Besos, risas y disculpas
En menos de 24 horas el desagradable comportamiento de Maxime Hamou ha sido extendido, reprobado y castigado. Pero sigue sin ser suficiente
Un tenista (Maxime Hamou) le mete la lengua en la oreja a una periodista (Maly Thomas), la intenta besar y la sujeta con fuerza, en directo, durante una entrevista en Roland Garros. En el estudio (de Eurosport Francia), los compa?eros baten palmas mientras se r¨ªen. Un aficionado al tenis cuelga en su cuenta de Twitter ese v¨ªdeo. La red empieza a bufar ("acosador", "impresentable", "verg¨¹enza"). Esa peque?a explosi¨®n virtual llega a los medios, se viraliza. La Federaci¨®n Francesa de Tenis le retira la acreditaci¨®n al deportista junto a una nota de prensa oficial, Eurosport se disculpa en directo y en un par de tuits, y el jugador emite un comunicado pidiendo perd¨®n a la comunicadora.
En menos de 24 horas el desagradable comportamiento de Maxime Hamou ha sido extendido, reprobado y castigado, no solo por la organizaci¨®n del Slam parisino, tambi¨¦n por medios de comunicaci¨®n de todo el mundo, por una sociedad cada vez menos tolerante a este tipo de mamarrachadas, y por un canal deportivo como Eurosport, que emite en 59 pa¨ªses. Anoche, durante el programa de Henri Leconte, Avantage Leconte, el presentador ley¨® una nota en la que se excusaba con la periodista y con los telespectadores.
"Antes de empezar, quer¨ªa volver a referirme al incidente durante el directo de ayer por la noche con nuestra periodista Maly Thomas y el tenista Maxime Hamou. Quer¨ªa precisar que no respaldamos este tipo de comportamiento. Maly es una gran profesional que merece disculpas, nuestra reacci¨®n durante el directo tampoco fue apropiada. Debimos haber intervenido r¨¢pidamente, pedimos disculpas a los telespectadores a los que les pueda haber afectado¡±.
Hace dos d¨¦cadas, esto se hubiese aplaudido, comentado como an¨¦cdota en bares, y Hamou habr¨ªa sido jaleado en sof¨¢s de medio mundo como una especie de h¨¦roe mujeriego. Hace 10 a?os ya habr¨ªa habido alg¨²n que otro moh¨ªn, y m¨¢s de un peri¨®dico internacional hubiese criticado sus sobeteos. Ahora, con un peque?o (pero expansivo) mundo como Twitter, y una poblaci¨®n m¨¢s sensible a hechos repulsivos como este ¡ªy m¨¢s concienciada de que lo son¡ª, ha bastado un d¨ªa. Un paso considerable cuando, no hace tanto, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar finalizaba la entrevista con Ana Nebot meti¨¦ndole un bol¨ªgrafo en el escote. Fue en 2006.
El cambio profundo, habitualmente lento, se ralentiza todav¨ªa m¨¢s cuando implica conciencia, imaginario social, cultura... Hoy, Internet, y sobre todo las redes sociales, est¨¢n funcionando como un motor a reacci¨®n para esta revoluci¨®n constante, la del feminismo, la de la igualdad, que entre un mill¨®n de aristas sigue teniendo afilada la de la falta de respeto por la profesi¨®n (sobre todo cuando es p¨²blica) de la mujer.
La ayuda es considerable: provoca reacciones casi inminentes, disculpas tempranas. Y, aunque son esenciales e imprescindibles, sigue siendo insuficiente. M¨¢s de una (y de uno) querr¨ªa que pasaran m¨¢s de tres horas sin encontrarse una noticia, un v¨ªdeo, un meme, un chiste, un comentario, un gesto o una canci¨®n que no sea un peque?o puntapi¨¦ a la mujer. Celebremos el avance que supone la rapidez de respuesta, s¨ª, pero no est¨¢ de m¨¢s seguir recordando que el objetivo es que esto no hubiese sucedido: que a Hamou nunca se le hubiese pasado por la cabeza forzar a Thomas, que a los compa?eros de la periodista no les hubiese parecido gracioso, y que a nadie se le ocurra decir, ni en p¨²blico ni en privado, que "no es para tanto".?
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