Su majestad la carrasca milenaria de Lecina: vida e historia del ?rbol Europeo del A?o
?Cu¨¢l es el valor de un ¨¢rbol singular? ?Puede unir voluntades, despertar orgullo, dar esperanza a una tierra despoblada? As¨ª fue la humilde gesta de una encina vetusta preservada por una familia durante siglos.
El 17 de marzo de 2021, la carrasca milenaria de Lecina (Huesca) gan¨® el concurso de ?rbol Europeo del A?o con la mayor cifra de votos en sus 11 ediciones: 104.264. Segundo qued¨® el magn¨ªfico pl¨¢tano de Curinga (Italia), con 78.210 votos, y tercero el sicomoro de la rep¨²blica rusa de Daguest¨¢n, cuyos notables m¨¦ritos naturales quedaron ensombrecidos porque la organizaci¨®n del certamen, la Environmental Partnership Association, descubri¨® que su candidatura estaba siendo respaldada por un ej¨¦rcito de bots; fi...
El 17 de marzo de 2021, la carrasca milenaria de Lecina (Huesca) gan¨® el concurso de ?rbol Europeo del A?o con la mayor cifra de votos en sus 11 ediciones: 104.264. Segundo qued¨® el magn¨ªfico pl¨¢tano de Curinga (Italia), con 78.210 votos, y tercero el sicomoro de la rep¨²blica rusa de Daguest¨¢n, cuyos notables m¨¦ritos naturales quedaron ensombrecidos porque la organizaci¨®n del certamen, la Environmental Partnership Association, descubri¨® que su candidatura estaba siendo respaldada por un ej¨¦rcito de bots; finalmente, se acredit¨® que hab¨ªa recibido 66.026 votos legales y m¨¢s de 30.000 fraudulentos. El d¨ªa del triunfo de la antiqu¨ªsima carrasca (as¨ª la llaman en Arag¨®n a las encinas), el pu?ado de vecinos que viven en Lecina, la mayor¨ªa entrados en a?os, lo celebraron en la plaza ante una pantalla gigante descorchando botellas de vino achampanado del Somontano y saboreando bu?uelos, rosquillas y crespillos.
Unas horas despu¨¦s de conocerse la victoria, la Casa Real felicit¨® por Twitter a los de Lecina.
Esta es la historia de un logro colectivo en el que participaron due?os, vecinos, administraciones y amigos de la causa, y es la historia de un empe?o individual. Entre la algarab¨ªa de la plaza del pueblo faltaba quien m¨¢s hizo por cuidar la carrasca en las ¨²ltimas d¨¦cadas de su matusal¨¦nica existencia. Nicol¨¢s Arasanz, nacido en Lecina en la casa Carruesco (nombre de familia) y fallecido en 2015 a los 96 a?os. Las herederas del ¨¢rbol son sus hijas, Mar¨ªa Jes¨²s, Felisa y Silvia. De ni?as ten¨ªan prohibido subirse a ¨¦l, pese a que ellas eran unas plumas y la carrasca un desmesurado Quercus ilex de 16 metros de altura y 28 metros de di¨¢metro de copa. No era cosa de cu¨¢nto pesaban ellas y cu¨¢nto pod¨ªa soportar la carrasca. Era cosa, dice Mar¨ªa Jes¨²s Arasanz, de que para su padre el ¨¢rbol era un patrimonio ¡°sagrado¡±.
La carrasca fue registrada como ¨¢rbol singular por el Gobierno de Arag¨®n en 1995. Su propiedad sigui¨® siendo de la familia Arasanz, pero la responsabilidad de su conservaci¨®n pas¨® a la Administraci¨®n. Esto puso a Nicol¨¢s en una situaci¨®n de cierto desasosiego. Ya no pod¨ªa, por ejemplo, podar las ramas del ¨¢rbol, y le angustiaba que cada vez llegasen m¨¢s turistas a mirarlo. En 1997, el periodista C¨¦sar Palacios lo visit¨® para incluir su carrasca en una serie de El Pa¨ªs Semanal titulada ¡®?rboles con historia¡¯. Palacios se encontr¨® a un hombre de ¡°fino sentido del humor¡± y harto de que la gente se encaramase al ¨¢rbol para hacerse fotos porque le iban arrancando corteza. Protest¨® al reportero: ¡°Unt¨¦ todo el tronco de manteca de cerdo pensando que as¨ª no trepar¨ªan, pero aunque se manchen suben igual¡±. Todav¨ªa se aprecia con claridad en la portentosa base troncal de la carrasca un ancho surco de superficie pelada, pese a que ya nadie hace eso, entre otras cosas porque al d¨ªa siguiente de que se publicase el art¨ªculo de Palacios las autoridades enviaron operarios a cercarla con una valla de madera, que sigue ah¨ª. En tiempos de aquel reportaje, ya se hablaba de esta encina como de la gran superviviente del proceso de explotaci¨®n de los encinares de la zona. ¡°Es un milagro que se conserve. Hab¨ªa otras igual de grandes pero desaparecieron¡±, concuerdan en un corrillo de vecinos cuando visitamos el pueblo a inicios de octubre. En la posguerra muchos tuvieron que vender sus carrascas m¨¢s nobles a los negociantes que quer¨ªan aquella le?a de combusti¨®n lenta y alto poder calor¨ªfico. M¨¢s tarde, Nicol¨¢s Arasanz tambi¨¦n recibir¨ªa una oferta, seg¨²n relat¨® Palacios: ¡°Un carbonero fanfarr¨®n le asegur¨® que si mientras ¨¦l la cortaba se pon¨ªa debajo a comerse un pollo, antes de terminarlo tendr¨ªa que salir corriendo para que no le cayera la encina encima. ¡®?Un pollo?¡¯, se pregunta el propietario. ¡®Mecag¨¹en la leche, me daba tiempo para el pollo, la siesta, hacer noche y volver al d¨ªa siguiente¡¯. Pero por si acaso, no quiso hacer la prueba y se neg¨® a venderla¡±. Para cumplir con su baladronada, el carbonero hubiera tenido que seccionar en minutos un tronco de unos siete metros de per¨ªmetro.
