Costa de Marfil: donde el verde desobedece al cemento
M¨¢s all¨¢ de su exuberancia natural, el pa¨ªs africano fascina por su m¨²sica, las noches animadas de Abiy¨¢n y los paseos entre olas y cocoteros en las playas de San Pedro
En la entrada del golfo de Guinea, donde el contorno occidental de ?frica recorta el azul profundo del Atl¨¢ntico, hunde sus orillas la bella Costa de Marfil. Verde tropical, blanca de nubes y naranja de flores de hibisco ¡ªcomo su bandera¡ª, esta tierra es h¨²meda e impetuosa, y muy hospitalaria. Es la que ostenta un pa¨ªs que en 2020 figuraba como la tercera econom¨ªa emergente del continente africano (tras Botsuana y Nigeria), seg¨²n ...
En la entrada del golfo de Guinea, donde el contorno occidental de ?frica recorta el azul profundo del Atl¨¢ntico, hunde sus orillas la bella Costa de Marfil. Verde tropical, blanca de nubes y naranja de flores de hibisco ¡ªcomo su bandera¡ª, esta tierra es h¨²meda e impetuosa, y muy hospitalaria. Es la que ostenta un pa¨ªs que en 2020 figuraba como la tercera econom¨ªa emergente del continente africano (tras Botsuana y Nigeria), seg¨²n un art¨ªculo de The Economist, y que sigue siendo el primer productor mundial de cacao.
En este territorio compartido por m¨¢s de 60 etnias originarias, lo primero que salta a la vista es que el vigor de la naturaleza conjuga a la perfecci¨®n con el buen humor de su gente. Son los descendientes de linajes malink¨¦s, baoul¨¦s, bet¨¦s, yacubas o dioulas, entre otros, que en d¨¦cadas recientes aprendieron a compensar los males pol¨ªticos con expresiones art¨ªsticas y entretenimiento en argot nouchi, un particular franc¨¦s con acento de ?frica del Oeste y jerga que ivoirisa la lengua, seg¨²n el verbo que la poblaci¨®n utiliza. Comparten un idioma hecho de mestizajes que nace a orillas de la laguna de ?bri¨¦, en torno a la cual se levanta la populosa ciudad de Abiy¨¢n, centro econ¨®mico y sede del Gobierno del pa¨ªs, cuya capital es Yamusukro.
En las riberas de ?bri¨¦ hay sol cenital y ¨¢rboles de hojas grandes, mucha agua circundante con plantas flotantes (Echinochloa pyramidalis o Nelumbo nucifera) y vapor que forma s¨²bitas nubes que se deshacen en lluvias repentinas y breves que refrescan. La sombra y los chaparrones se agradecen en calles que son un gran mercado al aire libre, con lagartijas de todos los colores que se cruzan como cualquier otro ciudadano nativo, haciendo graciosas coreograf¨ªas de hombros y cuellos d¨²ctiles. Los ojos y los o¨ªdos del viajero no pueden sino estar atentos al paisaje tan vivo, tan brillante.
Como bienvenida al tr¨®pico africano, uno pronto advertir¨¢ que entre la exuberancia natural del lugar destaca la alegr¨ªa de su m¨²sica, como lo testimonia el anual Festival des Musiques Urbaines d¡¯Anoumabo (FEMUA), que celebrar¨¢ su 15? edici¨®n del 25 al 30 de abril de 2023. Melod¨ªas muy bailables, letras vitalistas y cantadas con vibrantes onomatopeyas contagian a toda la regi¨®n, porque la m¨²sica contempor¨¢nea marfile?a ha sabido fusionar los ritmos percusivos y las danzas de sus etnias tradicionales con los sonidos y las representaciones de la m¨²sica urbana. El zouglou, el coup¨¦ decal¨¦ y el rap ivoire son ya reconocibles en toda ?frica y tambi¨¦n crean ambiente en las discotecas europeas, especialmente en las de los pa¨ªses franc¨®fonos.
Placeres urbanos y patrimonio art¨ªstico
En Abiy¨¢n, m¨¢s precisamente en cualquier local gastron¨®mico del distrito de Blockhaus, lo mejor ser¨¢ probar un guiso de carne especiada y verduras seg¨²n la receta del tradicional k¨¦dj¨¦nou, un exquisito atti¨¦k¨¦ de garba (s¨¦mola hecha de mandioca con cebolla y otras legumbres frescas), que puede acompa?arse de carnes o pescados a la brasa o un alloco de bananas fritas. El caf¨¦ se puede tomar tras un paseo por el Plateau, el barrio administrativo de arquitectura francesa de la ¨¦poca colonial (entre 1893 y 1960), y visitar por all¨ª alg¨²n centro cultural.
