Nosotros
Siento una negra angustia ante las atrocidades a las que sometemos a los animales sin ser conscientes de su dolor
A principios de abril, la ONG Animal Equality Italia present¨® una denuncia contra Espa?a ante la Comisi¨®n Europea por haber cometido durante el ¨²ltimo a?o violaciones grav¨ªsimas de las leyes de protecci¨®n animal, especialmente en lo relativo al transporte. Comprendo muy bien que nos denunciaran: estuvimos desde diciembre siguiendo desmayadamente en las noticias, sin querer enterarnos, el espanto de esos terneros que fueron embarcados en Tarragona y Cartagena, que luego Turqu¨ªa rechaz¨®, y que llevaban meses hacinados a bordo, sin poder ni tumbarse, deshidratados y fam¨¦licos, con las patas rotas...
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A principios de abril, la ONG Animal Equality Italia present¨® una denuncia contra Espa?a ante la Comisi¨®n Europea por haber cometido durante el ¨²ltimo a?o violaciones grav¨ªsimas de las leyes de protecci¨®n animal, especialmente en lo relativo al transporte. Comprendo muy bien que nos denunciaran: estuvimos desde diciembre siguiendo desmayadamente en las noticias, sin querer enterarnos, el espanto de esos terneros que fueron embarcados en Tarragona y Cartagena, que luego Turqu¨ªa rechaz¨®, y que llevaban meses hacinados a bordo, sin poder ni tumbarse, deshidratados y fam¨¦licos, con las patas rotas y con animales muertos emparedados entre los vivos. Semana tras semana supimos de esa tortura interminable en oscuras sentinas. Y no hicimos nada. Al final las pobres criaturas fueron sacrificadas. M¨¢s de 1.600 en un barco, casi 900 en el otro.
He escrito antes ¡°sin querer enterarnos¡±, y es justamente as¨ª. Cuando el horror alcanza unos niveles inmanejables, muchos nos quedamos ciegos, sordos y mudos. La vida consiste, entre otras cosas, en aprender a sobrellevar la oscuridad que hay en el mundo, y en mantener la esperanza del triunfo de la luz. Y yo lo hago, o lo intento; pero hay extremos del dolor que, personalmente, soy incapaz de soportar. Y esos extremos son, sobre todo, la violencia ejercida contra los ni?os y los animales, un sufrimiento que me resulta enloquecedor por el mismo motivo en ambos casos: por el absoluto desamparo de las v¨ªctimas, por su inocencia, porque no entienden lo que les sucede, porque estamos obligados a protegerlos, maldita sea. Si no los protegemos nosotros, ?c¨®mo van a poder defenderse ellos?
Y as¨ª, hay situaciones que me dejan completamente desarbolada, sin aliento, con el coraz¨®n parado entre dos latidos. Como, por ejemplo, esa peque?a noticia del 9 de abril que pas¨® casi inadvertida: una patera m¨¢s de las llegadas a Canarias. S¨®lo que, durante la traves¨ªa, el patr¨®n del barco tap¨® con un cubo la cabeza de un beb¨¦ que lloraba demasiado y termin¨® arroj¨¢ndolo vivo al mar, seg¨²n cont¨® la madre. Vivir en un mundo que permite algo as¨ª nos deber¨ªa condenar a todos al m¨¢s tenebroso c¨ªrculo del infierno de Dante.
Con los animales me sucede lo mismo. S¨¦ que algunos no lo entienden, pero siento una desesperaci¨®n semejante, la misma negra angustia ante el multitudinario, silencioso e innecesario sufrimiento de los animales; ante las atrocidades a las que los sometemos sin ser ni siquiera conscientes de su dolor. Deber¨ªamos protegerlos, ya lo he dicho, y sin embargo somos sus m¨¢ximos verdugos. Como esas im¨¢genes que han aparecido de extrema y gratuita crueldad en el laboratorio Vivotecnia de Madrid, en donde, seg¨²n leo en la prensa, se hacen ensayos de cosm¨¦tica, qu¨ªmica y agroqu¨ªmica. Se supone que en la UE est¨¢ prohibido usar animales para pruebas cosm¨¦ticas, pero ya ven. La experimentaci¨®n con criaturas vivas es un tema terrible que la sociedad deber¨ªa debatir. Seg¨²n el Ministerio de Agricultura, en 2019 se realizaron en Espa?a 817.742 experimentos con animales (entre ellos, supongo, las monstruosidades de Vivotecnia), una cifra que ha disminuido un 41% con respecto al a?o 2009. Ese descenso es una buena noticia, pero, por otro lado, permite suponer que muchas de esas torturas eran in¨²tiles. ?Para qu¨¦ se hac¨ªan? ?Por qu¨¦ se siguen haciendo? ?Cu¨¢ntas de ellas son verdaderamente necesarias? ?Y cu¨¢ntas se har¨¢n en condiciones tan horrendas como en Vivotecnia?
Pero los experimentos apenas son una parte del infinito maltrato. La ciencia ha derribado la est¨²pida creencia de que los otros animales son poco m¨¢s que objetos carentes de sentido y sentimiento. No s¨®lo hay una asombrosa proximidad gen¨¦tica entre nosotros y ellos, sino que cada d¨ªa se descubren m¨¢s seres dotados de insospechada inteligencia, como el pulpo o el cuervo. En 2012, 13 de los m¨¢s importantes neurocient¨ªficos del mundo firmaron en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, la llamada Declaraci¨®n de Cambridge, en la que afirman que los otros animales tambi¨¦n tienen conciencia. Compartimos el planeta con ellos, son seres conocedores del dolor y de la vida, est¨¢n totalmente en nuestras manos y cometemos con ellos acongojantes atrocidades que alg¨²n d¨ªa nuestros descendientes nos recriminar¨¢n. Sartre se equivoc¨®: el infierno somos nosotros.