La edad de la llamada carrasca milenaria es incierta. De hecho, si bien las encinas pueden superar los 1.000 a?os, es muy probable que se quede por debajo. Un t¨¦cnico del Gobierno de Arag¨®n explica que, seg¨²n las consultas que han hecho con cient¨ªficos, podr¨ªa tener entre cuatro y siete siglos. Para precisar habr¨ªa que recurrir a una t¨¦cnica de perforaci¨®n del tronco. No se lo plantean. Consideran que ser¨ªa peligroso para el ¨¢rbol.
Dos semanas antes del anuncio del ?rbol Europeo del A?o, falleci¨® a los 95 a?os Isabel Pe?art, esposa de Nicol¨¢s. Ella tambi¨¦n fue una defensora de la carrasca. En sus ¨²ltimos a?os de vida, sus hijas la llevaban a verla a su sitio, pegada a una era a la entrada del pueblo, y ella, nonagenaria y achacosa, la miraba y dec¨ªa: ¡°La casta?era est¨¢ muerta¡±. ¡°No, mam¨¢, no est¨¢ muerta¡±. Ella la miraba y repet¨ªa: ¡°La casta?era est¨¢ muerta¡±.
En la familia y en el pueblo no la llaman la carrasca sino la casta?era ¡ªla casta?era de Carruesco¡ª porque daba unas bellotas grandes y dulces que parec¨ªan casta?as. Con ellas se alimentaba al ganado. A veces la gente las com¨ªa asadas, sobre todo los cr¨ªos. Mar¨ªa Jes¨²s y Felisa Arasanz aseguran que sus bellotas han empeque?ecido. En general, dicen que la carrasca ya no es lo que era. ¡°Antes te pon¨ªas debajo y de tanta hoja que ten¨ªa mirabas para arriba y no pod¨ªas ver el cielo¡±, recuerda Felisa. Las hermanas la ven m¨¢s seca, menos frondosa, con el verde apagado. Les preocupa que el turismo le est¨¦ afectando y reclaman de las autoridades un control de visitas organizado, adem¨¢s de un cuidado de su entorno sostenido, no puntual.
Uno de los riesgos a los que se enfrenta es la compactaci¨®n del suelo por acumulaci¨®n de pisadas. Despu¨¦s de ganar el premio, la carrasca estuvo recibiendo en primavera y verano una media de 150 visitas diarias, seg¨²n Carmen Lalueza, alcaldesa de B¨¢rcabo, el municipio donde est¨¢ Lecina. Unas semanas antes de ser elegida ?rbol Europeo se tom¨® la precauci¨®n de demarcarla con un segundo per¨ªmetro, con una cuerda sostenida por postes, para ampliar el espacio de protecci¨®n de su ¨®rbita radicular. La alcaldesa y las propietarias dicen que los visitantes suelen ser respetuosos, aunque de vez en cuando siguen apareciendo papeles o incluso colillas. Da que pensar. Una persona que se acerca a un fabuloso ¨¢rbol milenario, lo observa mientras fuma y al terminar de fumar tira el pitillo al suelo y, si acaso, pisa la colilla.