La otra opci¨®n es poner rumbo al renombrado distrito de Cocody, un sector residencial con oferta comercial, de restauraci¨®n y art¨ªstica, como la de la galer¨ªa C¨¦cile Fakhoury (filial del espacio en Par¨ªs, con otra sede en Dakar, Senegal). En Cocody tambi¨¦n hay vida nocturna; a poco de llegar, se descubrir¨¢ que las marfile?as son noches largas y gratamente templadas, que bien pueden combinarse con una incursi¨®n al popular Yopougon, la zona de locales y chiringuitos donde se consagraron algunos de los artistas marfile?os que hoy llenan discotecas en Par¨ªs.
Todos los sentidos parecen inaugurar nuevas experiencias en Costa de Marfil, donde el verde tan intenso desborda y desobedece al asfalto, tanto que permite imaginar a los elefantes que, en alg¨²n tiempo, pasearon tranquilamente junto a la laguna con sus colmillos intactos. Eso antes de que los cazadores dejasen de tener escr¨²pulos a la hora de nutrir un comercio voraz como el de los materiales ex¨®ticos para decoraciones suntuosas. La imaginaci¨®n se activa observando esas riberas desde una barca o navegando en un ferri de los que ofrecen a los turistas visitas guiadas y almuerzos con panor¨¢micas en movimiento.
?C¨®mo habr¨¢ sido de imponente ese bosque antes de los desembarcos y las primeras construcciones? Fuera como fuese, la impresi¨®n es que la ciudad actual no termina de aplastar la memoria del palmeral primigenio. Por lo dem¨¢s, se puede salir de Abiy¨¢n y viajar unos 40 kil¨®metros para recorrer un peque?o trozo del siglo XIX anclado en la villa hist¨®rica de Grand-Bassam. Este conjunto arquitect¨®nico ¡ªdeclarado patrimonio hist¨®rico de la Unesco en 2012¡ª fue la primera capital del pa¨ªs en tiempos de los colonos franceses.
Rumbo al Atl¨¢ntico
Disfrutar de la naturaleza significa alejarse de Abiy¨¢n unos 350 kil¨®metros, hacia el noroeste, donde el pa¨ªs tiene fronteras con Liberia y Guinea, para encontrarse con el parque nacional de Ta?, en torno al monte Ni¨¦nokou¨¦, donde los aficionados al ecoturismo pueden internarse en el h¨¢bitat de hipop¨®tamos pigmeos, panteras y chimpanc¨¦s, entre otras especies ¨²nicas.
Para llegar al para¨ªso, sin embargo, habr¨¢ que ir algo m¨¢s de 300 kil¨®metros hacia el suroeste, donde se abre el Atl¨¢ntico inmenso que mira hacia Sudam¨¦rica. El nombre del ed¨¦n es San Pedro, adonde se puede llegar por la carretera de la costa (La C?ti¨¨re) o por avi¨®n, en un breve vuelo dom¨¦stico de Air C?te d¡¯Ivoire. La vida pl¨¢cida de San Pedro se puede disfrutar desde alguno de los muchos hoteles y caba?as con galer¨ªas y jardines que dan a la mar. Son espacios acolchados de c¨¦sped, bordeados de plantas crasas y flores, con un paisaje sonoro compuesto por las escalas de los p¨¢jaros tropicales. Las opciones de alojamiento en la zona son variadas, aunque algunas muy recomendables son La Baie des Sir¨¨nes, el hotel Khartoum, el Tabaoul¨¦ Lodge, el Kara Krou ?colodge o Chez Jojo Grand Bereby.
Los amantes del chocolate pueden curiosear el puerto de San Pedro, desde donde parten casi dos millones de toneladas de granos de cacao cada a?o hacia el resto del planeta. M¨¢s de 100 kil¨®metros de playas que siguen pareciendo silvestres y primigenias esperan, sobre todo al que observa con atenci¨®n el cambio de color de la arena al atardecer o se estremece con los leng¨¹etazos de oc¨¦ano esparciendo c¨¢scaras de coco. Es inabarcable la tarea de describir esas caminatas sin fin entre el rugido de las olas y los cocoteros, en esa franja de tierra en que la vehemencia atl¨¢ntica se deja sentir sin ambages. Sube la marea y pronto caer¨¢ el d¨ªa entre los nubarrones enigm¨¢ticos del horizonte.
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