24 horas en Coira: arte, chocolate y fabulosas vistas en la vieja ciudad suiza
Del Museo de Ruinas Romanas de Welschd?rfli al Bernina Express, el tren panor¨¢mico que atraviesa los paisajes m¨¢s espectaculares de los Alpes
Coira no es solo la capital del cant¨®n de los Grisones y una de las ciudades m¨¢s antiguas de Suiza, es tambi¨¦n el punto de partida m¨¢s conocido del Bernina Express, el tren panor¨¢mico que atraviesa los Alpes ofreciendo uno de los recorridos entre monta?as m¨¢s espectaculares de Europa. As¨ª que aunque la m...
Coira no es solo la capital del cant¨®n de los Grisones y una de las ciudades m¨¢s antiguas de Suiza, es tambi¨¦n el punto de partida m¨¢s conocido del Bernina Express, el tren panor¨¢mico que atraviesa los Alpes ofreciendo uno de los recorridos entre monta?as m¨¢s espectaculares de Europa. As¨ª que aunque la manera m¨¢s sencilla de llegar a Coira sea en tren desde Z¨²rich, la mejor ser¨¢ llegando de Saint Moritz atravesando los paisajes que la Unesco declar¨® patrimonio mundial en 2008. Es tan espectacular la ruta que la megafon¨ªa del convoy invita constantemente a los viajeros a asomarse a las ventanas y a sacar los m¨®viles. Cada tanto la m¨¢quina se detiene para que ninguna foto quede movida.
Esta es, por tanto, la ciudad alpina por excelencia y est¨¢, adem¨¢s, rodeada por tres monta?as que lo ponen de manifiesto y cuya sombra acompa?a al visitante en todo momento: Mittenberg, Brambr¨¹esch y, la m¨¢s imponente, Calanda, de 2.800 metros, que tambi¨¦n da nombre a una marca de cerveza aut¨®ctona a tener muy en cuenta.
09.00 Desayuno en el museo
De entrada, como recordatorio, conviene saber que en fin de semana el desayuno del Museo de Arte de los Grisones (B¨¹ndner Kunstmuseum) es lo m¨¢s sofisticado, pero la excelencia de su buf¨¦ obliga a tom¨¢rselo con calma. Al museo volveremos luego, de modo que si se quiere exprimir el tiempo y estamos en s¨¢bado no hay motivo que impida comenzar por el mercado de productores regionales (1), no solo por la calidad de los productos frescos ¡ªverduras, panes, quesos, bindenfleisch (una especie de cecina), b¨¹ndner nusstorte (tarta de nueces) o los distintos tipos de salziz (salchicha ahumada)¡ª y el buen ambiente que destilan las paradas instaladas entre los comercios. Tambi¨¦n porque se lleva a cabo en las mismas calles de la Altstadt, la Ciudad Vieja, completamente peatonalizada.
Quienes gusten de cocinar mejor que no entren en Kuchilada (2): tiene todos los gadgets de cocina que uno no sab¨ªa que exist¨ªan. La galer¨ªa de arte, sin duda, es Crameri (3), reducto de finura y modernidad. Y Arcas (4), con todo su car¨¢cter medieval, es la plaza en la que todo el mundo termina encontr¨¢ndose, la favorita de los nativos. Se llegue por donde se llegue, se encuentra una fuente: hay m¨¢s de 140. Uno tiene que ser muy despistado para acabar comprando agua. Este centro es una clase de historia. Atenci¨®n al mirador Haldenh¨¹ttli (5), punto de encuentro de parejas siglos atr¨¢s. Y a la Hegisplatz, donde se halla la Meerhaffen Haus (6), de 1464, la edificaci¨®n m¨¢s antigua que sigue en pie y la primera en construirse tras el incendio que ese mismo a?o devast¨® la ciudad.