Eso es: tirar al suelo un pitillo y, si acaso, pisar la colilla ante un ser vivo ¡ªcallado, pero vivo¡ª que quiz¨¢ est¨¦ ah¨ª desde el medievo, que quiz¨¢ estuvo en su juventud durante la peste negra de 1348, que quiz¨¢ siendo un ¨¢rbol ya s¨®lido estuvo cuando Fernando II de Arag¨®n fragu¨® con Isabel I de Castilla su poderosa corona, que sin duda estaba durante la guerra de la Independencia mientras ten¨ªan lugar las correr¨ªas antifrancesas de El Cantarero, El Pesoduro o El Malcarau, guerrilleros populares por entonces en el Alto Arag¨®n, la regi¨®n donde se encuentra la carrasca; que estaba aqu¨ª cuando lleg¨® el ferrocarril Barcelona-Zaragoza y cuando la Guerra Civil y cuando en 1995 Nayim marc¨® in extremis desde 40 metros el gol que le dio al Zaragoza la Recopa contra el Arsenal, Arag¨®n entero retumbando de alegr¨ªa, y ah¨ª, segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora, a?o tras a?o, d¨¦cada tras d¨¦cada, nieve tras nieve, siglo tras siglo, estuvo la carrasca sin inmutarse, haciendo algo tan simple y tan ontol¨®gicamente perfecto como permanecer. Eso es: entonces llegas t¨² y arrojas una colilla a sus pies.
Se conoce como ¨¢rboles singulares a aquellos que son excepcionales por su edad, tama?o, forma u otras caracter¨ªsticas biol¨®gicas o culturales. En Espa?a cada comunidad aut¨®noma cataloga los suyos. Actualmente son unos 4.100. Existen normativas que los protegen, de tipo local y auton¨®mico, pero en general la atenci¨®n que reciben suele ser escasa, seg¨²n Susana Dom¨ªnguez Lerena, presidenta de Bosques Sin Fronteras y destacada promotora de una pol¨ªtica integral de conservaci¨®n de estas maravillas biol¨®gicas y de aprovechamiento sostenible de su potencial educativo-tur¨ªstico. ¡°Son monumentos¡±, afirma, ¡°y deber¨ªamos tratarlos igual que tratamos a una capilla rom¨¢nica¡±. A su juicio, Espa?a padece de cierto ¡°analfabetismo arb¨®reo¡± y urge que se empiece a cultivar la sensibilidad al respecto.
Ya a finales del siglo XIX, el aragon¨¦s Joaqu¨ªn Costa hac¨ªa una defensa del valor pol¨ªtico de los ¨¢rboles. En un art¨ªculo en Ayer. Revista de Historia Contempor¨¢nea, escribe Alberto Sabio, catedr¨¢tico de la Universidad de Zaragoza, que ¨¦l propugnaba un ¡°patriotismo arb¨®reo¡± en el que ¡°el respeto al ¨¢rbol ser¨ªa un condimento m¨¢s de la regeneraci¨®n nacional espa?ola¡±. En los m¨ªtines de la C¨¢mara Agr¨ªcola del Alto Arag¨®n, cuenta el historiador, Costa clamaba: ¡°?Fueron adineradas las encinas en forma de le?a y carb¨®n!¡±.
Hoy los peligros para los ¨¢rboles singulares son otros. ¡°El cambio clim¨¢tico, porque cuanto mayores son los ejemplares, m¨¢s les cuesta adaptarse a variaciones fuertes e imprevistas, y la desatenci¨®n social y administrativa¡±, analiza Dom¨ªnguez Lerena.
La victoria de la carrasca, primer ¨¢rbol espa?ol que gana el concurso europeo, es una muestra de que es posible que estos ¨¢rboles atraigan inter¨¦s e involucren a los ciudadanos y a organismos oficiales. En este caso fue una eurodiputada aragonesa, Isabel Garc¨ªa, la que dio la idea de buscar un ¨¢rbol singular para ir al certamen; luego juntaron fuerzas las comarcas lim¨ªtrofes de Somontano y Sobrarbe (la de la carrasca) y el Ayuntamiento de B¨¢rcabo; y TuHuesca, una entidad tur¨ªstica p¨²blica, financi¨® con 36.000 euros la campa?a. Aliados con las hermanas Arasanz, en el meollo estuvieron Enrique Pueyo, alcalde de un pueblo de Sobrarbe, A¨ªnsa, y Clara Bosch, gerente de la Ruta del Vino del Somontano, nativos de la zona. En presencia de la encina, explican que entendieron que encumbrarla servir¨ªa para fortalecer un corredor tur¨ªstico intercomarcal con dos joyas medievales como A¨ªnsa y el pueblo de Alqu¨¦zar, y una sierra, la de Guara, donde hay entre otras cosas pinturas rupestres y unos ca?ones ¨®ptimos para el barranquismo.
Bosch y Pueyo recuerdan el entusiasmo que sintieron el d¨ªa que obtuvieron el premio europeo. Tambi¨¦n guardan cari?o al momento en que ganaron, meses antes, el de ?rbol del A?o en Espa?a, organizado por Bosques Sin Fronteras. Aquel d¨ªa a¨²n no se hab¨ªa desatado el aragonesismo arb¨®reo que vino luego, pero ellos ya tramaban su estrategia. Al conocer la noticia, fueron donde el ¨¢rbol a planificar los pasos siguientes. Contentos y en soledad, se comieron un bocadillo de longaniza bajo la sombra de la carrasca de Nicol¨¢s Arasanz.