Las joyas del Prado cobran vida
Rino Stefano Tagliafierro insufla vida y movimiento a una treintena de obras del museo en una creaci¨®n en v¨ªdeo producida por 'El Pa¨ªs Semanal', uno de los contenidos del despliegue especial con motivo del bicentenario de la pinacoteca, que se publica este domingo
EL JOVEN mira fijamente delante de s¨ª. Tan serio y melanc¨®lico, tan humano. Casi vivo, se dir¨ªa. Si no fuera porque el muchacho, acomodado en el suelo junto con su sombrero, permanece inm¨®vil?desde que V¨ªctor Manzano lo pint¨®, en 1859. Y sin embargo, de golpe, parpadea. Es un instante, pero el espectador lo ha percibido. La esencia del trabajo de Rino Stefano Tagliafierro (Parma, 39 a?os) ya se ha quedado en su retina. ¡°Debe durar como un respiro, no hay que exagerar¡±, aclara el creador. En 2014, descubri¨® un veh¨ªculo ideal para juntar su creatividad y su pasi¨®n por el arte: animar grandes cuadros. Se estren¨® con Beauty, un corto de nueve minutos donde hablaba de la vida y la muerte poniendo en movimiento obras tan c¨¦lebres como David con la cabeza de Goliat, de Caravaggio, y otras desconocidas. La repercusi¨®n super¨® con creces su Italia natal y sus propias expectativas. Un lustro despu¨¦s, t¨¦cnica y fluidez se han refinado y Tagliafierro sube el list¨®n: ha revivido las obras maestras del Prado.
Para celebrar el bicentenario de la pinacoteca, el creador y sus colaboradores han realizado un relato en v¨ªdeo, producido por El Pa¨ªs Semanal, animando una treintena de cuadros del museo. De Un chiquillo sentado, de Manzano, a Saturnina Cataleta, de Francisco de Madrazo, pasando por El jard¨ªn de las delicias, Las meninas o Las tres Gracias. El recorrido se titula Belleza y locura porque otra regla de Tagliafierro establece que las im¨¢genes han de ser funcionales a una narraci¨®n, un sentimiento o un contraste. ¡°No se trata de demostrar que s¨¦ realizar una animaci¨®n, ni de exceder y pasarse a lo kitsch. La clave es contar una historia, hacer emerger emociones ocultas, manteniendo un equilibrio entre la obra original y mi intervenci¨®n¡±, agrega en su estudio de Mil¨¢n.
De ah¨ª la duraci¨®n m¨ªnima. En el tiempo en que el p¨²blico coge y suelta aire, el viaje de Tagliafierro revive una obra y ya pasa a la siguiente. El caos de El 3 de mayo de 1808 en Madrid de Goya, por ejemplo, resucita tres segundos: el hombre de camisa blanca sacude los brazos y pide absoluci¨®n; los soldados franceses levantan los fusiles y apuntan; otro patriota agacha la cabeza para no mirar. Resuenan los tambores. Y entonces el relato ya se traslada a El aquelarre o El gran cabr¨®n, tambi¨¦n de Francisco de Goya. Y as¨ª durante casi cuatro minutos, acompa?ados por la m¨²sica.
Cuatro horas se pas¨® en cambio Tagliafierro por los pasillos de la pinacoteca, a la caza de sus protagonistas perfectos. Seleccion¨®, primero, unas 150 obras. De ah¨ª, poco a poco, elimin¨® las que no encajaban con su hilo argumental, ya fuera por razones narrativas o est¨¦ticas. Luego, durante un mes, pint¨® en los ordenadores de su estudio hasta conseguir el v¨ªdeo final.
¡°No es muy glamuroso¡±, reconoce Tagliafierro al cruzar la puerta del espacio que su compa?¨ªa, Karmachina, comparte con otros profesionales. Varias mesas blancas, alguna estanter¨ªa; tal vez la zona expositiva casi oculta en un rinc¨®n sea el ¨²nico indicio de que aqu¨ª se crea arte. Pero el tesoro existe, escondido en las pantallas donde Tagliafierro empieza a mover el cursor. Selecciona D¨¢nae recibiendo la lluvia de oro, de Tiziano: la diosa griega es la elegida para mostrar su cirug¨ªa. ¡°Una vez descargadas las obras en alt¨ªsima resoluci¨®n, identifico todos los elementos que quiero animar¡±, explica el creador. Suele sumar una cincuentena en cada cuadro. Recorta los brazos, las falanges de las manos de los protagonistas, la cortina y, en este caso, cada gota de oro.
Con un limpio tijeretazo digital, Tagliafierro decapita a D¨¢nae. Donde antes luc¨ªa el rostro de la diosa, queda un agujero. He aqu¨ª la segunda labor fundamental, que ¨¦l resume en una ¡°restauraci¨®n digital¡±. Traducido: si la cabeza de la mujer se mueve hacia un lado, por la animaci¨®n, habr¨¢ que rellenar el ¨¢rea que ocupaba. As¨ª que Tagliafierro imagina, compara, acerca su zoom digital hasta ver las pinceladas originales del autor y su direcci¨®n, y entonces se pone ¨¦l mismo a pintar, en su pantalla, para cubrir el hueco. Pese a su cuidado, en todo caso, el italiano no ha podido evitar alguna cr¨ªtica. Le han dicho que desacraliza el arte, que para qu¨¦ animar¨ªa esos cuadros. ¡°?Y por qu¨¦ no? Al fin y al cabo muchas veces el arte ha cogido el pasado como punto de partida para hacer algo contempor¨¢neo¡±, responde ¨¦l.
Rino Stefano Tagliafierro tiene bastante menos claro c¨®mo empez¨® su trayectoria. Suelta un ¡°boh¡±, la forma m¨¢s italiana de decir ¡°ni idea¡±. De peque?o, sus padres le llevaban a exposiciones, como una de Dal¨ª que le impact¨® cuando no era ni adolescente; estudi¨® arte, pero acab¨® por varios derroteros. Ayudaba en el restaurante familiar, grab¨® v¨ªdeos promocionales para una empresa de demoliciones, que pretend¨ªa vender su m¨¢quina futurista. ¡°?Se tragaba los edificios!¡±, recuerda. Finalmente, recondujo su camino hacia la senda original. Hoy en d¨ªa, su curr¨ªculo var¨ªa de las instalaciones al videomapping, de la publicidad para grandes marcas a los videoclips. Y ha fundado junto con dos socios Karmachina, que cuenta con cuatro colaboradores fijos y una amplia cartera de proyectos.
Aun as¨ª, Tagliafierro no se considera un ¡°artista¡±. Dice que no sabe bien lo que eso significa. Y agrega: ¡°Estoy fuera del mundo del arte, lejos. Es sucio. Como el de la moda, pero de forma menos evidente y m¨¢s insidiosa¡±. Para, reflexiona y sonr¨ªe: ¡°Ya est¨¢, no me van a contratar nunca¡±. A saber. Tal vez, como en sus obras, habr¨¢ alguien que se anime.