Qu¨¦ pens¨® Michelle
Repetir las palabras de una mujer cuyo esfuerzo ha sido y sigue siendo superior al tuyo es un insulto
A ver. Una puede ser rubia, escultural, puede poseer, a pesar de los retoques, una belleza eslava de p¨®mulos felinos; una puede ser hija de un miembro del partido comunista yugoslavo y haber gozado de los privilegios que conced¨ªa Tito a aquellos elegidos a los que se les entregaba el carn¨¦; una puede ir vestida impecablemente desde ni?a porque su madre era modista y pretend¨ªa que sus hijas llamaran la atenci¨®n; una puede haber viajado en cochazos porque su padre era ch¨®fer oficial; una, a pesar de ser rubia y jaquetona, puede haber comenzado la carrera de Arquitectura, abandon¨¢ndola, eso s¨ª, al primer a?o dado que con la pasarela se puede ganar no tanto como gan¨® Calatrava, pero mucho m¨¢s que la mayor¨ªa de los arquitectos; una puede entrar en una habitaci¨®n y que su presencia sea imponente y que todos los hombres, y tambi¨¦n las mujeres, la observen con descaro. Una puede ser todo eso y tener sensibilidad e inteligencia. No se trata de aprovechar la ocasi¨®n para echar mano de los chistes de rubias.
Puede una, incluso, haber luchado de veras para labrarse un futuro, siguiendo el ejemplo de unos padres peleones. El asunto que aqu¨ª nos concierne es para qu¨¦ y desde d¨®nde se inicia la lucha. Es ah¨ª donde estaba el verdadero absurdo del plagio de Melania Trump. Las palabras significan una cosa u otra seg¨²n qui¨¦n las pronuncie y el lenguaje corporal aporta aspectos interesantes sobre una persona. Cuando Melania habla de luchar por un ideal observamos que en su curr¨ªculo aparece una carrera que abandon¨® en su inicio. Plant¨® los libros por ser modelo, lo cual no es criticable, pero la consecuci¨®n del sue?o del que hablaba en el dichoso discurso medio plagiado fue en la realidad tan t¨®pico como el argumento de un musical de Broadway: la chica guapa se traslada a Nueva York y all¨ª conoce en un desfile a uno de los hombres m¨¢s ricos de EE UU. ?Bum! Ese fue su dream come true, por decirlo con las palabras del cancionero americano. Pero mientras Michelle Obama incluy¨® a su marido en ese p¨¢rrafo en el que hablaba de c¨®mo hab¨ªan sido educados para cumplir su palabra y no escatimar esfuerzos, Melania no se atrevi¨® a tanto: ella se hab¨ªa casado con un hombre millonario por su casa, cuyo m¨¦rito consisti¨® en ampliar la fortuna del padre, con lo cual, es imposible vender la american¨ªsima historia del hombre hecho a s¨ª mismo que comienza desde abajo.
La biograf¨ªa de Michelle es la de una chica negra de un barrio pobre de Chicago, hija de un obrero del Ayuntamiento y de una secretaria, que rebel¨¢ndose contra las bajas expectativas que la sociedad ofrec¨ªa a una chica negra en los ochenta ingres¨® en Princeton, una universidad que hab¨ªa dejado de ser solo para varones una d¨¦cada atr¨¢s y que ofrec¨ªa una resistencia ambiental a que ingresaran en sus aulas mujeres negras. La madre de la compa?era de cuarto de Michelle se present¨® en la universidad para pedir que cambiaran a su hija de habitaci¨®n. Hab¨ªa que ser fuerte, determinada y audaz para salir adelante en un ambiente de estudio hostil, pero ella acab¨® sus estudios y los continu¨® en Harvard. Su papel de primera dama nunca la ha relegado a un papel decorativo, desde el principio marc¨® una impronta entre descarada, vital y comprometida, tan diferente a sus predecesoras que es muy dif¨ªcil imaginar a otra como ella, que se r¨ªa, que cante, que baile y que diga que quiere volver a su vida normal para conducir con las ventanillas bajadas del coche. A Michelle, tan poco encorsetada, tan natural y alegre, dispuesta siempre a marcarse un baile o a cantar a grito pelado las canciones de su admirado Stevie Wonder, le auguro un futuro m¨¢s din¨¢mico que el de su marido; la veo paseando por el mundo con su campa?a a favor del estudio de las ni?as (Let Girls Learn).
Las mismas palabras, seg¨²n qui¨¦n las pronuncie, pueden ser t¨®picas o verdaderas, vulgares o conmovedoras. Todos sabemos que los discursos est¨¢n escritos por terceros y supervisados, no siempre, por sus protagonistas. El problema del discurso de Melania no fue tanto el abuso de copiar, aunque en USA un plagio pueda costarte una carrera, sino la incongruencia: repetir las palabras de una mujer negra cuyo esfuerzo en la vida ha sido y sigue siendo tan superior al tuyo es un insulto. M¨¢s a¨²n estando casada con alguien que destila en sus discursos racismo y misoginia. Tampoco coinciden las dos damas en lo referente a la educaci¨®n de los hijos. El peque?o de los Trump, Barron, tiene un piso para ¨¦l solito debajo del de sus padres. Con 10 a?os. Otro futuro luchador.
?Qu¨¦ le dir¨ªa Michelle a su marido cuando frente al televisor escuch¨® las palabras de Melania? Seguro que un d¨ªa, ya libre de protocolo, lo contar¨¢ partida de risa.
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