11.00 Arquitectura brutalista
El tri¨¢ngulo formado por la catedral, el palacio episcopal y la torre del palacio episcopal constitu¨ªan la Corte del Obispo (7), que no se consideraba parte de Coira ni se integr¨® en el entramado urban¨ªstico hasta la llegada de Napole¨®n en 1803, ya que fue un donativo del rey Ot¨®n I, del a?o 952, de ah¨ª que sea m¨¢s antiguo que la propia ciudad. La ausencia de decoraci¨®n en la fachada de la catedral de Santa Mar¨ªa de la Asunci¨®n (Mari? Himmelfahrt) revela su origen cisterciense. Llaman la atenci¨®n el portal rom¨¢nico y el altar mayor, su obra m¨¢s importante realizada en 1492 por Jakob Russ, que est¨¢ enterrado en este templo, como tambi¨¦n lo est¨¢ J?rg Jenatsch, h¨¦roe nacional por su lucha en la Guerra de los Treinta A?os, asesinado en 1639. Justo al lado, el palacio episcopal guarda espacio para el Domschat Museum, que conserva los grabados que componen El ciclo de la muerte de Hans Holbein.
M¨¢s impactante resulta la Martinskirche (8), la iglesia protestante de 1523, cuyas vidrieras de Augusto Giacometti aportan la luz necesaria al interior y cuya torre es visible desde cualquier punto del exterior. En la planta de arriba, bajo el campanario, destaca la presencia de ventanas. Y es que, sorprendentemente, la antigua residencia del sacrist¨¢n est¨¢ abierta para quien quiera tomar el aperitivo, bajo reserva y despu¨¦s de subir 220 escaleras. Si quiere subir, adelante, otra opci¨®n es esperar con una cerveza calanda en la Zunfthaus der Schneider, la asociaci¨®n cultural de enfrente, pues destila ese buen rollo juvenil digno de agradecer en cualquier parte del mundo.
El brutalismo tiene su representaci¨®n en el edificio de la residencia de estudiantes Konvikt (9) y en el vecino Gymnasium o Kantonsschule (escuela cantonal) (10). No obstante, al hablar de arquitectura, al otro lado del r¨ªo Plessur espera algo m¨¢s refinado. Y es que, como corresponde a una de las ciudades m¨¢s antiguas de Suiza, sus restos romanos est¨¢n protegidos por un pabell¨®n de madera construido en 1986 por el gran arquitecto suizo Peter Zumthor: el Museo de Ruinas Romanas de Welschd?rfli (11). El laminado de madera, un velo, permite que en sus grietas se filtren la luz y el sonido y conectan as¨ª las ruinas con la realidad moderna del presente en una intervenci¨®n espiritual y antol¨®gica.
13.00 Hora de comer
Para restaurarse en modo cl¨¢sico, en la misma puerta de entrada al palacio del obispo est¨¢ a punto de volver a abrir sus puertas la reformada Hofkellerei (12), una taberna de 1522 en la que se sirve el famoso Churer Schiller, un vino blanco ancestral. Conviene precisar en este punto que no fue hasta 1630, cuando los franceses trajeron sus borgo?as, que aqu¨ª se bebiera otra cosa que no fuera vino blanco. En esa l¨ªnea tambi¨¦n se puede comer (siempre bajo reserva) en Zunfthaus zur Rebleuten (13), lugar un tanto folcl¨®rico que habla de la importancia que han tenido y tienen todav¨ªa los gremios.
Todo eso est¨¢ muy bien, s¨ª, es muy tradicional y viene a cuento con la idiosincrasia de Coira, pero si se permite una recomendaci¨®n esta es comer en la monta?a de Brambr¨¹esch (14). En pocas ciudades es tan f¨¢cil subir 2.000 metros hasta un paraje tan id¨ªlico desde el centro. No hay terraza m¨¢s espectacular para una urbe, un popular punto de encuentro con la naturaleza, ideal para el senderismo. La experiencia incluye el telef¨¦rico y transbordo a un entra?able telecabina que llaman g¨®ndola, una traves¨ªa por el aire en plena simbiosis con el paisaje que ofrece unas poderosas vistas de las monta?as que dan a Coira ese car¨¢cter alpino. En mitad de este remanso de placidez est¨¢ la terraza del Edelweiss (15), regentada por Iris y Daniel, una pareja que dej¨® la capital suiza para instalarse aqu¨ª, alejados del ruido, donde ofrecen seminarios sobre vida sana, nueve habitaciones y una original comida basada en productos de la regi¨®n.
