sostenible que responde a las siglas en ingl¨¦s de Environmental, Social and Governance. MSCI, por ejemplo, es el mayor proveedor mundial de clasificaciones ESG, con m¨¢s de 1.500 de renta variable y fija. Responden a una corriente motivada por las preocupaciones sobre los cambios sociales y las crecientes complejidades a las que se enfrentan las empresas, m¨¢s visibles que nunca en este verano de sequ¨ªa, incendios y altos precios.
En el mundo hay 65.000 millones de activos invertidos en fondos vinculados a estos est¨¢ndares. Su enfoque de sostenibilidad se hace cada d¨ªa m¨¢s necesario, pero muy a menudo se cuestiona. ¡°ESG, tres letras que no salvar¨¢n el planeta¡±, titulaba hace algunas semanas The Economist. Por muchos motivos: cerrar una empresa de carb¨®n puede ser fant¨¢stico para el medio ambiente, pero fatal para sus empleados o para la poblaci¨®n donde se asienta, y no siempre es f¨¢cil conjugar esos intereses contrapuestos. Adem¨¢s, no todas las empresas pueden cumplir con la mir¨ªada de objetivos que surgen para responder a los crecientes retos que enfrenta la humanidad. Eso hace que consumidores e inversores est¨¦n desconcertados, porque a menudo los est¨¢ndares de medici¨®n no son homog¨¦neos o son sencillos de manipular, lo que da lugar al conocido como lavado verde (greenwashing).
Cada poco tiempo salta un esc¨¢ndalo: en junio The New York Times publicaba una investigaci¨®n del regulador estadounidense (SEC) sobre los fondos ESG de Goldman Sachs. Meses antes otro caso parecido salpicaba a Asoka Woehrmann, directora del negocio de gesti¨®n de activos de Deutsche Bank, y en mayo, HSBC suspendi¨® a Stuart Kirk, su director de inversi¨®n responsable por cuestionar los efectos del cambio clim¨¢tico. Dijo que eso del calentamiento global no tiene fundamento y es cosa de un grupo de chiflados.
Cambios en Europa
Pero hay esperanza. Los gobiernos, sobre todo en Europa, est¨¢n construyendo un cuerpo normativo m¨¢s robusto que evite tomaduras de pelo a ahorradores y consumidores. Desde 2018 el continente viene impulsando un importante paquete legislativo que, junto al Pacto Verde Europeo de 2019, pretende dirigir flujos de capital hacia esa econom¨ªa m¨¢s sostenible e introducir los compromisos internacionales sobre el clima. Aunque a menudo son herramientas poco conectadas entre s¨ª. Como ejemplo est¨¢n el est¨¢ndar europeo de bonos verdes, el reglamento SFDR o la directiva CSRD ¡ªque acaban de acordar el Consejo y el Parlamento Europeo¡ª que busca m¨¢s transparencia en los reportes que realizan las grandes compa?¨ªas sobre cuestiones de sostenibilidad. Iniciativas, eso s¨ª, enfocadas a empresas de cierto tama?o.
¡°El contexto actual de la emergencia clim¨¢tica precisa de espacios donde las empresas se sit¨²en en otro paradigma en su responsabilidad social¡±, reflexiona al otro lado del tel¨¦fono Ricard Espelt, investigador del grupo Digital Commons de la UOC. Esa narrativa de la que habla Espelt est¨¢ encontrando otra peque?a v¨ªa de escape en una figura que, con bastante retraso, se acaba de aprobar en Espa?a: las sociedades de beneficio e inter¨¦s com¨²n (SBIC), recogidas en el proyecto de ley Crea y Crece.
Tambi¨¦n llamadas ¡°empresas con prop¨®sito¡±, tienen su alter ego en las benefit corporation estado?unidenses, las sociedades comerciales de beneficio e inter¨¦s colectivo de Colombia, Uruguay, Ecuador o Per¨²; las italianas societ¨¤ benefit o las francesas soci¨¦t¨¦s ¨¤ misi¨®n. Su regulaci¨®n var¨ªa seg¨²n los Estados, y a menudo supone un empuj¨®n para aquellas empresas que demuestren estar interesadas por algo m¨¢s que el dinero.
Para Pablo S¨¢nchez, director de B Lab Spain, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que impuls¨® el reconocimiento parlamentario de las SBIC, la transformaci¨®n que proponen va m¨¢s all¨¢ del modelo ESG, ¡°que es un elemento t¨¦cnico de cumplimiento de gesti¨®n que no est¨¢ transformando el modelo empresarial¡±. Las nuevas SBIC, en cambio, buscar¨ªan un giro m¨¢s a ese compromiso de tener un impacto positivo entre todos los que forman parte de una empresa.
A modo de ejemplo, es lo que lleva a?os intentando hacer en la suya Ra¨²l Espada, fundador de La Escalera de Fum¨ªo, una peque?a agencia de publicidad donde a los empleados se les informa cada tres meses de c¨®mo va econ¨®micamente la compa?¨ªa, tienen contratos estables y vacaciones ilimitadas. ¡°En publicidad la gente est¨¢ muy quemada, con horarios que no se respetan y contratos precarios que hacen que empresas como la nuestra no podamos competir en t¨¦rminos de igualdad en los concursos¡±. Es una microempresa: no intenta salvar el mundo, solo hacerlo un poco m¨¢s habitable.
?Qu¨¦ es una empresa comprometida?
Pablo Sánchez, director de B Lab, define las características que deben tener las llamadas “empresas con propósito”, una figura reconocida en numerosos países con variaciones. “Deben incluir en sus estatutos sociales el triple objetivo de generar valor económico, social y ambiental”, lo que incluye una protección de los administradores ante los accionistas cuando tomen decisiones que no prioricen la rentabilidad sobre otros condicionantes. “Deben tener sistemas de gestión y medición de impacto social y ambiental (políticas de contratación, inclusión, diversidad, igualdad, proveedores) y una política de rendición de cuentas y transparencia pública”.