16.00 Chocolate suizo
De vuelta al centro, ya que estamos en Suiza, si hay que tomar un caf¨¦ que sea en Merz (16), la chocolater¨ªa artesanal oficial de Coira, inaugurada en 1946. La idea de venir no tiene ning¨²n m¨¦rito, nunca seremos los ¨²nicos a quienes se les ha ocurrido.
Y ahora s¨ª, es el momento de adentrarse en el Museo de Arte de los Grisones (17), dividido en dos edificios conectados por el s¨®tano: por un lado, el cl¨¢sico Villa Planta, de 1875, y por otro, la brillante ampliaci¨®n que llev¨® a cabo en 2016 el estudio barcelon¨¦s Barozzi Veiga, que ha ayudado a proyectar una imagen de Coira mucho m¨¢s actualizada. Los puntos fuertes de su colecci¨®n son el clasicismo de la pintora suiza Angelica Kauffmann; la incipiente modernidad paisajista del italiano Giovanni Segantini y, por supuesto, el expresionismo del alem¨¢n Ernst Ludwig Kirchner y el suizo Hermann Scherer. Y lo m¨¢s destacado: un repaso por el arte de la familia Giacometti, tan vinculada a la regi¨®n, que va del mobiliario de Diego a las pinturas de Giovanni, la actitud renovadora de Augusto y las esculturas de Alberto, uno de los artistas determinantes del siglo XX, que muri¨® aqu¨ª en 1966.
Este es un museo cuya visita puede cambiar la percepci¨®n que se tiene de un lugar. Es tan tremenda la lecci¨®n de arte que uno lo abandona satisfecho y convencido de que solo por ver esto val¨ªa la pena llegar hasta aqu¨ª.
18.00 El padre de ¡®Alien¡¯
Antes de que se haga tarde es obligado pasar por el comercio m¨¢s reconocido de Coira: la hermosa confiter¨ªa B¨¹hler¡¯s Zuckerb?ckerei (18), en la que el maestro Artur B¨¹hler elabora las celebradas B¨¹ndner-Pfirsichsteine ¡ªdulces con forma de almendra de los que solo ¨¦l y su hija saben la receta¡ª adem¨¢s del licor de cereza Churer R?teli.
De camino a la cena se atraviesa la Postplatz (19), el cruce m¨¢s transitado, donde salta a la vista la obra Orbiter del excesivo Robert Indermaur, otro artista ligado a Coira. M¨¢s all¨¢, atenci¨®n a otra fuente, la de la Gigerplatz (20). S¨ª, lo que vemos bajo el agua son obras del a¨²n m¨¢s excesivo Hans Ruedi Giger, al artista gr¨¢fico y escultor aut¨®ctono conocido por dar vida a los monstruos de la serie f¨ªlmica Alien y cuya memoria est¨¢ siendo reivindicada por los vecinos.
Es hora de buscar sitio en el Stern (21), el restaurante m¨¢s condecorado, el que aparece en la gu¨ªa Michelin y el que mejor interpreta la cocina tradicional de los Grisones, un fin de fiesta comme il faut. Basta con probar el rosti, la sopa gerstensuppe o los famosos capuns para confirmar que est¨¢ a la altura de su reputaci¨®n. Por suerte, Stern tambi¨¦n es un hotel. A estas horas y con todo lo que llevamos encima, una opci¨®n tan luminosa como una aparici¨®n.
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